... La cruz ||

El cainismo barcelonista

Víctor Tobío
ADIÓS Josep Maria Bartomeu, durante un acto como presidente. Foto: Alejandro Garcia/EFE

EL DIMITIDO Josep María Bartomeu quiso aplicar la máxima que guió la vida de un ilustre gallego, Camilo José Cela, que siempre mantuvo que ‘el que resiste, gana’. A ello dedicó todas sus fuerzas el ya ex presidente del Barcelona durante los dos últimos años de su mandato de seis, en los que los éxitos deportivos da antaño fueron dando paso a errores clamorosos que deberían haberle hecho replantearse su futuro como mandatario azulgrana. Sin embargo, nada de ello le hizo desistir y tuvo que ser una muy cuestionada decisión política la que le obligase a echar el cierre a su presidencia en la que logró nada menos que trece títulos con el primer equipo, lo que no impidió que al final todo ello quedase embarrado por decisiones y actuaciones que en algunos casos rozaron la ilegalidad cuando no la sobrepasaron.

El desencadenante de su salida precipitada de la presidencia no fue otra cosa que la moción de censura presentada por unos socios con el respaldo de más de 20.000 firmas, lo que obligaba a la directiva, sí o sí, a convocar a los socios a las urnas para que se manifestasen al respecto. Y aquí fue cuando se produjo el choque entre la junta directiva blaugrana y la Generalitat. Pidió, aparentemente con buen criterio, la directiva del Barça un plazo de quince días para poder montar todo el escenario necesario para que la votación se produjese con las debidas garantías dada la situación que estamos viviendo con la covid-19. Sin embargo, desde el Gobierno catalán se le instó a que la votación se llevase a cabo los días 1 y 2 de noviembre, lo que prácticamente imposibilita a disponer la infraestructura adecuada pues no solo se tenían que instalar unas veinte mesas electorales en distintas localidades catalanas, sino que también había que hacerlo en localidades del resto del Estado donde hay una fuerte presencia de socios, entre ellas, curiosamente, Santiago de Compostela.

No deja de sorprender, visto desde la distancia, el apuro que de repente les ha entrado a los responsables de la Generalitat, con su presidente a la cabeza, cuando la propuesta del Barcelona era convocar a las urnas a mediados de noviembre. Es más, llama la atención que por parte del Gobierno catalán se le haya reclamado al Gobierno central, lo que al final consiguieron, un marco jurídico que les respalde a la hora de tomar las medidas necesarias para atajar los contagios y, sin embargo, cuando por parte de la directiva culé se le pide exactamente lo mismo, se lo denieguen.

Todo ello hace pensar por parte del Gobierno catalán se le está pasando factura a un Bartomeu que si bien se prestó a hacer alguna declaración institucional respecto al derecho a decidir del pueblo catalán, los dirigentes del procès entendieron que no fue suficiente y ahora se les plantea la posibilidad de aprovechar la coyuntura para, al igual que han hecho con otras instituciones catalanas, hacerse, a través de una candidatura independentista, con las riendas del club lo que les permitiría disponer de un altavoz inigualable para proclamar sus reivindicaciones a nivel internacional.

Habrá que estar muy atentos a cómo se van conformando las distintas candidaturas pues en menos de tres meses los estatutos obligan a convocar las elecciones y si nos dejamos llevar por lo que estamos leyendo y escuchando desde hace meses, es como para echarse a temblar. Pensar que un hombre como Joan Laporta puede volver a presidir el club es como para que todos aquellos socios y seguidores del Barcelona, que los hay y a cientos de miles por todo el mundo, que no comulgan con las ideas independentistas se vayan dando de baja.

Del caramelo que la presidencia del club representa para el procès podría hablar, si aún viviese, largo y tendido Josep Lluis Núñez, presidente durante 22 años y que fue el único de los últimos cinco mandatarios que consiguió, no sin tener serios problemas, mantener a la entidad al margen de las peleas políticas de los dirigentes catalanes que luchaban por hacerse con los destinos del club con el único deseo de utilizarlo para su causa, olvidándose de que cuenta con millones de aficionados que lo único que quieren es que su equipo gane sin otra bandera que la azulgrana aunque todos entiendan que sigue siendo ‘más que un club’ pero nunca decantándose abiertamente por una u otra causa.

En este estados de cosas, los que vayan a tomar el relevo de Bartomeu y su gente, que no se piensen que su gestión va a ser un camino de rosas. El entorno que hiciera famoso a finales de los ochenta Johan Cruyff seguirá estando ahí y que no se sorprendan si a las primeras de cambio hay un nuevo intento de moción de censura, pues es algo que forma parte del ADN azulgrana. Así, de los últimos cinco mandatarios, todos ellos, salvo Rosell, tuvieron que hacer frente a ese ‘potro de tortura’ y es que si por algo se caracteriza el Barcelona es por su cainismo. Y es que no aprenden.