|| La otra jugada ||

El castigo al fútbol profesional

La Otra Jugada
Víctor Tobío
Imagen del partido del Barcelona en el Camp Nou ante el Nápoles sin público. Foto: Reuters

HAY COSAS que no se entienden. Llevamos alrededor de catorce meses con medidas restrictivas en cuanto a movilidad y horarios debido a la tristemente famosa pandemia, medidas que han provocado un grave problema ya no solo económico sino también social. Esas medidas con la llegada de las vacunas han comenzado a relajarse, lo que ha permitido que el público pueda acceder a determinados espectáculos, eso sí, bajo ciertas condiciones de seguridad. Sin embargo, y aquí viene lo que tiene una difícil explicación, el fútbol profesional continúa sin que puedan acudir los aficionados a los estadios.

Los clubes de Primera y Segunda contaban con que en estas últimas jornadas se levantase la prohibición de que acudiese un 25 % de público pues se entendía como una medida lógica si tenemos presente que desde hace unas cuantas semanas los equipos de Segunda B ya han visto como sus aficionados han accedido a los recintos.

¿Cómo es posible que mil aficionados pudiesen presenciar el triunfo de Rafa Nadal en la final del Trofeo Conde de Godó de tenis o que el pasado fin de semana seis mil personas se diesen cita en la Plaza de Toros de las Ventas y el fútbol profesional no pueda contar con el apoyo de sus seguidores? Desde el propio Gobierno español se había lanzado el globo sonda de que en el último tercio de la Liga cabría la posibilidad de abrir la mano y permitir el acceso de los aficionados y más cuando desde las distintas Comunidades Autónomas se había autorizado el regreso de los aficionados al fútbol modesto.

Pero desde que hace poco más de diez días la ministra de Sanidad, Carolina Darias, descartara esta posibilidad, el ambiente en los clubes de fútbol profesionales ha pasado del conformismo al mosqueo generalizado. Es más, desde distintos estamentos del fútbol profesional han hecho llegar a LaLiga su cabreo y más de un dirigente no se ha cortado un pelo a la hora de salir públicamente a criticar la actitud de las autoridades que han basado su negativa en criterios estrictamente sanitarios, lo que por otra parte parece lógico. Lo que ya no es tan lógico es que a unos colectivos se les autorice y a otros no. O se le aplica a todos el mismo criterio o no se le aplica a nadie.

Es más, ¿cómo se le explica a la opinión pública que espectáculos como cine, teatro o música cuentan ya con la autorización pertinente para abrir sus puertas precisamente en recintos cerrados, por lo que son menos seguros a efectos sanitarios, y el fútbol que se juega en recintos abiertos sigue sin disponer de la correspondiente autorización? Un fútbol que vio como el pasado domingo el Barcelona femenino se clasificó para la final de la Champions en un partido celebrado en el estadio Joan Cruyff, ante el PSG, con presencia de casi mil aficionados.

Y, sin embargo, Messi, Piqué, Pedri y compañía no pueden disponer del apoyo de su gente, al igual que cualquier otro equipo profesional.

Tanto se contaba con que desde Sanidad se autorizase el público en este último tramo del campeonato, que el propio Barcelona se había hecho a la idea de albergar a 40.000 aficionados en el partido disputado ayer contra el Atlético de Madrid y el Real Madrid pensaba meter 1.600 socios en Valdebebas en su enfrentamiento de esta tarde-noche ante el Sevilla.

Así, el protocolo de la Liga contemplaba que cada club era libre de decidir el sistema de adjudicación de entradas, aunque todo bien controlado, pues en cada entrada se incluiría el nombre del aficionado, su DNI y la hora de acceso al campo, además de la mascarilla y toma de temperatura al entrar.

Esto permitiría que el socio o aficionado tomase de nuevo el pulso a su equipo después de más un año sin poder hacerlo y como una especie de entrenamiento cara a la próxima temporada en la que, si todo marcha según lo previsto, todo vuelva a la normalidad aunque manteniendo unas mínimas medidas de seguridad. Además, y no menos importante, el recuperar económicamente una ínfima parte de lo perdido y que ha llevado a numerosos equipos al borde de la bancarrota.

Y el baloncesto. Pero ya no solo se queja el fútbol, pues el baloncesto está también viviendo una situación similar y aún se confía en que desde el Gobierno se reconsidere su postura dejando en manos de las Comunidades Autónomas el autorizar la vuelta de aficionados a los campos o a las canchas, pues no todas las regiones están igual de afectadas por la pandemia y se entendería que en aquellas en que la incidencia acumulada está por debajo de 70 casos, bien podría abrirse la mano disponiendo de las medidas sanitarias oportunas como se está haciendo con otros espectáculos.