OBRADOIRO CAB: 50 AÑOS DE UN CLUB ESPECIAL El secretario xeral para o Deporte reconoce su vinculación especial con el Obra // Fue su último destino pero en sus 4 temporadas lo entrenó de forma ‘accidental’, ganó un Campeonato de España, lo ascendió a 1.ª B y formó parte de una plantilla ‘de leyenda’ TEXTO Cristina Guillén

José Ramón Lete: un destino de ida y vuelta

Baloncesto
Cristina Guillén
Lete lanzando a canasta en Sar.

“Hay que vivir con recuerdos, pero hay gente que vive de recuerdos y es importante saber distinguirlo. Hay que saber pasar página, sacar lo bueno siempre, olvidarte de lo malo porque no todo es un camino de rosas”. Esta reflexión es de alguien que ha hecho del deporte su pasión... pero también su profesión.

Quien en su día gravitó incluso su formación académica de acuerdo a las posibilidades de compaginar balón y libros, quien no escatimó horas al descanso, a la familia o hasta a la diversión para seguir cumpliendo cada día su sueño cuando las exigencias fuera de la pista ya eran otras, quien asume que gran parte de sus amistades siempre han surgido en torno a una canasta y quien aún hoy, como decano de los dirigentes políticos del deporte -“No queda nadie desde aquel año 2003 en que comencé yo”, asume entre el orgullo y la nostalgia- siente el corazón partido entre su faceta de exjugador y las responsabilidades como alto cargo en la administración.

José Ramón Lete Lasa (31/08/1957, San Sebastián) se siente tan cómodo velando por los interesas del deporte español (fue presidente del Consejo Superior de Deportes entre 2016y 2018) y gallego (ocupó el cargo de director y secretario xeral para o Deporte en 3 ocasiones -2003, 2009 y actualmente, llegando al cargo en 2018-) como lo hacía repartiendo juego, siempre dejando huella con su impronta y su personalidad, dentro de una cancha. Pero surge el gesto relajado, la sonrisa aniñada, la complicidad en sus gestos y hasta se rompe el rigor inherente a su condición en el gobierno autonómico cuando se trata de echar la vista atrás para evocar su etapa en el Obradoiro CAB.

En Santiago colgó las zapatillas como profesional tras once años en clubes como el Breogán (1976-1978), el CN Helios de Zaragoza (1978-1980), Náutico de Tenerife (1980-1982) o CB Estudiantes (1982-1983) pero entre su álbum de recuerdos no sólo figuran sus cuatro años como jugador (1983-1987) o su complicada posición cuando hubo que confirmar el ascenso a la ACB una vez finiquitada la larga batalla judicial, sino también un 10 de octubre de 2009. “Es un día que tengo clavado en mi memoria. Lo digo sin rubor, me emociono mucho con los acontecimientos y aquel día me costó contener las lágrimas en el palco. Se perdió contra el Barça pero era igual porque aquello era una fiesta”, confiesa al aludir el debut de aquel Xacobeo Blu:Sens en un Sar abarrotado.

Porque así es la historia de este Obra, de su gente, 50 años de vivencias que hay que contar y el de José Ramón Lete Lasa es, sin duda, uno de esos capítulos que rubrican el calificativo de club especial.

Inicios en eL ‘Sanvi’. El Joserra jugador de baloncesto nació en el patio del colegio San Viator (el mismo en el que estudió Pablo Laso) como uno de los niños elegidos por un fraile para confeccionar un equipo una tarde cualquiera. “Supongo que éramos los más altos, pero lo cierto es que fue un proceso de detección de talentos extraordinario porque al final eso marcó mi vida. Desde los 11 años sigo vinculado al deporte”, afirma el actual secretario xeral para o Deporte de la Xunta. Y es que no tardó en destacar y ya con 16 formaba parte del conjunto que militaba en la antigua 1.ª B (semejante a la LEB Oro actual). “En ese equipo hubo un montón de jugadores que llegaron a jugar en 1.ª División como Garayalde, del Baskonia, Salinas, Goyo, Galarreta, Boni, que vino a jugar al Obra también... El Sanvi no abrió las puertas pero Galicia siempre me acogió extraordinariamente después”, anticipa y bromea: “Sempre digo que son galego consorte e con moita sorte”.

La generación del 57 del colegio San Viator es reconocida por muchos como el mejor equipo escolar de la historia de Vitoria, y la calidad de Lete le abrió las puertas muy pronto de la selección nacional. Ahí aparece su primera vinculación con Santiago. “Yo me caí de la selección júnior que jugó Eujubasket en 1976”, lamenta aún. “Estaba en la preselección, había disputado todos los torneos en el año 75 como el de León cuando le ganamos a la selección americana incluso, pero en el 76 se incorporan jugadores extraordinarios, un año más jóvenes, y Julio Jiménez y yo, que volvimos a coincidir después en mi última temporada en el Obradoiro pero nos conocíamos desde hacía mucho tiempo y somos amigos, quedamos fuera porque entraron gente como Quino Salvo, Juanma Iturriaga, Epi y Solozábal que fue el que me quitó el sitio... ¡y bien quitado porque eran mejores!”, apostilla con una sonrisa.

Formación académica. También su primer destino como jugador profesional acabaría trayéndole indirectamente a Compostela. “Mi primera carrera universitaria estuvo condicionada por el baloncesto absolutamente. Estaba en Vitoria y nuestro distrito universitario era Valladolid porque salvo en Bilbao y Donosti no había facultades y éstas eran privadas. Tenía un hermano que se había ido allí y la ilusión de mi padre era que también fuese yo a estudiar Derecho”, relata y añade: “Fue una tensión en casa pero tenía otra vocación, quería ser sicólogo, me quería dedicar a la Sicología Clínica pues ya con 15 y 16 años leía a los Fromm, a Jung... y era mi pasión, hasta que no lo conseguí no paré. Pero me quedé porque jugaba en 1.ª B en Vitoria y estudié Magisterio porque era lo que había en la ciudad. Cuando me vine a Lugo ya pude acabar aquí y con un curso puente me matriculé en Sicología en Santiago. Iba y venía acumulando apuntes de compañeros y estudiando cuando podía. También acabé en Santiago Pedagogía”.

Porque José Ramón Lete es abanderado de una generación de deportistas que nunca dejó de lado la formación académica. Son infinitos los ejemplos de jugadores con carreras universitarias en el Obra de los 70, 80 y 90. En su caso además de Magisterio, Sicología y Pedagogía, es licenciado en Derecho.

Fichaje. ¿Pero cuándo y por qué llega José Ramón Lete a jugar en el Obradoiro CAB? “Llego al Obra por unas circunstancias determinadas y una de ellas tuvo que ver ya con mi relación con Galicia porque vengo en 1975 para jugar en Lugo, tenía 17 años, y fue el momento de la fusión entre el Breogán y La Casera. Además mi única hija nació en Lugo y se produce por tanto una conexión emocional con Galicia que se ha mantenido durante todo el tiempo. No es casualidad que yo llegué aquí en ese momento”, afirma para proseguir: “Se dio una circunstancia también profesional y es que yo trabajaba en Educación en Madrid, pero en el año 83 Galicia había estrenado competencias en materia educativa y por tanto me vengo muy jovencito, pero ya con una carrera profesional muy avanzada a nivel deportivo también tras pasar por Lugo, Zaragoza, Tenerife y Estudiantes. Buscaba ya mi zona de confort y de cierto equilibrio”. “Confluye un poco todo porque tenía relaciones personales con mucha gente del Obradoiro y seguramente pensé que era el momento de volver a Galicia”, reitera al tiempo que apunta que Juan Fernández, del OAR, también le rondaba en ese momento.

“No tengo muy claro con quién hablo pero supongo que fue Carlos Calvo que era el presidente. Eran momentos difíciles ya que el deporte empezaba a exigir más porque era un momento de desarrollo pero al mismo tiempo no había una compensación parecida”, asume. “Por supervivencia siempre intentas acordarte de las cosas buenas, pero recuerdo que había que hacer maravillas a veces para cobrar”, y ahí evoca una de sus muchas anécdotas: “Hablar con Carlos Calvo era imposible, ya no se dejaba ver cuando pasaba el mes y no cobrábamos y todos necesitábamos dinero, y aunque yo trabajaba también tenía compromiso familiares. A veces le llamaba directamente pero no se ponía nunca así que como él siempre andaba pidiendo a las Consellerías, a Cultura y a Deportes y yo ya estaba en Educación, le decía a otra compañeros que lo telefonease y me ponía yo. Estábamos siempre a la espera de ver cuándo llegaban las transferencias de los organismos para poder cobrar”.

Pero aún al recordar esos “momentos complicados” siempre esboza una sonrisa.