|| La otra jugada ||

Lo tenían (casi) todo para triunfar

Polideportivo
Víctor Tobío
Leo Messi. Foto: ECG

EL MUNDO del fútbol está lleno de jugadores que a muy temprana edad apuntaban a figuras y que por diversas circunstancias -lesiones, entornos poco aconsejables, decisiones equivocadas- al final se quedaron en meras promesas y otros que tras alcanzar la gloria, no quisieron o no supieron digerirla y acabaron sus días siendo una sombra de lo que fueron.

Si en los últimos años hay un trío de jugadores que lo tenían todo para marcar una época y acabaron por tirarlo por la borda han sido Ronaldinho, Mario Balotelli y Adriano. El primero llegó a lo más alto para dejarse ir de forma prematura y los otros dos nunca llegaron a demostrar el potencial que tenían por su mala cabeza.

Ronaldinho aterrizó en el Barcelona en la temporada 2003 tras una etapa de aclimatación al fútbol europeo en el París Saint Germain, cuando el club de la capital francesa aún era una entidad vendedora. El Barça venía de atravesar tres temporadas lamentables bajo la presidencia de Joan Gaspart y acababa de hacerse cargo del club una nueva directiva encabezada por los jóvenes Joan Laporta y Sandro Rosell que necesitaban de un jugador que se convirtiera en el estandarte de un equipo desilusionado y fracasado.

Hizo falta un solo partido, el que les enfrentó al Sevilla, para que la parroquia blaugrana volviese a confiar en el equipo entrenado por un joven técnico, Frank Rijkaard, que bajo la batuta del atacante brasileño y con la irrupción de hombres como Víctor Valdés, Xavi e Iniesta, además de la aportación, al año siguiente, de Eto’o alcanzaría tres años después la Champions League en París ante el Arsenal. Fueron unas temporadas en los que además de goles, Ronaldinho hizo las delicias de todos los aficionados con un fútbol marcado por la técnica y la creatividad y, eso sí, siempre con una sonrisa en la cara, lo que le llevó a ganar el Balón de Oro.

Dada su juventud, todo hacía pensar que el Barcelona había encontrado a un auténtico líder para muchos años. Sin embargo, su falta desinterés por el entrenamiento sumado a una vida noctámbula, acabó por pasarle factura en muy poco tiempo lo que provocó que el equipo se viniese abajo. Y la llegada de Pep Guardiola al banquillo hizo el resto. Conocedor de lo que se cocía alrededor del equipo, lo primero que hizo el nuevo técnico fue ordenar el traspaso tanto de Ronaldinho como de Deco -el de Eto’o tuvo que esperar una temporada-, cediéndole los galones a un Messi que ya apuntaba para número 1 del mundo.

A partir de aquí, la carrera del 10 de la canarinha fue un constante declive pasando por equipos como el Milan, Flamengo, Atlético Mineiro o Querétaro, donde nunca volvió a alcanzar el nivel de su etapa azulgrana, rematando con el reciente capítulo de su detención en Paraguay, junto a uno de sus hermanos, con un pasaporte supuestamente falso.

Pero más grave aún que lo de Ronaldinho resultó ser lo de su compatriota Adriano Leite Ribeiro, una fuerza de la naturaleza que asombró a todo el mundo, con apenas 18 años, en un amistoso disputado por su equipo por aquel entonces, el Inter de Milán, en el Santiago Bernabéu. Su físico y depurada zurda le auparon a la selección, siendo considerado el heredero natural de Ronaldo. Pero problemas personales le llevaron a cometer errores que le acompañarían durante toda su carrera, al punto de que el Inter acabó por devolverlo al equipo del que lo había traído, el Flamengo.

Sin embargo, el regreso a su país de origen no fue la solución para los problemas que acumulaba lejos de los terrenos de juego y a partir de ahí, con apenas 25 años, comenzó un discurrir por diversos clubes donde nunca llegó a ser el jugador que había llamado la atención siendo todavía un juvenil, rematando en el Miami United de la Liga Norteamericana, una especie de cementerio de elefantes en la que acaban los jugadores bien entrados en la treintena buscando un último gran contrato.

De mal en peor. Sin embargo, peor carrera que estos dos está protagonizando Mario Balotelli, un juvenil que con apenas 15 años ya debutaba como profesional en el Lumezzane (Serie C-1) y que despertó el interés de todos los grandes equipos de Europa, entre ellos el Barcelona que estuvo a un paso de firmarlo. Acabó decantándose por el Inter de Milán, equipo que se cansaría de sus constantes conflictos y de su indisciplina cuando todos esperaban que se convirtiese en el hombre que hiciese sombra a Leo Messi y a Cristiano Ronaldo.

Su deambular por equipos de Inglaterra, Francia e Italia fue y sigue siendo una constante y ahora, con apenas 30 años, acaba de fichar por el Monza de la Serie B.

Más casos. Pero junto a este triunvirato hay otros muchos jugadores que apuntaban a cracks y se quedaron por el camino, hombres como Jack Wilshere, Ricardo Quaresma, Mateja Kezman o Anderson Luis de Abreu, que en su día fueron fichados por equipos punteros -Arsenal, Barcelona, Atlético de Madrid, Manchester United- y algunos otros, son la evidencia de que no basta con tener calidad, sino que también hay que tener suerte y, sobre todo, la cabeza bien amueblada para hacer frente a lo que se les viene encima.

Y no todos están preparados para ello.