AQUELLOS MARAVILLOSOS AROS (143) >1990 Base de equipos que hicieron de Ferrol una capital espiritual del baloncesto con pasión, estuvo cerca del Obradoiro // Estudió Económicas y se retiró a los 27 años

Un base “fiable, verdadero director de juego”

Aquellos Maravillosos Aros
Xabier Sanmartín
Disponible en TiroLibreSCQ, el libro ‘Aquellos Maravillosos Aros’.

Va la vida tan rauda que te despiertas un lunes y al mediodía ya es martes. Y al talentoso baloncesto actual, sobrado de prisa, le falta corazón...

El OAR Ferrol de finales de los años 80 era todo latido de pasión.

Le veías jugar con la simpatía que te generan los equipos de clase media/baja que incluyen júniors y dos o tres jabatos locales que ayudan a formar el triángulo ofensivo del sueño de mantener la categoría, tumbando a algún que otro grande de vez en cuando para dar lustre a la palabra imposible, alimento del deporte, de la vida, de los sueños.

En aquella escuadra ferrolana estaba un estudiante llamado Miguel Piñeiro, universitario de Económicas en Santiago, que a la vera del otro director de juego, el compostelano Ricardo Aldrey, daba pulmón al OAR en una etapa inolvidable.

Acuario del 12 de febrero de 1968, Miguel Piñeiro Dopico es un hijo de Narón que llevado por el maestro Juan Filgueiras (profesor que militó en el OAR) acaba practicando baloncesto en el colegio Santiago Apóstol hasta crecer como alumno aventajado en una época donde un balón de Mikasa nos parecía tan hermoso como el sol del norte en una tarde de verano.

En el OAR del curso 1985-1986, un Miguel de 18 años juega ya nueve partidos de ACB, torneo donde acaban duodécimos.

Se busca ir a más. Llega Zeljko Pavlicevic, entrenador que acaba de ganar la Copa de Europa con la Cibona de Zagreb de ese ángel y demonio llamado Drazen Petrovic pero se baja, subiendo al año para luego ser novenos en la liga de 1988/1989.

De cara a la temporada siguiente, mientras el técnico balcánico ficha por el Baskonia, aterriza Miguel Maseda al frente de un plantel donde pervive la cualidad de contar con varios jugadores gallegos y algún otro que lo será (Lavodrama).

Miguel, buen peón, intenso, logra su máxima anotación, 17 puntos, al visitar al Ourense en 1990, en días con partidos a 20 minutos. A veces lleva la batuta con Aldrey de escolta (así vencen al Real Madrid), sumando en coro ante vientos duros.

Tras recibir propuestas en los años previos desde el Obradoiro (en 1987 le llama Pepe Casal, según explica Miguel en una entrevista de la web robertorico.es) y Valladolid (Miguel Juane, otro as de ese OAR donde toca la luna Nate Davis, se va al Fórum en 1989)... Miguel cierra ocho años allí yéndose al Tenerife. Al rato, con 27 abriles, cuelga las zapatillas profesionales y poco después desaparece el OAR, un corazón deportivo de Ferrol violentamente extirpado, un club que asaltó el cielo. Por ello, su recuerdo pervive así lluevan las décadas en una Ferrolterra que hoy tiene por bandera al Baxi Ferrol cuyos botes hermanan pasado y presente.

Juan, Miguel y otros muchos... no sembraron sus latidos en vano.

ADMIRADOR Juan Filgueiras Rodríguez, entrenador vinculado al Club Baloncesto Barbanza, siguiendo los pasos didácticos de su padre Juan, mentor de Miguel Piñeiro, retrata así a quien fue su ídolo. “Miguel era un base que a todo entrenador nos gustaría tener en nuestro equipo. Un base fiable, un verdadero director de juego. Un jugador con mucha clase y talento. Tenía un gran dominio de balón. Yo cuando era pequeño trataba de copiarle su increíble cambio sobre una pierna en velocidad. Tenía una gran visión de juego. Eso le convertía en un gran pasador. Era igualmente un tirador fiable, sobre todo en un tiro ahora casi desaparecido, el de media distancia... Fue el espejo para muchos jóvenes como era mi caso. Abrió el camino a muchos otros ferrolanos que llegaron luego a la ACB como Cobelo, Ferreira, Lino López...”, resalta Juan antes de subrayar la buena hornada de jugadores exteriores de aquel OAR Ferrol que alegró A Malata entre mediados de los años 80 y los primeros 90. “Miguel tuvo la fortuna además de estar rodeado en Ferrol de otros grandes bases como Saldaña, Fede Ramiro y el gran Ricardo Aldrey. Y tuvo la capacidad de ser el complemento perfecto de todos ellos. Con quien más temporadas compartió fue con Aldrey y, sin duda, formaban una pareja perfecta, muy buena. Cuando un jugador ve pasar a muchos entrenadores y a grandes compañeros en su puesto y siempre juega es por que es muy bueno”, concluye entusiasta..