|| La otra jugada ||

Primus inter pares

Firmas
Víctor Tobío
Rafa Nadal feliz tras ganar el Open de Australia. Foto: SE

POCAS horas después de que finalizase el Open de Australia, un buen amigo y gran aficionado al tenis me hizo la pregunta que se estaban haciendo muchos otros españoles y es si consideraba a Rafa Nadal el mejor deportista de la historia. No es que me sorprendiese la pregunta porque es algo que desde hace tiempo se viene planteando cada vez que el balear logra una gesta, pero desde hace tiempo tengo clara la respuesta y que no es otra que ahora mismo podría serlo pero cada cosa hay que analizarla en su momento.

Lo cierto es que bien podría considerarse el mejor deportista de la historia pero para ello habría que tener en cuenta el entorno que rodeó a esos grandes deportistas que por méritos propios figuran en el olimpo de los elegidos. Decir que hoy en día hay unos materiales y unos avances que no había hace 50 años parece una obviedad. Así, pues, cada cosa a su tiempo y cada momento es distinto a otros. Los Mohamed Alí, Eddy Merckx, Michael Jordan, Michael Phelps o el propio Miguel Induráin, sin olvidarnos de otros hombres como, por ejemplo, los de Jesse Owens, Emil Zátopek o Joaquín Blume. La lista podría ser mucho más larga porque en casi todas las disciplinas hubo deportistas que marcaron una época y que pasaron a la historia.

Así que mejor dejar la discusión ahí y disfrutar de este momento como a principios de los noventa el director de Induráin, en una entrevista que me viene ahora a la memoria, dejaba el titular de que “había que disfrutar del corredor navarro mientras se pudiese”, lo demás ya el futuro lo diría.

Seguramente este triunfo del balear haya llegado de forma inesperada porque eran conocidos los serios problemas de salud que tenía apenas un mes antes de que echase a andar el Open australiano y de ahí que se celebrase por todo lo alto por la forma en la que lo consiguió y porque deshacía el empate que mantenía con Federer y Djokovic a títulos de Grand Slam.

Ahora mismo Rafa suma 21, lo que le coloca en la cima del mundo tenístico, algo que desde hace tiempo venía persiguiendo el jugador serbio pero al que su mala cabeza y un entorno tóxico impidió que tomase parte en el torneo. Y lo que es peor, si no cambia de actitud respecto a su postura antivacunas, lo tiene complicado para participar en el Open USA o Roland Garros de forma inmediata.

Pagaría por conocer lo que pensó Nole cuando vio salir a Nadal vencedor en su épico partido ante el ruso Medvédev. Eso sí, se apresuró, como no podía ser de otra manera, a enviarle una felicitación bastante sosa, todo lo contrario de su otro gran rival, Roger Federer, que incluso se permitió bromear con la situación física que atraviesan ambos.

Puede que en el futuro Novak acabe igualando e incluso superando el número de títulos de Grand Slam del mallorquín porque es un año más joven y, además, no ha sido tan castigado por las lesiones. Pero lo que nadie le puede quitar ya a Rafa es que fue el primero en deshacer el triple empate, gesta al alcance de ningún otro tenista y más teniendo enfrente a un Federer que parecía, hace tan solo unos pocos años, inalcanzable.

La bicicleta. Sin embargo, si hay una imagen, al margen la protocolaria entrega de trofeos, con la que uno se ha quedado de esa victoria en el país austral no es otra que ver a Nadal relajar las piernas sobre una bicicleta estática y nada más ver aparecer a otra leyenda del tenis como Rod Laver, dejar de dar pedales y agradecer el gesto de irle a felicitar a vestuarios.

Ambos fundidos en un abrazo representando el ayer y el hoy de un deporte que ha pasado de ser jugado por unas élites a convertirse en un deporte de masas gracias, entre otros, a hombres que precedieron al genial tenista de Manacor, entre otros, Santana, Gimeno, Orantes, Bruguera, y un largo etcétera entre los que se encuentra Álex Corretja que comentó los aspectos técnicos de la final por Eurosport y cuya imagen llorando de emoción dio la vuelta al mundo en una demostración de que, como él mismo dijo, “por encima del comentarista está el ser humano”.

Futuro. Bueno, ¿y ahora qué? Pues a seguir creyendo en un hombre que ha demostrado que está hecho de otra pasta pero que los triunfos que le han llevado a la gloria no le han restado un ápice de sentido común, cuestión en lo que siempre ha destacado y que, entre otras cosas, le ha hecho granjearse la simpatía y el cariño de una gran mayoría de aficionados acostumbrados a aguantar los egos ensoberbecidos de unos jóvenes triunfadores que se crean los amos del mundo y que se dedican a mirar al resto de los mortales por encima del hombro.

Y no hace falta en este apartado nombrar a nadie porque están en la mente de todos y los hay en todas las disciplinas deportivas.

Ahora solo resta confiar en que los problemas físicos que periódicamente sufre Nadal le dejen, cuando menos, entrenar con cierta normalidad para que podamos seguir disfrutando de su saber hacer sobre una pista, gane o pierda, pero, sobre todo, disfrutando de su nobleza, entrega, capacidad de sacrificio y deportividad.