|| La otra jugada ||

Se ‘regalan’ Balones de Oro

La Otra Jugada
Víctor Tobío
El jugador del FC Barcelona, Ansu Fati, durante un entrenamiento con el Barça. Foto: A. García

EL MUNDO ACTUAL va a tal velocidad que lo que un día sirve al siguiente ya se ha quedado obsoleto. Y esto sucede a todos los niveles de la sociedad en la que el fútbol no es una excepción. Muy al contrario.

El pasado domingo el Camp Nou asistió a la vuelta a los terrenos de juego de Ansu Fati, un jovencísimo jugador que venía despuntando en el primer equipo hasta que hace once meses resultó lesionado, complicándose el proceso de recuperación hasta el punto que le obligó a pasar cuatro veces por el quirófano.

Su vuelta fue celebrada por los aficionados culés por todo lo alto, entre otras cosas, porque tras la marcha de Messi no han recibido más que decepciones. El de Guinea-Bisáu apenas jugó 15 minutos, realizando tres jugadas de mucho mérito, incluido un gol. Pues bien, sin restarle mérito alguno al nuevo 10 azulgrana, conviene no lanzar las campanas al vuelo, entre otras cosas porque estamos hablando de un joven de apenas 18 años que tiene, cierto, mucho talento pero al que le quedan muchas cosas por demostrar antes de situarlo en los altares. Y aquí es donde entra de lleno la gestión del talento tanto por parte de su familia como del cuerpo técnico.

Hay mucha literatura sobre la forma de llevar la carrera de deportistas que destacan a muy temprana edad y el papel relevante que debe jugar su entorno. Eso lo tiene muy claro Miquel Daniel Solivellas, coach deportivo, experto en la materia, que entiende que “la familia es un factor muy importante durante la profesionalización de los jóvenes deportistas”. “Hay padres que creen que su hijo es el mejor del mundo y les ponen mucha presión. Estas situaciones acaban convirtiéndose en dramáticas historias. Otros padres dejan al chico en el campo y no quieren saber nada de él, y también están los padres que hacen de entrenadores desde la grada”, y pone como ejemplo de profesionalidad y saber controlar la fama a un paisano suyo, Rafa Nadal. Esto es, palabras mayores.

Los clubes de fútbol ya cuentan entre sus cuadros de profesionales con psicólogos que se hacen cargo de estos jóvenes que de un día para otro se convierten en el centro de atención de medios de comunicación y aficionados. Sin embargo, ni contando con los mejores profesionales se evitan llamativos casos de jugadores que apuntaban muy alto y que por diversas circunstancias acabaron no respondiendo a esas expectativas.

Ejemplos los hay en todos los clubes y para todos los gustos, como también los hay, afortunadamente, en la dirección contraria. Jóvenes que no estaban llamados a ser protagonistas y que gracias a su tesón, entrega y profesionalidad, consiguieron triunfar sin reunir unas especiales condiciones para ello. Casos como los de Carles Puyol o Lucas Vázquez pueden servir perfectamente para exponérselos a chicos que están empezando a despuntar para hacerles ver que con talento no es suficiente para triunfar, que se requieren otras cosas para llegar y, sobre todo, para mantenerse en la elite donde el nivel de exigencia es cada día mayor y donde los entrenadores buscan este tipo de jugador que saben que nunca les va a fallar.

Ejemplos. Cuando ves lo que acaba de suceder con Ansu Fati, es inevitable echar la vista atrás y sin salirse del entorno del Barcelona pensar en hombres como el gallego Fernando Macedo Nano al que Van Gaal hizo debutar con el cuadro azulgrana con apenas 17 años y que con su primera ficha les compró un piso a sus padres y él se regaló un Mercedes SLK biplaza, algo que no gustó entre el cuadro técnico.

Luego, apenas tuvo continuidad y se pasó la vida en equipos de medio pelo para acabar su carrera en Osasuna.

Otro tanto podría decirse de Haruna Babangida que llegó a La Masía, procedente del Ajax, con apenas 14 años, coincidiendo allí con Iniesta, Puyol y Thiago Motta, entre otros. Su físico le hizo destacar en las divisiones inferiores para luego caer en la mediocridad. Lo mismo que le ocurrió al croata Alen Halilovic que llegó a debutar en la selección con apenas 16 años. Estaba llamado a superar a Luka Modric. El Barcelona lo fichó por 15 millones de euros procedente del Dinamo de Zagreb pero acabó siendo cedido a varios equipos sin que en ningún momento respondiese a las expectativas que se habían puesto en él.

Por no hablar de nombres como los de Robinho, Jesé Rodríguez, Diego Capel, Gerard Deulofeu o Royston Drenthe, entre otros muchos. Adolescentes que llamaron la atención por reunir unas condiciones innatas para jugar al fútbol pero que, cada uno por distintas y variadas circunstancias, no consiguieron hacerlas valer cuando les llegó la hora de la verdad.

Por eso conviene que todos, empezando por su entorno y acabando por los medios de comunicación, no concedamos anticipadamente balones de oro a chicos que lo tienen todo pero que aún no han demostrado nada o casi nada.