CHIQUI BARROS Entrenador del Ulla Oil Rosalía de la Liga Femenina 2

“Tuve que exigir mucho y sé que a veces fui muy duro”

Ulla Oil Rosalía
Cristina Guillén
implicación Chiqui Barros dirigiendo las jugadas de su equipo desde la banda. Foto: Antonio Hernández

Chiqui Barros (Ferrol, 1970) no tiene nada que demostrar. Llegó a Santiago hace tres temporadas con una maleta rebosante de triunfos, de experiencia, de vivencias, de lecciones de vida y de baloncesto, y decidió compartir su sabiduría -porque son muchos los que le llaman sabio- para ponerla al servicio de un proyecto colegial que ha hecho de la cantera -con más orgullo y fe que medios-, su razón de ser. Es un técnico que ha salido airoso de la exigencia de dirigir a un equipo campeón -como le sucedió en Quito donde no solo ganó el torneo del país sino también la Liga Sudamericana-, dominó la presión de tener que pelear por los ascensos -como en Calpe, Plasencia, A Coruña, Ferrol o Bembibre- y aprendió la crueldad de decir adiós a una categoría -como en Cambados-, pero tras más de 25 años al frente de los banquillos, pasando por todas las divisiones del básquet nacional (a excepción de la ACB) este entrenador, formador, educador y maestro ha encontrado en la Fundación Fedesa su nuevo gran reto.

Desde su labor con las mini, a las que siempre menciona con una sonrisa que le salpica hasta los ojos, hasta su trabajo con el primer equipo del Ulla Oil con el que acaba de celebrar una sufrida permanencia en la Liga Femenina 2, Chiqui Barros destila entrega, compromiso y orgullo. Defiende su trabajo por encima de todo, sabe lo que ha sacrificado y lo que ha hecho sacrificar a sus jugadoras para no desfallecer en el pulso de continuar en la segunda máxima competición nacional, aplaude la devoción de su equipo de trabajo -formado por Jesús Montero, Jorge Varela y Vero González- y repasa una temporada dura, de altibajos anímicos y deportivos, pero que ha tenido su final feliz.

Antes de nada enhorabuena por la permanencia en LF-2. ¿Le da pena que se acabe la temporada?

Han sido siete meses muy intensos, de mucho estrés en el buen sentido. Vivo de lo que me gusta, venir a trabajar cada día es un placer aunque luego el trabajo tiene sus complicaciones. Este proyecto no pasaba por mantenerse pero mantenerse era muy importante. He tenido la suerte de jugar muchas fases, de ganar la Liga en Ecuador, la Sudamericana, de ascender con Bembibre, con Básquet Coruña... cosas muy bonitas, pero esto lo pongo al nivel de los logros más grandes, de los que me quedará entre los más bonitos.

¿Por qué?

Los únicos años que viví en el limbo fueron este y el de Cambados y sé lo duro que es cuando un equipo lo da todo y no puede más, y cuando te vas al pozo en el último partido y además injustamente. Sabía que el proyecto no pasaba por esto, pero la permanencia nos daba tiempo para planificar el año que viene. Por un lado es la sensación del deber cumplido, de la mejora de las jugadoras, aunque está claro que no me parece bien que en un baloncesto que vendemos como de los más importantes del mundo, una competición acabe en marzo. Pero nosotras seguiremos entrenando y además hay mucho trabajo aún por hacer hasta junio con el júnior, las cadetes, las mini...

¿El primer equipo seguirá trabajando también?

Sí. Como nuestras jugadoras no se van seguiremos entrenando una vez que hablemos con la gente que será a a partir del día 12. Nos centraremos en aspectos muy concretos como mejora individual.

¿Ha sido un último mes especialmente duro?

Lo cierto es que es una tontería y me gustaría poder evitarlo, pero pasé muchas noches sin dormir. Nadie me presionaba ni nada, ni tenía ningún problema y sé convivir con ello porque soy entrenador profesional desde 1994 y no me quejo porque hago lo que quiero, lo que me gusta y me pagan por ello encima. Presión es tener una enfermedad en casa, tener que pagar una hipoteca y no tener trabajo. Pero para mí fue un año muy bonito pero al mismo tiempo muy duro porque tuve que exigir mucho, porque si no lo llego a hacer así no llegamos. Creo mucho en el refuerzo positivo, sin embargo no nos podíamos permitir los errores porque eso en momentos claves nos haría descender. Eso me hacía ir para casa muchas veces muy fastidiado.

¿Y está contento de cómo le han respondido las jugadoras?

Sí. Yo de las jugadoras no puedo tener ni una queja. Parto de la base que a lo mejor a veces hay cosas que no son como me gustaría, pero soy yo quien se tiene que adaptar. Yo tengo que enseñar, crear una cultura y eso es de lo que estoy más orgulloso de mis tres años en el Rosalía. Sé lo que éramos y sé lo que somos y hablo desde el mini. Sé cómo ha crecido la base y sé lo que somos en el primer equipo, pero crear esa cultura tiene un desgaste muy grande y hay veces en que las cosas no son al cien por cien como tú quieres.

¿En qué sentido?

Yo tenía que adaptarme a un equipo donde muchas de las chicas era la primera vez que jugaban en una Liga de este nivel, la primera que iban a estar sometidas a este grado de tensión y exigencia, la primera vez que iban a saber que cada error iba a ser castigado y no nos podíamos permitir encadenarlos, el que a lo mejor desde fuera podías pensar que había que rotar pero estaba pensando que en ese partido estaba ganando el siguiente... todo tenía un por qué. Les estoy muy agradecido. La respuesta del grupo ha sido muy buena y ellas, con el tiempo, algunas lo saben ya, se darán cuenta de que su crecimiento ha sido exponencial. Todas saben ya que son jugadoras de esta Liga y eso es un paso muy importante.

¿Qué lecciones ha aprendido usted como entrenador, gestionando a este grupo en estas circunstancias?

He aprendido mucho porque he tenido que actuar mucho y eso me hace mejor entrenador. Intento aprender todos los días porque el día que dejas de hacerlo estás muerto. Eso también se lo tengo que agradecer a las jugadoras.

Si volvemos a septiembre, al arranque de la temporada ¿qué es lo que más miedo le daba?

Sinceramente nada. Tenía mucha ilusión. Sí sentía mucha preocupación entre las jugadoras y en eso creo que tenemos que mejorar aunque hay jugadoras que han dado un paso grande en ello. Me gusta mucho la mentalidad de Sara Corredoira, me gusta la de Blanca Manivesa, de Sarai, me gusta la de Ángela, la de Carla, las júniors vienen con buena mentalidad detrás. Pero me preocupaba un poco el que a nivel de autoconfianza, de forma individual, somos un equipo blandito, con dudas si hay un error.

¿Hay algún punto de inflexión esta temporada?

Hay dos momentos decisivos. Uno cuando jugamos contra Arxil el sábado y el domingo con Magec Tías y perdemos el primer partido porque jugamos muy mal y ese día aprieto mucho, muchísimo en el vestuario sabiendo que hay un partido a las diez horas. Otro es después del encuentro ante Lanzarote allá, en el que hacemos una primera parte soberbia y pasa lo que pasa en la segunda y ahí vuelvo a apretar otra vez. Y la respuesta vuelve a ser muy buena. El día frente al Avilés jugamos muy muy bien y quizás no deberíamos haber llegado a eso, pero por suerte al final conseguimos el objetivo y esos días marcaron mucho.

Un gran acierto fue que Leticia Soares encajase tan bien. Era una apuesta de una jugadora joven , primer año en Europa, en una posición de ‘5’ de la que llevaban adoleciendo prácticamente en los dos últimos años y porque incluso el resto de los fichajes ya le conocían de haber jugado con usted en algún momento. Eso fue clave porque el club no tenía tampoco margen de maniobra.

Lo trabajamos mucho. Vimos muchas jugadoras. Tuvo mucho mérito. Leti prácticamente estuvo aquí becada. Buscamos muchas referencias personales, hablamos con mucha gente y no puedo hablar más que bien de ella. Tiene mucho futuro por delante, mucho que mejorar, que trabajar, pero una buena actitud, buenos valores y con el tiempo, ahora tiene 23 años, será una buena jugadora que se puede consolidar en Europa a un nivel más que aceptable. Ella nos dijo que este año había sido una experiencia impagable y que se iba siendo mucho mejor jugadora. Cuidamos mucho eso.

¿Le queda alguna asignatura pendiente?

Muchas. ¿Si lo podría hacer mucho mejor? Sin duda. Los entrenadores no podemos jugar al parchís de comer una y contar 20 aunque esto pase. Hubo partidos que tuve que tomar decisiones a contrapié, que eso ya lo sabía pero no me gusta, me gusta tener el control del partido. Y luego quizás lo único es que tuve que exigir mucho, y sé que a veces fui muy duro. Hubo días que por llevar al equipo por encima del límite luego los domingos eran fastidiados en lo humano porque sabías que estabas pidiendo cosas a chicas que probablemente ya te lo estaban dando todo... pero que no llegaba.

De este Ulla Oil muchos rivales han destacado sobre todo dos aspectos: su valentía y que se agarraban a los partidos. ¿Eso se entrena también en el día a día o forma parte del carácter de las jugadoras?

Yo soy muy competitivo y supongo que los equipos se parecen a sus entrenadores. Eso lo intento inculcar, hablo mucho, hago muchos juegos mentales que eso con gente joven a algunas les cuesta entenderlo más y creo que el equipo se agarraba a los partidos por ese trabajo. Luego teníamos jugadoras que marcan el carácter del equipo porque son enormemente competitivas y eso ayudaba también. Es un mérito que tenía el equipo y que tenían las chicas. Fuimos un rival incómodo en muchos encuentros.

Usted que está en el día del club y conoce sus limitaciones y sus virtudes a todos los niveles, ¿calificaría la permanencia en LF-2 como una heroicidad o es una exageración?

Creo sinceramente que heroicidad son otras cosas. En los deportes de equipo no hay heroicidades. Lo que tiene es un mérito enorme y un trabajo bien hecho por parte del equipo, de las jugadoras, y de todo el mundo. Lo tuve muy fácil con la plantilla y con la confianza de que pude venir a entrenar todos los días tranquilo y eso no es sencillo.