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Una Liga casi clandestina

Víctor Tobío
Iago Aspas, en el primer partido del Celta de esta campaña, disputado en Ipurua. Foto: EFE

ECHÓ A ANDAR la Liga y cuando creí que un servidor era el único que sentía como que este campeonato, al menos en sus inicios, está resultado un tanto soso, fuera de lugar, casi clandestino, resulta que hablando con unos y con otros, especialmente con los que comparto casi a diario kilómetros de caminatas, todos o para ser más exactos, casi todos, tenemos la misma sensación: esta no es una temporada al uso, entre otras cosas, porque todo viene marcado por el dichoso covid-19.

Por un lado tuvimos un campeonato, el pasado, que terminó metidos de lleno en el verano, con la fase final de la Champions en pleno mes de agosto y los equipos haciendo malabares para prorrogar durante unas semanas los contratos de aquellos jugadores que finalizaban su vinculación el 30 de junio. Y, por otro, una pretemporada por fases, con las plantillas entrenando a hurtadillas, con grupos de jugadores dispersados por todo el campo por el miedo lógico al contagio. Además no se pudo celebrar ni un solo torneo de verano, rompiendo así con una tradición de años y por si todo esto fuese poco, la temporada comenzó con un calendario en el que equipos como Real Madrid, Barcelona, Atlético de Madrid y Elche demorarán su estreno varias jornadas con lo que más adelante tendrán que recuperar los partidos aplazados.

En definitiva, una Liga atípica, con los estadios que continúan vacíos y unos clubes que están haciendo números para ajustar sus presupuestos a unos ingresos menguantes, especialmente lo de los equipos con mayores presupuestos que son los más afectados por la pandemia. Baste decir que la patronal de los clubes europeos estima en unos 4.000 millones de euros las pérdidas provocadas por el coronavirus lo que les está obligando a mirar con lupa el dinero destinado a fichajes, así como reajustar los salarios al nuevo orden.

En estas estamos cuando a día de hoy sin saber muy bien cómo va a evolucionar el coronavirus, con lo que el mundo del fútbol tiene puesto un ojo en el terreno de juego y otro en la sanidad porque de cumplirse los pronósticos más pesimistas, en este próximo otoño podemos vernos en una situación similar a la de la pasada primavera.

Son muchos los clubes que se han puesto manos a la obra para que caso de nuevo parón, no les pille con el pie cambiado como en la vez anterior. Sin embargo, otros clubes están haciendo oídos sordos a la situación que puede volver a repetirse y se han lanzado, aunque, eso sí, con mayor precaución que en veranos pasados, a una loca carrera por fichar. Decía Keynes que “el mercado puede permanecer irracional más tiempo del que usted puede permanecer solvente”, una máxima que podría aplicarse hoy día a más de una entidad deportiva.

No se entiende que un club como el Barcelona, con una deuda que ronda los 1.000 millones de euros y a pesar de que está tarifando a varios de sus hasta hace poco titulares, se puede permitir el lujo de acudir al mercado pagando cifras que no harán más que engordar el déficit y eso que ya antes de llegado el verano se había dejado por el camino más de 100 millones -Trincao (31), Matheus Fernandes (7), Pedri (5) y Pjanic (60)- y aún anda tras los pasos de un central y de un delantero centro.

Bartomeu, en sus últimos meses como presidente no quiere pasar a la historia como el hombre que cerró dos temporadas consecutivas sin un solo título y está dispuesto a tirar la casa por la ventana, una ventana por la que puede salir volando antes de tiempo si el equipo que intenta montar Ronald Koeman no carbura y eso que contará con Messi, aunque está por ver qué actitud adopta tras su intento frustrado de fuga y con unos compañeros de vestuario que no le van a perdonar fácilmente que los colocase a los pies de los caballos.

Y, mientras tanto, Florentino Pérez a lo suyo, dejando que el mercado se enfríe sabedor de que tiene que ir a la baja y dispuesto a tirar de los jóvenes valores que fue fichando estos últimos años. Eso sí, esperando al próximo verano para ir a por la joya de la corona del fútbol europeo, un Kylian Mbappé que a sus 21 años ya se considera lo suficientemente maduro como para convertirse en bandera de enganche de un equipo al que lleva años lanzándole guiños, el último recientemente al comunicar a los dirigentes del PSG que éste será su último año allí.

Claro que todo esto es la teoría, la práctica se irá viendo cada jornada en una temporada de transición que esperemos que al final recupere las sensaciones pasadas y los aficionados puedan volver a los estadios para disfrutar o sufrir, con el equipo de sus amores.