|| La otra jugada ||

¡Vaya imagen nos han dado!

Firmas
Víctor Tobío
José Mourinho.

“¡Joder, qué tropa!”. Esta frase, atribuida al Conde de Romanones bien podría habérsela apropiado Florentino Pérez en la noche del pasado martes cuando conoció que los seis clubes ingleses le habían dejado tirado en la puesta en marcha de la Superliga. 48 Horas. Apenas un suspiro.

Eso fue lo que tuvo de vida una competición presentada en la noche del domingo, día 18, a bombo y platillo por el responsable del Real Madrid en el transcurso de una amplia entrevista concedida al Chiringuito, y aunque ni el marco ni la hora fue el más apropiado para esta ocasión -una rueda de prensa habría sido, incluso, más efectiva-, lo cierto es que sus declaraciones tuvieron repercusión mundial.

Lo que no se esperaba el mandatario blanco era la reacción de determinados dirigentes políticos, a saber, Boris Johnson y Emmanuel Macron pero, sobre todo, la de unos aficionados ingleses que se tomaron como una afrenta personal el que sus equipos -Manchester City, Manchester United, Liverpool, Chelsea, Arsenal y Tottenham- se apuntasen a un torneo que lo ven como elitista y alejado de los valores que siempre han defendido.

Y aquí está una de las claves de todo este lío, pues cuesta entender que unos supporters que han permitido que capital extranjero se hiciese con la propiedad de esas entidades -City, United y Chelsea, por poner tres ejemplos meridianos-, se rasgasen las vestiduras porque iban a participar en la Superliga en detrimento de la Champions League cuando, a priori, este nuevo formato no interferiría en las llamadas ligas domésticas.

Quizás, como dijo algún analista, faltó claridad y pedagogía a la hora de explicar el proyecto que se vio superado en esas primeras horas de vida por reacciones populistas y demagógicas, amparadas todas ellas por unas instituciones que veían peligrar los privilegios de los que vienen gozando desde tiempo inmemorial.

Reacciones. A la UEFA y a la FIFA les faltó tiempo, normal por otro lado, en salir a la palestra poniendo a caer de un burro a los promotores de esta nueva competición. Así, el presidente del fútbol europeo, Aleksander Ceferín se apresuró a señalar que “el noventa por ciento del dinero de la UEFA regresa al fútbol y no solo a la élite”. “La UEFA no se mueve solo por el dinero. Desarrolla el fútbol. La Superliga no es así. Solo es negocio. Solo interesa los bolsillos y no la solidaridad. Los valores del fútbol son otros. No vamos a permitirlo”, insistía para añadir que “hemos preparado una Champions moderna y atractiva, en la que todos pueden participar y ganarla”.

Serían dignas de tener en consideración estas palabras si no fuese cierto que el 70 por ciento del presupuesto de la UEFA no llegase de lo que ingresa por la Champions, un dinero mal repartido y que los clubes vienen reclamando sin que se les haga el menor caso.

De ahí que los presidentes de los equipos que forman parte de la elite, cansados de que se les ningunease, decidiesen dar un golpe sobre la mesa y planteasen, de una vez por todas, una ruptura de las reglas del juego montando un torneo alejado del paraguas oficial como hace 70 años hizo la NBA y más recientemente el baloncesto europeo. Y a ambos no les ha ido mal. Todo lo contrario.

Un presidente incauto. Pero visto lo visto, ¿qué estará pensando ahora mismo Florentino Pérez que, junto con el presidente de la Juventus, fue el gran muñidor de la idea, cuando se enteró que los clubes ingleses daban marcha atrás? ¿Cómo es posible que un hombre listo como él se dejase comer la tostada de esa manera? ¿Cómo se entiende que, sabiendo como sabía que las presiones iban a ser muy fuertes, no hubiese atado y bien atado el proyecto antes de anunciarlo?

Estas y otras preguntas son las que se hacen muchos analistas que, estando de acuerdo o no con la puesta en marcha de la Superliga, no aciertan a explicar cómo el presidente madridista ha podido ser tan incauto.

Con el tiempo se conocerá lo que realmente sucedió entre la noche del domingo y la del martes, un tiempo en el que unos dirigentes -los seis de los equipos ingleses- decidieron desdecirse de lo firmado dejando tirados a los otros seis clubes a los que no les quedó más remedio que dar por finiquitada, antes incluso de que echase a andar, una competición que con sus luces y sus sombras -entre estas últimas, lo de los cinco equipos invitados, el dinero que llegaría a las ligas de los respectivos países y el control de salarios, entre otras menudencias- venía a ser una ayuda importante para sanear las economías de las entidades que están atravesando una difícil situación agravada por la COVID-19.

Compensación. Y, por último, sería de una mezquindad infinita si se confirma lo adelantado por L’Equipe, que denuncia que la UEFA, para ganarse el favor de los equipos ingleses, les habría prometido un margen de maniobra mayor en el llamado fair-play financiero. O lo que es lo mismo, los clubes-estado -City y PSG- y los que están en manos de oligarcas -Chelsea- podrán tirar de chequera en detrimento de aquellos que viven de lo que generan, con lo que están favoreciendo una guerra entre los ricos y los muy ricos. Mientras tanto, los demás a vivir de las migajas.

Así se las gastan estos jerarcas.