|| La otra jugada ||

Y el Mundial a la vuelta de la esquina

Firmas
Víctor Tobío
CHARADA Messi y Neymar buscando explicaciones en el Brasil-Argentina. Foto: RS

A ESTAS alturas de la vida uno ya pensaba que lo había visto todo en el mundo del fútbol. Sin embargo, está claro que aquí la Ley de Murphy se aplica al pie de la letra y lo que puede empeorar, en verdad, acaba empeorando. Lo vivido en el estadio de Sao Paulo entre las selecciones de Brasil y Argentina avergüenza al mundo entero. Fue un espectáculo bochornoso, ridículo, para un excelente guión de una película de Pajares y Esteso si no fuese porque la cosa iba muy en serio.

Puede que las autoridades sanitarias brasileñas en el fondo tuviesen razón a la hora de aplicar la normativa vigente en el país a cuatro jugadores argentinos que juegan la Premier League y que, por consiguiente, tendrían que haber guardado la oportuna cuarentena de catorce días que imponen en el país sudamericano a todo aquel que procede de las islas británicas. Pero no es de recibo que tras tres días en el país de Pelé, esperasen a que diese comienzo el encuentro retransmitido por televisión a medio mundo para irrumpir en el terreno de juego reclamando la expulsión de los argentinos Cristian Romero, Dibu Martínez, Lo Celso y Emiliano Buendía.

Dio la impresión de que los responsable de la Agencia de Vigilancia Sanitaria de Brasil, Anvisa, esperaron precisamente a ese momento para dar la campanada y bien que la dieron.

Lo vivido a partir del minuto cinco de un partido que hoy en día es de los más seguidos por los aficionados de todo el mundo -recordar aquí y ahora la rivalidad existente entre ambas selecciones casi sobra y más tras la reciente final de la Copa América en la que se impuso el conjunto argentino a la canarinha con un tanto del ex madridista Di María- resultó, al principio, sorprendente para acto seguido dar lugar a toda una serie de situaciones surrealistas. Escuchar a los comentaristas de la tele intentar explicar lo que estaban viendo y oyendo, no tenía desperdicio. Estaban tan perdidos como la mayoría de jugadores y técnicos que al final se repartieron por corrillos sobre el terreno de juego y en la entrada del túnel de vestuarios.

Allí Messi como capitán de la albiceleste y Lionel Scaloni como seleccionador intentaban, escuchando a unos y a otros, encontrarle alguna lógica a lo que estaba aconteciendo al mismo tiempo que la televisión nos ofrecía unas imágenes impagables de un seleccionador brasileño, Tite, sentado en el banquillo, solo, absolutamente hundido y seguramente preguntándose qué habían hecho ellos para merecer pasar por semejante vergüenza ante millones de espectadores que aún confiaban en que al final se impusiese al cordura y se reanudase el partido. Un encuentro que, curiosidades de la vida, coincidía en día y casi en hora con el que estaba disputando la selección española de Luis Enrique que al final acabó imponiéndose por un rotundo 4 a 0 a Georgia.

Consecuencias. Ahora, tras el aquelarre de Sao Paulo, la FIFA, que es el organismo del que jerárquicamente dependía el partido pues era clasificatorio para el Mundial de Qatar, requerirá los correspondientes informes y adoptará las resoluciones que tenga que adoptar. En puridad, debería haber sanciones ejemplares y todo apunta a que a Brasil se le podría dar por perdido el partido si se impone la lógica, pues Argentina contaba con el beneplácito de la Conmebol para que los cuatro jugadores objeto de la polémica pudiesen ser de la partida.

Pero como en la FIFA lo que prima son los intereses económicos y políticos por encima de cualquier otra cuestión, al final podría optar por una sanción light.

Y para enredar aún más la cosa, resulta que los cuatro jugadores argentinos que fueron inmediatamente deportados se van a encontrar con sanciones de sus clubes de origen. Es más, se sabe que Lo Celso y Romero acudieron a la convocatoria de Scaloni sin contar con la autorización del Tottenham y que junto con sus compañeros Dibu Martínez y Emiliano Buendía acortarán en cuatro jornadas la cuarentena de catorce que tendrían que guardar si viajasen directamente a las Islas Británicas, pues ya se encuentran en una isla de Croacia donde la normativa solo impone un aislamiento de diez días.

Lo dicho, un simple partido de fútbol, aunque se tratase de unos de los más importantes que hoy en día se pueden disputar, ya ven en lo que puede acabar degenerando. Unas autoridades que esperan al último minuto para hacer valer una normativa; unos jugadores que falsificaron los informes sobre su país de procedencia; una Conmebol que decía que todo estaba en orden y, finalmente, una FIFA a la que esta patata caliente le explota en pleno mes de septiembre y cuando el Mundial de Qatar está a la vuelta de la esquina -noviembre de 2022-, temiéndose lo peor en lo que patrocinadores se refiere. Aunque siempre les quedará el Emir para que les eche una mano. Y no sería la primera vez. Ustedes ya me entienden...