pueblos sumergidos. La aldea, situada en el ayuntamiento de Lobios, quedó sumergida en 1992, cuando se abrieron las compuertas del embalse y el agua la ocultó TEXTO Ángela Precedo

Aceredo: la sequía deja al descubierto ecos del pasado

Ángela Precedo
sequía. Suelo agrietado. Foto: ECG

Un pueblo, su vida y todo lo que esconde, puede convertirse en nada en un abrir y cerrar de ojos. La ley de costas de Galicia trata, precisamente, de que esto no suceda a causa del agua, con la subida del nivel del mar que se da periódicamente. Pero, lo más curioso resulta cuando, en el medio de la provincia de Ourense, sucede exactamente lo que la ley de costas trata de proteger, pero sin estar en la costa. Y es que el agua de un embalse pasó por encima de toda una aldea y sumergió las casas de todos sus habitantes.

Ahora, la sequía le ha dado una nueva oportunidad de resurgir de las cenizas... O no, ya que el terreno por el momento es demasiado inestable, con agua acumulada en el subsuelo, como para soportar nuevas construcciones, teniendo en cuenta que las que había ya apenas se tienen en pie. Aceredo hoy por hoy no es ni por asomo lo que fue en su día. Nada más llegar hasta sus cimientos, pueden verse las maderas carcomidas, derribadas y húmedas. El hierro oxidado por el paso del tiempo en combinación con el agua. Y las piedras movidas que ya no construyen nada de lo que un día formaban, pues las subidas y bajadas de la presa las han empujado por derroteros que no se esperaban.

Cruzando las curvas del monte que rodea el ayuntamiento de Lobios, en el corazón de Ourense, uno puede darse cuenta del impacto real de la sequía en la provincia. Un antiguo embalse, que hoy por hoy no tiene agua, nos acompaña durante cientos de metros, kilómetros, en un recorrido por su borde, en el que han quedado marcados en la arena los diferentes niveles de agua por los que ha pasado en su ‘desagüe’.

Al fondo de todo, casi al final de la presa, se pueden ver los restos de lo que fue la antigua aldea campesina, o, mejor dicho, ‘labrega’, como se dice en Galicia, donde había hace treinta años buenas producciones de maíz, patatas, centeno, vino y hortalizas, y donde también se llegó a sembrar tabaco. También poseía un importante número de cabezas bovinas y de ganado ovino y caprino. Muchos de estos animales, lamentablemente, perdieron la vida ahogados cuando los últimos vecinos, sus propietarios, se negaron a salir de su casa antes de que llegara el agua y, cuando la vieron tan cerca que no les quedó más remedio que huir, no tuvieron ni tiempo de poder llevárselos consigo.

En el medio del lugar desolado en la actualidad, llama la atención un gran edificio a cuyo tejado se suben –o subían hasta que el Ayuntamiento de Lobios prohibió la entrada a la zona por precaución– los visitantes más intrépidos, que no temían a que este pudiese derrumbarse. Al subir unas escaleras, todas las estancias podían visitarse, para observar los restos de los muebles que en un día hubo, incluso los azulejos de baños y cocinas. Se trataba de una escuela a la que asistían los niños de las aldeas de la parroquia hasta la apertura de la escuela de Compostela, en la Segunda República.

Sin más, en 1992, se cruzaron los intereses económicos con los de los vecinos y esto acabó con estos últimos perdiendo, como suele suceder. La construcción del embalse de Lindoso (para Portugal) se tragó a Aceredo, literalmente, pese a la fuerte oposición vecinal. Cumplidas tres décadas desde aquel momento, los habitantes recuerdan a la perfección la jornada en la que se vieron obligados a dejar toda su vida atrás: casas, hórreos, huertas y hasta el cementerio donde estaba enterrados sus seres queridos. Unos 120 vecinos y 70 casas tuvo el pueblo fantasma.

Fue el 8 de enero de 1992 cuando la hidroeléctrica portuguesa EDP cerró sus compuestas y el río, que llevaba bastante agua por las lluvias, empezó a inundarlo todo. Para muchos vecinos la empresa portuguesa cerró una negociación de forma ‘engañosa’, bajo amenazas a la gente mayor de expropiación forzosa. Fue por miedo que vendieron.