Del oscuro chapapote al blanco solidario

20 aniversario
José M. Ramos
Voluntarios y voluntarias retirando chapapote en la costa. Foto: EFE

Una tragedia de tan grande magnitud requería de una respuesta acorde a las circunstancias, y esa se produjo en forma de marea blanca solidaria de voluntarios y voluntarias llegadas de toda España y de infinidad de países extranjeros. Las cifras oficiales de la Xunta hablan de 327.000 acciones voluntarias entre noviembre de 2002 y julio de 2003 pero, a buen seguro que dicha cuantía se queda muy corta.

Los primeros voluntarios se echaron a la costa sin ningún tipo de protección y sin apenas medios materiales hasta que, con el paso de los días, las administraciones locales primero y, posteriormente, la Xunta comenzaron a coordinar las labores de limpieza del chapapote.

El entonces alcalde de Muxía, Alberto Blanco, todavía recuerda que la primera medida que adoptó fue “enviar a operarios municipales a limpiar la playa de Lourido” (al pie de la cual se construyó el Parador de Turismo Costa da Morte). Ordenó además hacer acopio de todos los materiales precisos entre los establecimientos locales. A los pocos días recibieron una llamada de Alcalá de Henares (Madrid) solicitando el acogimiento de voluntarios “a cambio dun bocadillo e unha auga ao mediodía”. Su ofrecimiento fue bien acogido, pero antes, “tivemos que asegurarnos de que a póliza de responsabilidade civil do Concello servía para darlles cobertura, pois non podiamos arriscarnos a enviar a esa xente á costa sen garantizarlles un seguro en caso de que sucedese algún tipo de percance”, añadió.

A partir de entonces, a Muxía, al igual que el resto de municipios de Costa da Morte, miles de voluntarios llegaron cada día dispuestos a luchar desinteresadamente contra el negro chapapote. Cuando ya se comenzaron a organizar los dispositivos, se les proporcionó, además de mascarillas y guantes de protección, un mono blanco, que se convirtió en un símbolo de identidad y de ahí surgió la definición “marea blanca”.

Pabellones polideportivos, lonjas y otros edificios públicos se reconvirtieron en centros de acogida e improvisados comedores para poder atender a esa marea solidaria. Unha lucha a la que sumaron pescadores, mariscadores y también el propio Ejército, además de militares de otros países, que proporcionaron también apoyo logístico.

Además de grupos organizados, también llegaron a Costa da Morte múltiples voluntarios a título individual procedentes de muy diversos lugares. Uno de ellos fue el lituano Antanas Biskontas que, durante meses trabajó sin descanso cargando y transportando “capachos” cargados de chapapote en la costa de Muxía. Desgraciadamente, falleció a principios de 2004, a los 44 años, víctima de un cáncer.

La marea solidaria también se manifestó en forma de donaciones, tanto económicas, como de alimentos, e incluso de juguetes, y también de maquinaria y equipamientos para la lucha contra el chapapote.

Fruto de esa ola de voluntariado, los días de convivencia en la costa y en las villas marineras de acogida sirvieron también para que surgiesen historias de amor, algunas de las cuales acabaron en matrimonios. Además, algunos de esos voluntarios y voluntarias “se enamoraron” de esta tierra y varios de ellos se quedaron a vivir en Galicia.