Dos años de vida ‘perdida’, pero con lecciones para el futuro aprendidas

Nadie le daba importancia a un abrazo al inicio de 2019, pero todos valoramos el haber podido recuperar esa cercanía con nuestros seres queridos // Los profesionales en lucha cuentan a EL CORREO cómo han cambiado las cosas
Pandemia
Ángela Precedo

El 14 de marzo de 2020, tal día como hoy hace dos años, nuestra vida tal y como la conocíamos estaba a punto de acabarse, pero ni siquiera lo sabíamos. España decretaba el primer estado de alarma como consecuencia de la expansión del coronavirus, llegado de Wuhan, y la población se veía obligada a confinarse en sus casas durante dos semanas, sin salir más que para necesidades básicas como ir a la compra o a buscar medicinas a la farmacia.

Después de eso, todos sabemos ya cómo se sucedieron las cosas. Lo que iban a ser dos semanas de confinamiento terminaron convirtiéndose en un mes, el mes en dos y, cuando parecía que se había superado un virus que se había cobrado la vida de miles de personas, este resurge de sus rescoldos con más fuerza, muta y aprende a defenderse de los escasos medios que teníamos por aquel entonces para combatirlo (mascarillas y distancia, fundamentalmente). Así, lo que habían sido ya tres meses de restricciones, se convierten en seis, los seis en un año, en el que de nuevo parece que se acaba con el virus, pero siempre vuelve a aparecer.

Los días pasan uno tras otro y parece que la esperanza de la población se va perdiendo, hasta que llegan las vacunas. No son una herramienta letal para acabar con el covid, pero sí ayudan a mantenerlo bajo control y, sobre todo, a salvar miles de vidas, especialmente, las de los pacientes más vulnerables.

Ahora, dos años después de aquel 14 de marzo, parece que el coronavirus ya es algo del pasado. Todavía nos acompaña en nuestro día a día, pero ya casi nadie lo teme. Las medidas que se mantienen son escasas y la mayor parte de la población supera la enfermedad como si de una gripe se tratase, sin mayores complicaciones. La guera de Ucrania, el desastre del Villa de Pitanxo, la marcha del presidente Feijóo a Madrid... Las píldoras informativas son tan abundantes en esta sociedad líquida que lo que hoy parecía importante mañana ya no lo será. Y algo así ha sucedido al covid.

Ahora bien, lo que sí nadie puede negar es que hemos aprendido a valorar más que nunca el consuelo de un abrazo, la magia de un beso, la cercanía de una caricia, el calor de una mano amiga... Cosas que estaban presentes en nuestro día a día y no valorábamos, pero que, cuando nos faltaron, echamos más de menos que nunca. Parece que ya las hemos recuperado y, esperemos que estos dos años sean el inicio del aniversario del final del covid.