El maquinista del Alvia: “No había ningún tipo de señal hasta la curva”

Garzón aseguró ante la jueza que con las medidas de seguridad que hay ahora es imposible que haya un accidente // La llamada, sólo le desubicó // Entre lágrimas volvió a pedir perdón a las víctimas
Lorena Rey
con la mano en la boca Cortatibarte intercambió palabras con su defensor mientras escuchaba con atención las declaraciones de Garzón, este jueves. Foto: Fernando Blanco

Con el ánimo bastante tranquilo y con ganas, aunque emocionado y con la voz entrecortada por momentos, es como afrontó Francisco José Garzón Amo su declaración judicial este jueves. El maquinista que el 24 de julio de 2013 conducía el tren Alvia que descarriló en Angrois se subió al estrado dispuesto a poner en evidencia las supuestas carencias de seguridad de la línea. “El accidente sirvió de análisis de riesgos, para desgracia de las víctimas y mía”, aseveró Garzón, quien solamente contestó las preguntas del abogado que se ocupa de su defensa, Manuel Prieto.

La primera parte de la declaración giró en torno a los hechos vividos por el maquinista durante su ingreso en el hospital y su paso por el calabozo. “Es criminal que me saquen del hospital con tres costillas rotas. Y me habían puesto un tubo para quitarme la sangre en la pleura”, dijo, al referirse a su alta y posterior apresamiento, para explicar que “de ninguna forma” estaba en condiciones de prestar declaración. Había recibido el alta el 27 de julio y en el calabozo estuvo sentado en el suelo. “Solicité una silla y me la negaron”, confirmó.

El señalado dedicó también buena parte de su interrogatorio a la llamada que recibió del interventor. Al respecto, el maquinista afirmó que Renfe le dotó de uno corporativo “que es una herramienta de trabajo más” y que no existía protocolo sobre su uso. Aquel día, Garzón recibió la llamada del interventor, que era “de servicio”, por lo que era “habitual” responder. Se interesaba por unos viajeros que iban a Pontedeume y sobre cómo entrar en aquella estación. En cualquier caso, respondió a su defensor, en ningún momento Garzón dejó de prestar atención a la vía: “Respeté todas las señales y las limitaciones que había en la vía”. La llamada lo desorientó y pensaba, según relató, que estaba en el túnel anterior.

En este punto, el maquinista agregó que “en todo momento” respetó “la indicación de las señales” y que los cartelones existentes no tenían “relevancia ninguna” al estar la señal avanzada en vía libre (lo que significa puede circular normalmente si no hay limitación o baliza), por lo que podía continuar a 200 km/hora. Tampoco podía visualizar con antelación suficiente la curva de A Grandeira ya que, tal y como definió su abogado, es una línea en la que hay “muchísimos túneles” y es “muy repetitiva y monótona”.

Prieto resumió todo el entramado con la siguiente pregunta: “¿Se podía llegar a 200 sin infringir ninguna norma?”, a lo que Garzón respondió: “No había ninguna limitación, ni ninguna señal, ni ninguna baliza, nada de nada” y además “era la velocidad permitida”. “No había ninguna señal que me dijera de reducir la velocidad”, insistió.

Se conoce que Adif instaló balizas en la curva después del accidente que reconducirían cualquier eventual exceso de velocidad, precisamente las medidas de seguridad que pedía el jefe de maquinistas de Ourense. El abogado hizo una pregunta sobre este punto: ¿Con esas balizas se habría producido el accidente? Garzón respondió al momento que “con las medidas y medios que hay ahora es imposible”, instante en el que se emocionó.

Al final de su declaración, que duró algo menos de una hora, Garzón volvió a pedir perdón a las víctimas. “Fue un accidente, no pude evitarlo” Estas fueron las últimas palabras de su declaración, con lágrimas en su rostro que no pudo contener.