“La he jodido”: primeras palabras de Garzón a un policía tras el accidente

Fue el primer agente que habló con el maquinista cuando lo auxiliaron, quien le aseguró que iba a 190 km por hora // Admitió el despiste, pero se quejó de la seguridad y la señalización de la vía
Juicio Alvia
Lorena Rey
testigos. El instructor del atestado por el accidente del tren Alvia y ahora comisario jefe de la Comisaría de Santiago, Cástor Vázquez, durante su declaración ante la jueza Elena Fernández Currás, este martes en la Cidade da Cultura. Foto: Xoán Rey / EFE.

Tras las declaraciones del maquinista Francisco José Garzón Amo y el otro acusado por el accidente del Alvia, Andrés Cortabitarte, en su momento responsable de la seguridad en la circulación del Adif, el día 6 y 13 de octubre respectivamente, este lunes fue el turno de los agentes de Policía Nacional. Fueron testigos de la tragedia, al ser los primeros en llegar a la curva de Angrois cuando descarriló el Alvia, junto con los servicios de emergencia que acudían a las vías sin conocer aún la magnitud del accidente.

El primer mando policial en llegar hasta el lugar del siniestro el 24 de julio de 2013 en Santiago en el que perdieron la vida 80 personas manifestó este martes en el juicio que el maquinista y acusado Francisco José Garzón Amo le dijo hasta en tres ocasiones “la he jodido” y que había estado circulando “a 190 kilómetros por hora”.

En la Ciudad de la Cultura que acoge esta vista oral, este testigo, que formaba parte de la brigada de A Coruña y fue nombrado específicamente para la seguridad de los días 24 (Fuegos del Apóstol) y 25 (Día de Galicia), indicó que un policía sacó al conductor de la máquina y lo llevó hasta donde estaba él. Y también relató que Amo tenía una herida sangrante en la cabeza y que se desplazaba por su propio pie.

Al preguntarle a Garzón qué había pasado, la respuesta fue “la he jodido”, y enseguida preguntó si había heridos. En ese momento, como este cargo lo encontró muy nervioso, le contestó: “Tranquilo, no te preocupes”, y la respuesta que obtuvo fue: “¡Cómo no voy a estar preocupado!”. Garzón fue atendido por los sanitarios, que aseguraron que había que evacuarlo, y por eso este superior encomendó a dos efectivos que le acompañasen para evitar potenciales agresiones.

Antes de eso, en los diez minutos que compartieron, el maquinista, que tenía un teléfono móvil, hizo llamadas, pero no sabe a quién ni el contenido.

El agente dibujó la dramática escena nada más llegar al accidente, con “médicos y enfermeros colapsados, policías haciendo de camilleros, gente vagando por la vía y otros tratando de salir de ella por unos taludes con ayuda de los vecinos. Ni con la radial que trajo un vecino éramos capaces de acceder a los trenes... Fueron momentos muy duros”, verbalizó nueve años después de lo que vio aquella noche.

El otro policía que lo custodió en su traslado al hospital destacó que otras de las frases del maquinista, surgidas de manera espontánea, fueron: “madre mía lo que he hecho”, “ojalá me pasara a mí”, y aparte que se había “despistado” y “perdido las referencias”.

El agente mencionó que Garzón estaba en “shock”, triste y preocupado, que se sentía “culpable”, que tuvo un despiste, y que la protección no era adecuada porque estaba “todo en manos del maquinista”.

Además, culpaba “también a alguien de seguridad de Renfe”, por esa llamada con el interventor minutos antes del descarrilamiento.

Tanto antes de llegar al coche como durante el trayecto, Garzón hacía uso de su teléfono móvil y habló con varias personas a las que, según la declaración del agente que le escuchó, les respondía: “He sido yo”. Sin embargo, en otra de esas llamadas, se había quejado de la seguridad de la vía.

Asimismo, un tercer agente declaró que, en su traslado al hospital, el maquinista “se iba lamentando con remordimientos”. “Nos dijo que se había despistado y que había perdido las referencias y que pensaba que estaba en dos túneles anteriores”. A preguntas del fiscal del caso, el efectivo indicó que Garzón Amo les explicó que no era la primera vez que hacía ese recorrido, que solía hacerlo tres veces por la semana, y que al salir de un túnel tenía memorizado reducir la velocidad, pero que perdió esa referencia. “Él lo asumía como su responsabilidad. La única dificultad es que no había señalización y que era rudimentario porque todo se basaba en él, pero no echó culpas a nadie”.

Consultado por la Fiscalía acerca de su trabajo en las vías, y visiblemente emocionado y afectado, éste efectivo policial prefirió no contestar a las preguntas sobre cómo estaban los viajeros que se encontró al llegar a Angrois. “Todos conocemos el calibre del accidente” se apresuró a intervenir la juez para poner fin a las calificaciones sobre “el estado psicológico de la situación”, ya que los anteriores si habían especificado la dramática escena vivida en Angrois.