La historia adelanta que Feijóo no hará grandes cambios en la Xunta

Tras ganar en 2012 apenas sustituyó a un conselleiro y en 2016 no tocó nada // Con una mayoría absoluta reforzada el 12-J no hay motivo para una revolución
Política
Roi Rodríguez
silencio absoluto. Feijóo, en la imagen antes del debate de investidura de 2016, no da una solo pista. Foto: F. Blanco

Una buena referencia podría ser mirar al País Vasco, donde ya está fijada para el próximo día 3 de septiembre la celebración del pleno en el que Iñigo Urkullu (PNV) volverá a ser designado lehendakari de la duodécima legislatura en Euskadi.

Urkullu será investido en una primera votación si finalmente fructifican las conversaciones entre el PNV y los socialistas para reeditar el pacto de gobierno que firmaron la pasada legislatura, ya que contaría con la mayoría absoluta de la Cámara gracias a los 31 escaños de los nacionalistas y los 10 del PSE-EE, que suman 41 de los 75 parlamentarios en el hemiciclo.

Una vez designado lehendakari, Urkullu tomaría posesión de su cargo el 5 de septiembre en la Casa de Juntas de Gernika ECG

Si es cierto que por sus obras los conoceréis, los precedentes más inmediatos llevan a pensar que el presidente de la Xunta en funciones, el popular Alberto Núñez Feijóo, no hará una revolución en profundidad de su Gobierno tras ser investido. Al menos, no al inicio de esta nueva etapa.

La semana pasada, la sesión de constitución del Parlamento dio una primera pista de sus intenciones de apostar por el continuismo de cara a la XI Legislatura. Miguel Santalices seguirá como presidente de la Cámara, mientras Diego Calvo repetirá como vicepresidente. La única sorpresa fue la entrada en la Mesa de Corina Porro.

Una tónica similar a la del Grupo Parlamentario Popular, donde Pedro Puy será una vez más el portavoz, con Miguel Tellado y Paula Prado de nuevo a su lado como viceportavoces, acompañados por la lucense Elena Candia, que fue en este caso la principal novedad.

Echando la vista un poco más atrás, después de ganar las elecciones en 2012, revalidando el cargo de titular de San Caetano por primera vez, el también líder del PPdeG sólo sustituyó a un conselleiro, concretamente en el área de Industria, en la que Francisco Conde tomó el relevo del vigués Javier Guerra.

En 2016 el de Os Peares no tocó absolutamente nada, si bien es cierto que en octubre del año anterior había hecho una remodelación en profundidad, desdoblando el departamento de Medio Rural e Mar en dos independientes y creando la Consellería de Política Social para acomodar la estructura al momento de recuperación económica.

Un meneo cuya explicación también tiene mucho que ver con el revolcón que poco antes había dado a los populares la irrupción del rupturismo en los ayuntamientos, en unos comicios locales en los que se habían hecho con las alcaldías de Santiago, A Coruña y Ferrol, entre sus plazas más relevantes.

Situación aquella que es muy diferente a la que dejaron los comicios del 12 de julio, con un PPdeG que salió fortalecido de esa cita aumentando su mayoría absoluta en el Pazo do Hórreo, hasta alcanzar los 42 escaños, con lo que tras 11 años de gobierno no sólo no acumula desgaste sino que incluso mejora. Un argumento más para no mover lo que funciona.

Ante esta fotografía, teniendo en cuenta que el ourensano se define como una persona “previsible”, no se aventuran demasiados motivos como para pensar en una revolución de su equipo. Con todo, el mandatario será una vez más fiel a su estilo y no dará ni una sólo pista hasta el último minuto, con lo cual tampoco hay certezas totales.

evitar filtraciones. Buen conocedor de como se manejan los tiempos políticos y mediáticos, Núñez Feijóo una vez más no va a dejar espacio a posibles filtraciones. “En once años de gobierno nunca se filtró el nombre de un conselleiro a los medios de comunicación”, recuerdan fuentes cercanas al presidente de la Xunta consultadas por este periódico.

Y es que habitualmente, el barón autonómico de los del charrán comunica sus nombramientos a últimísima hora. Incluso a veces el mismo día en que se tienen que registrar en el Parlamento. Poco amigo de las decisiones precipitadas, suele también agotar los plazos establecidos.

Además, su proceso antes de designar un puesto de responsabilidad pasa por reunirse con mucha gente, escuchando mucho y hablando poco, para sondear y testar al posible candidato sin desvelarle sus intenciones. En caso de tomar alguna decisión al respecto, Feijóo se lo hace saber al interesado cuando considera que el asunto puede ya ser de dominio público.

Un hermetismo que no rompe ni siquiera con su círculo más cercano. Valga el ejemplo de 2012, cuando Alfonso Rueda se enteró de que iba a ser vicepresidente la noche antes de ser nombrado.