Las alvarizas: una relación ancestral entre humanos y osos pardos a través de las colmenas

En Galicia hay unas mil construcciones, en su mayoría en O Courel, Os Ancares y Quiroga
Campo
Ángela Precedo
acceso. Pocas disponían de puerta de entrada. Foto: J.E.

El oso va a la miel. Esos grandes animales que, desgraciadamente, en nuestras cordilleras ahora casi solo se pueden ver en cautividad, que parecen grandes depredadores, de aspecto amenazante, lo cierto es que tienen como parte favorita de su dieta los frutos secos, las bayas, las frutas, las hojas, las raíces y, especialmente, la miel, aunque también se pueden alimentar de algunos roedores.

Y en Galicia la miel es un bien muy preciado. Las abejas encuentran las condiciones idóneas para trabajar en nuestras sierras del suroccidente de Lugo y Ourense, para dar como resultado una de las mieles más apreciadas de todo el territorio europeo, algunas incluso con denominación de origen.

Pero en el pasado, este producto no se obtenía sino con esfuerzos, no solo por mantener la actividad de las abejas, sino también para proteger los colmenares de los golosos osos. Hoy en día, quizá se optaría por reducir la población de estas fieras, pero, en el pasado, nuestros ancestros lo que hicieron fue convivir de forma natural con ellos. Y, para evitar problemas, en torno a los apiarios levantaron muros de mieda redondeados que hoy reciben el nombre de ‘alvariza’.

UBICACIÓN Y FORMA. Las alvarizas se crearon en un primer momento con ese objetivo fundamental de “proteger del ataque del oso a las colmenas, aunque en A Costa da Morte también se usaron para protegerlas de las inclemencias meteorológicas”, nos cuenta José Eiras Santorum, alias ‘Pepe’, delegado de la Asociación Galega de Apicultura (AGA).

A día de hoy, según detalla a este periódico, en la comunidad existen unas 1.000 alvarizas, que se distribuyen por puntos muy concretos: “esencialmente en la zona de Os Ancares, O Courel, la montaña de Quiroga, la zona leste de la provincia de Ourense, las zonas del sur de Ourense, el centro de Galicia y la Ribeira Sacra, Lalín y la zona de Candar, la zona de Tabeirós y la zona de A Costa da Morte”.

Por desgracia, “muchas ya se encuentran destruidas por la vegetación o en condiciones de poco aprovechamiento, a pesar de que se tratan de un patrimonio de la Humanidad, reconocido a nivel europeo”, por poner también en valor la cantería de la zona. “Se trata de una etnografía apícola singular en todo el continente europeo”, explica.

Las alvarizas llegan a seis o siete metros de altura en algunos casos, con muros de un grosor de entre 30 y 90 centímetros y salientes en la parte superior de 15 centímetros a cada lado, con una pequeña puerta de acceso o, directamente, sin puerta.

IMPULSADAS POR LOS MONASTERIOS. Por otro lado, es importante resaltar algo que poca gente conoce y que a muchos se les ha olvidado: “desde la Edad Media, las alvarizas, más que para la producción de miel, se utilizaban para la producción de cera, que era el sistema de iluminación que tenía la sociedad de aquella época, antes de la llegada de la electricidad”. Pues, tal y como explica el experto, “la cera era el elemento mágico para poder vivir en la Galicia medieval (y no tan medieval)”.

Precisamente por eso, muchas alvarizas fueron “propiedad e impulsadas por monasterios, en toda la franja de la Galicia central, tanto en la provincia de Pontevedra como en la Ourense, pero también en el monasterio de Moraima, en A Coruña, que fueron directamente beneficiarios de esos recursos que les proporcionaban las abejas”.

TODA UNA FRANJA ININTERRUMPIDA DE BRAGA HASTA GRECIA. No se trata de construcciones exclusivas de Galicia, pero sí que es en esta comunidad donde se concentran en gran parte. En el resto de Europa, “se puede dibujar una línea que va desde Galicia y llega a Grecia, encontrando muchas de estas construcciones dentro de los antiguos conventos de Braga, en los de Lugo y Astorga; esa línea coge el noroeste peninsular ibérico, los Alpes franceses, cerca de Niza, pasando a los Balcanes y encontrándose finalmente en Grecia”.

Pero sí hay un hecho muy curioso que se da en Galicia que no se da en otras partes: “se encuentran alvarizas en la zona de A Costa da Morte, con base entre Dumbría y Vimianzo, siendo estas las únicas creadas para hacer frente a las condiciones meteorológicas adversas, que llevaron a los apicultores de la zona a acudir a los canteros para que creasen muros defensivos”.

PREVISIONES DE FUTURO. “Este patrimonio es muy respetado a nivel internacional y también tiene que ser conocido por los gallegos, revalorizando todas estas zonas”, concluye Pepe.