Los científicos gallegos forman parte del paisaje investigador en la Antártida

España cuenta con dos bases a 13.000 km de nuestra tierra donde cada año, desde 2004, acuden equipos de trabajo del CSIC tras completar una intensa travesía a bordo del buque ‘Hespérides’
Ángela Precedo
la travesía. El buque ‘Hespérides’ de la Armada Española llegando a la Antártida. Foto: Comité Polar Español

Hasta allí la llevó un militar gallego, llamado Antonio Doris, natural de ayuntamiento de A Bola (Ourense), primo del constructor de la placa. Pero esta no es la única presencia de gallegos en el continente, ni de lejos. Y es que cada año, desde el pasado 2004, grupos de científicos procedentes de las universidades gallegas de Santiago y Vigo, así como de la sede del CSIC en Galicia, se van a pasar uno o dos meses en el continente helado formando parte de las campañas antárticas de investigación aprobadas por el Gobierno de España.

Allí, entre pingüinos y focas, tratan de desarrollar sus proyectos en el 1% de un territorio una vez y media más grande que Europa o Estados Unidos. En las dos bases correspondientes a España elevadas sobre un hielo que puede llegar a alcanzar los 4 kilómetros de espesor, y soportando temperaturas de menos de 93 grados bajo cero en las épocas más duras del año. Será por eso que la mayoría viajan allí en los meses de enero y febrero, pleno invierno aquí, en nuestro hemisferio norte, pero pleno verano allí, en el sur.

A bordo del buque Hespérides la mayoría de investigadores parten desde Cartagena hacia Chile y, de ahí, a destino, surcando el conocido paso de Drake, el lugar más cercano a la Antártida, desde donde se tarda menos tiempo en llegar: un día. Sin embargo, no todos llegan en tan poco tiempo, pues lo normal es que el viaje se demore incluso un mes. A veces es más el tiempo que toma llegar a la Antártida que el que los científicos pasan en la base.

MÁS DE UNA SEMANA DE VIAJE. Ese fue el caso de Juan Antonio Garzón, profesor de Física en la UVigo que, junto a uno de sus alumnos de doctorado, Damián García, fue el encargado de llevar al continente helado un detector de rayos cósmicos el pasado 2020. “Mi estancia en la base española fue corta, de unos 18 días”, recuerda, añadiendo que para llegar allí “fue un viaje de unos 40 días, con escala en Montevideo y en Punta Arenas, en Chile”

Otros, como el profesor Jesús Troncoso, han quedado tan maravillados con la experiencia que han decidido regresar en reiteradas ocasiones, hasta cinco, en su caso. “Las tres primeras fueron en 1995, 2003 y 2006 y las dos últimas en 2016 y 2017”, indica. Para él, “los preparativos empezaron mucho antes del viaje propiamente dicho”, ya que “unos meses antes hay que preparar todo el material para cargar en el barco, un procedimiento complejo porque en la Antártida no hay tiendas y, si nos olvidamos de algo, por muy insignificante que sea, no se puede reemplazar una vez allí”.

En su caso, también partió desde Punta Arenas en Chile, aunque hay otros que lo hacen desde Ushuaia, en Argentina, y, “una vez embarcados, la travesía dura unos tres días”, es decir, que “desde que uno sale de España hasta que llega a destino (aunque lo haga sin paradas por el camino), puede pasar una semana, en el mejor de los casos”.

Estas aguas son las más peligrosas del mundo, incluso para los intrépidos marineros gallegos, ya que en ellas la corriente y el viento giran sin que nadie los pueda detener. Es el conocido Cabo de Hornos, que se ha tragado ya a cientos de barcos en siglos pasados. Afortunadamente, hoy en día existen sistemas de predicción meteorológica para evitar surcar este mar en condiciones demasiado adversas.

EL PRIMER DESCUBRIDOR DE LA ANTÁRTIDA FUE ESPAÑOL. En un primer momento podría parecer que un entorno tan gélido y tan perdido no es natural de un español, de un gallego. Pero nada más lejos de la realidad, pues, dejando a un lado el hecho de que los gallegos siempre hemos sido grandes marineros, hay que destacar que en 1525, el español Francisco de Hoces se convirtió en el primer hombre es avistar estas aguas. El famoso pirata británico Francis Drake lo hizo 50 años después, pero como en aquel tiempo el Imperio Británico era más importante, se impuso sobre Francisco de Hoces y es por ello que hoy en día el canal lleva su nombre.

EL BUQUE ‘HESPÉRIDES’. La travesía de todos estos intrépidos investigadores parte en el buque de investigación oceanográfica Hespérides (A-33), con base en Cartagena y operado por la Unidad de Tecnología Marina, dependiente del CSIC. Pese a todo, por tratarse de un transporte militar está equipado con armamento propio: una ametralladora media, 14 fusiles de asalto de calibre 7,62 milímetros y cinco pistolas de calibre 9 milímetros.

Posee un casco fabricado en acero de alta resistencia y un sistema de propulsión diésel-eléctrico, que le da la capacidad para navegar durante periodos prolongados de tiempo --hasta 120 días o un total de 12.000 millas, que son 12 nudos marinos--, e incorporando incluso características de alta potencia para propósitos rompehielos, muy necesarias en medio del verano antártico.

En su interior, el buque cuenta con 11 laboratorios debidamente equipados, repartidos en 345 metros cuadrados y situados en las cubiertas principal e inferior. La investigación a bordo está dirigida y, a su vez, financiada por el Plan Nacional de I+D+i del Ministerio de Ciencia.

BASES ESPAÑOLAS CON PRESENCIA MILITAR. Por otro lado, por lo que respecta a la estancia de nuestros científicos en el continente helado, España dispone de dos bases en la Antártida. En la isla Livingston se ubica la Juan Carlos I, también dependiente del CSIC. Fue construida a finales de los años 80 y remodelada en 2008 para modernizarla, con tecnología de la NASA. Se trata de una base que alberga a decenas de científicos gallegos cada año, solo durante el verano, cuando las temperaturas mínimas no suelen bajar de los 15-20 grados.

Si seguimos hacia adelante, junto a la isla Livingston se encuentra una pequeña formación rocosa en medio del mar: es la isla de la Media Luna. Dispone de un microclima que provoca que el tiempo cambie súbitamente a peor. Pocas investigaciones se realizan sobre su terreno, en el que no hay asentamientos.

La siguiente es la isla Decepción, donde se ubica la base Gabriel de Castilla. Esta isla es el cráter de un volcán activo cuya última erupción se produjo en el año 1970. De color negruzco, debido a la ceniza, bajo ella se ocultan glaciares. Todo este terreno depende del ejército de Tierra, que permanece instalado de manera permanente en la zona, incluso junto a sus familias.

ARTÍCULO 4 DEL TRATADO ANTÁRTICO: GARANTÍA DE PAZ. “La Antártida se utilizará exclusivamente para fines pacíficos. Se prohíbe, entre otras, toda medida de carácter militar, tal como el establecimiento de bases y fortificaciones militares, la realización de maniobras militares, así como ensayos de toda clase de armas”. Así versa el artículo 4 del Tratado Antártido, lo que, reducido a una única palabra, significa: desmilitarización. Sin embargo, al ejército de Tierra español se le permite estar allí para servir únicamente en la protección de los científicos.