“Me temo que hasta 2022 no volveremos a la normalidad”

Educación
Santi Riveiro
En el GAiás, Lago con la vestimenta de los académicos de la Racef, cuando grabó su discurso. Foto: Malú López

¿Qué supone para un economista compostelano convertirse en el miembro más joven, actualmente, de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras?

Un orgullo y un honor. Aunque ser el más joven en un sitio es algo que se corrige pronto. Sorprendentemente pronto diría yo. Un día eres becario y cuando te das cuenta, estás jubilado. Siempre me lo han dicho y hoy lo hago propio: hay que aprovechar el tiempo que nos da la vida y no perderlo con tonterías.

Más allá de la proyección personal... ¿Qué se puede aportar a la economía española y gallega desde un organismo como es el Racef?

Estamos en un momento político difícil, con auge de populismos y extremismos, con excesiva fragmentación territorial en los discursos. Hace falta templanza, objetividad y vertebración. Los últimos 40 años han sido los mejores de la Historia de España. A veces parece que nos olvidamos que en los setenta éramos una dictadura, un país absolutamente centralizado, con un Estado del bienestar paupérrimo, unas infraestructuras viarias de tercera división, una Sociedad oprimida en cuanto a opciones vitales y personales. Hemos avanzado muchísimo, hasta situarnos entre los países más descentralizados, con una mejor democracia, con un mejor Estado del bienestar y más ricos. Por supuesto que debemos hacer autocrítica, reformar y mejorar. Pero tenemos que hacerlo desde un balance positivo que nos dé confianza en nuestra capacidad y permita distinguir lo que está bien y lo que no. Y hacerlo contemplando el conjunto de España. En esa función, la RACEF tiene un enorme potencial que hay que aprovechar en mayor grado.

¿Quién fue su valedor para que se convirtiese en académico?

José Antonio Redondo. Un persona muy apreciada en el Sistema Universitario Gallego, pero también en el mundo institucional por su inteligencia, pero también por su capacidad para resolver problemas e impulsar consensos. Su apoyo ha sido fundamental.

El otro día en la calle se le acercó un santiagués de pro, ligado al mundo de la educación y del baloncesto y le dijo... “yo ya os dije cuando os daba clase en el Eduardo Pondal que acabaríais siendo catedráticos tú y tus hermanos...”. Vaya si acertó, eh?

(RISAS) Gerardo Anllo nos aprecia mucho. Y el sentimiento es mutuo. Aunque no soy un especialista en estas cuestiones, yo creo que lo más importante es el entorno familiar. Las ambiciones y el apoyo de tu familia son absolutamente fundamental. El ambiente cultural que respiras desde que naces... Luego está el sistema educativo. Hemos tenido la suerte de crecer en la España democrática, en la que se apostó de forma decidida por inversiones públicas en educación. En tercer lugar, está la capacidad de escuchar los consejos de los mayores. Con el paso de los años te das cuenta de que las situaciones que vives son muy parecidas a las de quienes te precedieron. Escucharles es la mejor forma de evitar errores graves. Finalmente, el esfuerzo: hay que desarrollar la capacidad de estar sentado muchas horas al día. En definitiva, suerte y esfuerzo.

Acaba de presentar la Xunta los proyectos Next Generation ‘made in Galicia’. ¿Cumple con las recetas que extendieron como asesores expertos para elaborar medidas que superase la pandemia?

Sin duda, el llamado Polo Transformador de Galicia de la Xunta encaja perfectamente con la idea de los proyectos tractores que el grupo de expertos manejó incluso antes de que naciese el NGEU. Confío plenamente en que el Gobierno central apoye y la Xunta sea capaz de concretarlo. Aunque me gustaría destacar también lo que hace el proyecto de las baterías que impulsa Zona Franca de Vigo y el Centro Tecnológico de la Automoción, absolutamente pertinente y fundamental para el futuro de leste sector en Galicia; y los proyectos impulsados desde el sistema universitario gallego. La crisis ha hecho que concretemos ideas y proyectos del mayor interés. Una de las pocas cosas buenas que nos ha traído la pandemia.

La COVID ha traído muchos cambios, pero creo que usted defiende como fundamental para Galicia la revolución digital... ¿Por qué?

La digitalización es particularmente importante para Galicia porque nos permite superar dos debilidades al mismo tiempo. En el mundo digital el concepto de periferia se difumina. Desde Galicia puedes estar haciendo las mismas cosas que desde Londres, Berlín o Madrid, pero con mayor calidad de vida y evitando los costes de la congestión. Y en segundo lugar, permite compactar la población. Si las redes de telecomunicaciones son buenas, fibra óptica y 4/5G, la dispersión como problema pierde relevancia.

Si tuviese que definir dónde está el mayor potencial de Galicia... ¿De qué me hablaría?

Del medio rural, sin duda. Es un disparate la existencia de cientos de miles de hectáreas de tierra fértil abandonada.... Galicia es un paraíso con una extraordinaria dotación de recursos naturales, de saber hacer en muchas empresas de base familiar, con un sistema universitario bueno en España... Por otro lado, los alimentos de calidad, el medio ambiente, la circularidad, las energías renovables son las opciones de futuro identificadas por la Unión Europea. Tenemos que trabajar todos juntos para concretar ese potencial.

¿Y su peor lastre?

Voy a arriesgarme. A los gallegos a veces nos falta creérnoslo. No es cuestión de presumir, es cuestión de confianza y autoestima. Tenemos empresas estupendas, grupos de investigación punteros, músicos y actores maravillosos, deportistas... también nos falta capacidad de cooperar y colaborar, con óptica de país. Pesan demasiado los localismos. Con un poco más de autoestima colectiva y con una mayor vertebración social y política pasaríamos a jugar en otra liga.

¿Cuándo cree que podremos empezar a hablar de la Galicia postpandemia? Hagamos economía-ficción... ¿Cómo será?

¡Esta es pregunta para un epidemiólogo! Ellos son los que tienen las claves en estos momentos. En todo caso, parece que mientras no tengamos a casi toda la población vacunada y podamos abandonar las mascarillas como atrezzo estructural, no podremos hablar de postpandemia. Así que, me temo, hasta el año 2022 no volveremos a la normalidad; si bien, creo que el segundo semestre de este año será ya mucho mejor para todos. A partir de ahí, me parece que la mayor parte de las cosas volverán a ser como antes. Los mayores cambios que han venido para quedarse son el teletrabajo y la digitalización y el mayor aprecio por vivir con más metros aunque sea más lejos del centro.