‘Próxima etapa: medrar en familia’: la oportunidad que los niños con necesidades especiales se merecen

La Xunta y la Fundación Meniños animan a todos los gallegos que estén pensando en adoptar a ofrecer un hogar a estos pequeños // En este momento hay diez menores con dos o más hermanos, con entre 8 y 17 años o con algún tipo de discapacidad o enfermedad, a la espera de tener unos ‘nuevos padres’
Adopción
Ángela Precedo
De izq. a drch.: Carmen Suárez, madre de cuatro niños con necesidades especiales por ser un grupo de hermanos; Jacobo Rey, director xeral de Familia, Infancia e Dinamización Demográfica; y Mónica Permuy, directora de la Fundación Meniños. Foto: ECG

“Los seres humanos somos una especie preparada para cuidar, está en nuestro ADN, es algo biológico que, por las circunstancias de vida actuales de muchas familias, resulta difícil”, explica Mónica Permuy, psicóloga y directora de la Fundación Meniños, institución que trata de dar a niños con necesidades especiales –ya sea porque presentan alguna discapacidad, porque son más mayores de lo que es habitual o porque son grupos de hermanos– un hogar, una familia que les quiera y les apoye, les ayude a medrar y a la que dar y de la que recibir ese cariño que, en muchas ocasiones, les ha faltado.

“Nosotros partimos siempre de lo mismo: todos los niños tienen derecho a vivir en familia, por lo que adoptar no se trata de un capricho de los adultos, sino que está fundamentado en las necesidades de la infancia”, explica Mónica, que asegura que “la familia es igual de importante para la vida que la nutrición, el tener personas que les den afecto y protección”. Así, a través de la adopción se ofrece a los pequeños una segunda oportunidad, tratando de reparar los daños generados por la desprotección que sufrieron. Y, para hacer un llamamiento a todos aquellos futuros padres dispuestos a acoger a niños que los necesitan en sus vidas, la Fundación Meniños en colaboración con la Xunta lanza la campaña ‘Próxima etapa: medrar en familia’.

Estos pequeños llevan, inevitablemente, su mochila a cuestas, una carga con la que las familias adoptivas deben lidiar. Pero, en todo ese proceso, nunca estarán solas, pues desde la organización se les proporciona siempre el asesoramiento de expertos y técnicos que les ayudan en cualquier duda que puedan tener durante su adaptación a esta ‘nueva vida’, de principio a fin. Mónica se muestra convencida de que “en Galicia hay muchas familias que desean adoptar”, pero, muchas veces, por desconocimiento no lo hacen, de ahí “la importancia de que sepan que no estarán solas, que tienen siempre nuestro refuerzo”.

También destaca que “no se busca un tipo de familia específico”, sino que “estamos abiertos a todo tipo de perfiles –familias monoparentales, parejas de diferentes características, otras que ya tienen hijos...–”, porque también hay todo tipo de niños y casos, por lo que para cada cuál hay su igual. Los rangos de edad de los padres con los que suelen trabajar, eso sí, están entre los 30 y los 55 años, porque “es importante también que haya una consonancia entre las edades de los niños y de los padres”.

Sobre los trámites que se deben llevar a cabo, no resultan nada complejos y, tal y como destaca Jacobo Rey, el director xeral de Familia, Infancia e Dinamización Demográfica, “no se dilatan más allá de año y medio, lo mismo que un embarazo biológico, en el que los padres valoran el momento adecuado para tener al bebé y luego la gestación se demora nueve meses”.

En primer lugar, se debe pasar por un proceso de idoneidad, para adecuar cada familia a los niños que mejor podrían encajar con su forma de vida. Todos los meses la Xunta lleva a cabo reuniones informativas en todas las provincias para las familias que estén pensando en esta posibilidad, inscritas en el portal gallego de adopciones. Con posterioridad, se hace una reunión para aquellas que lo tengan claro más intensiva en Santiago, de tres días de duración, para profundizar en diversas cuestiones.

Actualmente, en la Fundación Meniños hay diez menores con necesidades especiales en espera de familia adoptiva y 28 que ya están en el proceso de ajuste en familia o de adopción. “Esto demuestra la gran bondad y solidaridad humana”, destaca Mónica, haciendo hincapié en que, en este último y difícil año de pandemia, prolongado en el tiempo 17 meses, se logró incorporar a una familia a ocho niñas y niños.

“CUANDO SON MAYORES VIENEN CON GANAS DE QUE LES QUIERAS”. “Fácil no es”, asegura Carmen, una compostelana que, junto a su marido, hace ya cinco años, decidió adoptar a cuatro hermanos. “Los niños, cuando llegan, traen su mochilita, y hay que acompañarlos, y los papás no estamos preparados por más cursos que nos den, que son muy positivos, pero la realidad es la realidad”, explica.

En su caso, alguno de los niños ya se encuentra en etapa adolescente, aunque cuando llegaron tenían todos menos de diez años, y eso lleva a que a veces “surjan dificultades”. Pero todo se olvida cuando piensa en aquel bonito momento del primer encuentro: “había muchos nervios, pero fue muy emotivo y vivimos en una luna de miel una temporada”.

Luego llega la realidad: “pasar del silencio al ruido, del orden al desorden... Adaptándonos al ritmo de evolución de cada niño, porque a unos les llevó más tiempo que a otros... No estaban acostumbrados a tener siempre a las mismas personas como papá y mamá y les costó aprender a vivir en familia”. Ahora, Carmen se emociona solo con oír la palabra ‘mamá’ de su boca y verles la cara de felicidad en cada momento que pasan juntos.

Todo su procesó arrancó tras varios intentos con tratamiento de fertilidad que no tuvieron éxito. Empezaron a informarse sobre lo que conllevaba el proceso de adopción y, aunque en un principio no se animaron, tiempo después decidieron retomar la posibilidad y este fue el resultado: la llegada a su vida de cuatro niños y la mejor decisión que pudieron haber tomado.

“Nunca pensamos en adoptar a un grupo de hermanos”, indica Carmen, aunque afirma que “teníamos claro que no queríamos un bebé, dada nuestra edad, porque creíamos que sería más fácil acercarse a ellos si no había tanta distancia de años”. Pensaban, más bien en dos hermanos, pero, cuando desde la Fundación Meniños les propusieron un grupo de cuatro, pese a que al principio “nos entró un poco de pánico y, después, también”, decidieron aceptar, porque “es una experiencia única”.

Tras cinco años de convivencia en los que pasaron muchas cosas de por medio –”desde el cambio de coche, porque ya no cabíamos todos en el que teníamos”, hasta el “cambio de casa, para incorporar más habitaciones”–, Carmen puede decir a día de hoy que “son niños fantásticos, con muchísimo amor y cariño en ambos sentidos, porque ellos también se preocupan por nosotros”.

“Cuando son mayores vienen con ganas de que los quieras”, asegura, incidiendo en que ya no se trata de que la Xunta quiera buscarles una familia, sino que son ellos mismos los que “sí tienen ganas de tener papá y mamá, alguien que los guíe”.

Ahora Carmen y su marido se han convertido en un ejemplo a seguir, y animan, sin dudarlo, a todos esos padres que estén pensando en iniciar el proceso de adopción a que lo hagan, para dar “a los niños la oportunidad que merecen”, de la que ellos también sacan “una experiencia muy positiva”.