Misioneros de toda España pasaban dos años en el convento antes de hacer las Américas, y volvían para sus vacaciones

Saqueo de tropas napoleónicas o cárcel para los clérigos liberales

Historia
Ángel Seijo
Las vistas desde cualquier parte del recinto son espectaculares. En la imagen superior puede verse a lo lejos la enorme palmera centenaria, heredera de la que trajeron los frailes en la Edad Media desde Palestina. Foto: Jesús Prieto

El Convento de Herbón pasó en sus siglos de vida por muchas vicisitudes, aunque en los períodos más prolongados estuvo dedicado a vida de retiro, hasta el año 1700, y a colegio de misiones, que finalizó en 1835. Incluso pasó medio siglo sin frailes. Pero tuvo también etapas gloriosas en las que fue uno de los grandes de España. La tradición decía que ningún religioso podía irse a las misiones de América si antes, “durante al menos dos años, no hubiese morado en estos colegios”, como se recoge en un librillo de Martín Carbajo Núñez sobre los seis siglos de historia del convento. También se hace mención a la gran labor de los misioneros y al cariño que les profesaba la gente del lugar. “Se non te convirte un frade de Herbón, non tes perdón”.

Entre las muchas contingencias sufridas, tuvo que soportar el saqueo por parte de las tropas de Napoleón, en 1809, ya que los frailes franciscanos no eran precisamente partidarios de la invasión. “En púlpitos y confesionarios, pública y privadamente alarmaban a los pueblos contra el tirano Bonaparte”. Y fue utilizado por parte de la “autoridad civil”, a principios del XIX, “como cárcel para clérigos liberales”, como detalla Martín Carbajo.

El convento tuvo una importancia crucial como seminario, hasta 1992. “Fue la raíz misionera de Galicia”, recuerda el padre Honrubia, “pero venían aquí de toda España”. También realizaban el recorrido inverso, pues llegaban a Herbón después de “hacer las Américas. Cada dos años los misioneros tenían un mes de vacaciones y lo pasaban aquí”, después de un largo e incierto viaje de regreso a España.

Hoy la vida en el convento lleva cadencia propia, aunque los frailes se mantienen siempre activos con mil ocupaciones. Este día a día parsimonioso se rompe entre los meses de abril y octubre, cuando acogen campamentos de colegios y visitas de escolares o de boy scouts. Como albergue, hay una zona cedida a la Asociación de Amigos del Camino de Santiago. Ese cambio de ritmo, en primavera, no molesta en absoluto a fray Honrubia. Todo lo contrario, le encanta el bullicio que provocan los jóvenes moviéndose por el convento. Todos los gastos corrientes que supone una propiedad de este tamaño se financian con las pensiones de los tres frailes, junto con los ingresos del campamento y los del culto. Suficiente para ir tirando en el día a día, sin lujos. Las obras extraordinarias las sufraga la orden franciscana. Y también se realizaron rehabilitaciones con dinero de la Xunta, algo que agradecen especialmente.