ESPECIES CURIOSAS. Sorpresa en la lonja de Ribeira ante un ejemplar de 75 kilos de luna real, el único pez de sangre caliente // La protagonista fue también una quimera, que tiene muchos fotorreceptores para optimizar su visión en el fondo del mar // Hay una araña que también es marisco TEXTO Suso Souto

Cuando el mar se empeña en sorprender

Pesca
Suso Souto
ARAÑA. También conocida como langostilla roja.

En la lonja de Ribeira (la más moderna de Galicia, motor del puerto de bajura más importante de Europa) todo sucede muy a prisa. Los subastadores cantan cifras a una velocidad inigualable para el común de los mortales. Entran y salen cajas en medio de un gran bullicio del que forman parte más de 150 empresas compradoras, más de 50 personas que hacen allí distintos trabajos y tripulantes de las 400 embarcaciones que hay censadas.

Pero, de vez en cuando, el tiempo se detiene y se hace el silencio. Ocurre cuando alguien descubre una especie rara, extraña, curiosa o desconocida. Es entonces cuando los operarios llaman a consultas a los marineros más ilustrados: “¿Esto qué es?”, les preguntan.

En las últimas semanas el tiempo se ralentizó en la lonja ribeirense al menos en cinco ocasiones, tal y como explican los gestores de la misma a través de su página web.

Una de ellas fue ante un espectacular ejemplar de Luna Real (Lampris guttatus) de 75 kilos de peso. Algunos de sus nombres comunes son opah, cravo, pez sol, pez luna, pez real, luna real o isabelita). Es una especie lampriforme pelágica de aguas profundas. La denominación del género Lampris proviene de la palabra griega Lampros, que significa brillante o claro, mientras que la designación de la especie en latín guttatus significa con manchas, y hace referencia a las que tiene en el cuerpo.

Se trata de un pez carnívoro, come peces medianos y pequeños, calamares, gambas... Es de hábitos diurnos y puede alcanzar hasta dos metros de longitud y un peso máximo de 270 kilos. Como curiosidad cabe decir que es el único pez homeotermo, es decir, que tiene sangre caliente, lo que le permite ser más rápido que sus presas en aguas frías. Produce calor a través de la agitación constante de sus aletas pectorales, en forma de ala.

Otra especie que raramente se deja ver es la quimera común (Chimaera monstrosa). El nombre lo dice todo y se debe a su parecido a las míticas quimeras de la mitología griega (seres monstruosos voladores, híbridos entre un león, un macho cabrío y un dragón). Es un pez holocéfalo (del griego holo-cephalo, que significa todo-cabeza). Destaca por su gran cabeza protuberante, con una cara grotesca debido a la apariencia que le dan los dos canales mucosos. La mandíbula superior está fusionada con el resto del cráneo. Dispone de una larga cola fusiforme, que es característica de muchos de los peces de las profundidades, y tiene los ojos de color verde fosforescente, con una gran cantidad de fotorreceptores para optimizar su visión en el fondo del mar.

Tiene una púa en la parte delantera de la espina dorsal con la que puede ocasionar heridas e, incluso, inocular veneno a los depredadores. Tiene un ciclo de vida muy lento, llegando a la madurez sexual entre los 11,2 y los 13,4 años, aunque puede llegar a vivir hasta los 30.

Igual de rara es la Oblada, pese a su parecido a otros animales marinos más habituales. Sin embargo, es la única especie que existe en su género. Su nombre procede del latín oblatus (ofrecido) en referencia a su cuerpo delgado comprimido, como el pan de las hostias consagradas u obleas, con las que se comulga.

La que sí se había visto otras veces por la lonja, aunque no en semejante tamaño, es la piarda. La más habitual, la Atherina presbyter, no pasa de los 20 centímetros, pero la que entró en las redes hace unos días medía 30. Se trata de una Argentina silus (comunmente, pez-plata o tomasa), que puede llegar hasta los 70 centímetros y alcanzar los 35 años de edad. Es un pez batipelágico de comportamiento demersal (es decir: vive cerca del fondo). Es de creciemiento muy lento y sirve de alimento al congrio, la merluza o el pez espada, entre otros.

En el arte del arrastre los marineros se encuentran por temporadas con un marisco no muy conocido para el consumidor, aunque sí para las gentes del mar. No son santiaguiños ni cigalas, aunque se parezcan. En Ribeira se conocen como arañas o langostillas rojas.

Ya pueden alinear las cejas.