Alberto Núñez Feijóo

Abel Veiga

SIEMPRE he querido, sentido y compartido un profundo ideal de respeto a nuestras instituciones. Como politólogo y jurista lo he llevado a cabo a lo largo de mis años. Las instituciones se respetan, también a las personas que las encarnan, porque haciéndolo, nos representan a todos. Lealtad democrática más allá de las ideologías de cada uno. Todas son respetables si con ella, la libertad, la justicia y la búsqueda de la verdad son las brújulas que mueven las estoldas del servicio público.

Porque en esto sí, en vocación de servicio a su país, servicio público, a Núñez Feijóo pocos ganan. No se puede pedir mayor entrega, generosidad humana y familiar, más allá de ser –que lo es– un político de raza, donde la inteligencia y la audacia, el don de la oportunidad reman e insuflan velas a favor. Y se hace desde la sencillez, desde el sentido común, buscando lo mejor de cada quién, de los suyos y los otros. Este hombre lleva la política en sus venas, el sentido de país, de lealtad por encima de siglas e identidades, porque solo así se construye.

Trece años de gobierno, cuatro de oposición lejana a veleidades y frivolidades, dos años en el gobierno de Fraga, ocho en los de Aznar y toda la etapa anterior cerca de Romay Becaría, atesoran y acrisolan una trayectoria y un conocimiento de la gestión pública, del arte y regateo de la negociación política y parlamentaria que hoy pocos tienen en este país. A los puestos, a los gobiernos se llega con callo, con formación, con confrontación y sabiendo lo que es gestión y sobre todo, gestionar. Saber lo que es un presupuesto, lo que es crear una orden, una norma, una rp y muchas otras cosas, amén de cintura y estatura que entienda, conozca y comprenda de verdad y en verdad los problemas de la gente de la calle. Saber escuchar es una virtud, escucha activa, pasiva e integral.

Y desde ese respeto institucional y a la persona que también he tenido a todos los presidentes de la Xunta y máxime en su adiós porque entiendo que cada uno da lo mejor de sí mismo cuando está en estos tiempos y gobernar y gestionar no son tareas fáciles ni tampoco siempre cómodas, solo el tiempo, dueño y señor de relativizar panegíricos grandilocuentes y neófitas críticas desaliñadas y profundamente injustas, pone a cada uno en el puesto que corresponde.

Entregarse a Galicia ha sido, es y será algo que los gallegos, sin que aquélla nada pida, sublime, generoso y obligado, porque la sentimos como “terra nai”, “nai e Señora”. Solo nosotros, los gallegos, podemos entenderlo, vivirlo y sentirlo. Feijóo lo ha hecho estos años. Nadie tiene credenciales de mejor y mayor galleguismo ni es patrimonio de unos pocos. Cada uno nos sentimos gallegos como nosotros mismos podemos hacerlo. Sin que el otro moleste ni estorbe.

Galicia la construimos entre todos. Y eso sí, hace falta liderazgo. Algo que escasea en este ruedo ibérico, timorato y en no pocas ocasiones, quebradizo de memoria y de agradecimiento. Feijóo ha sabido liderar Galicia durante trece años. No se ganan cuatro mayorías absolutas así como así. Ensanchar el campo de voto y aceptación-aprobación del electorado no todo él íntegramente de su partido, significa reconocimiento, valoración y confianza depositada en lo hecho y por hacer. Ese es el gran aval que ganó tres elecciones después de ganar en marzo de 2009 la primera de todas.

No desvelo nada personal cuando hace unos meses me escribió anunciando la reducción de las tasas de abandono escolar, y concluía “solo por esto mereció la pena ser presidente”. Ese es y ha sido nuestro presidente.

Se acaba un ciclo único en la vida política de una persona sencilla y de origen humilde, ser presidente de tu tierra, de tu “país”, de tu región. A partir de ahora empieza una etapa diferente pero donde el bagaje y la claridad conceptual, el liderazgo natural y el profundo sentido de Estado, de lealtad a los valores democráticos y plurales, de compromiso y convicción, coherencia y credibilidad hacen de él un líder y un político total, de decisiones y actuaciones. No esperen ni demagogias ni frivolidades. De eso ya hemos tenido suficiente.

Gracias por lo hecho. Gracias por representarnos a los gallegos y a España. Aciertos y errores van en la gestión. Pero, sin duda, priman y brillan los primeros. Humildad y generosidad, política, humana y familiar. Hoy más que nunca, también familiar.