Balteira

Firmas
Xurxo Fernández

Uno de mis libros de cabecera, desde que se publicó, en diciembre de 1991, en Tusquets, es el llamado La bella del dragón, subtitulado De amores, sabores y fornicios. ¿Qué y de quién era? Pues bien. Era, ni más ni menos, uno de los muchos volúmenes que el amigo César Antonio Molina (artífice del Instituto Cervantes, exministro de Cultura y muchísimas otras cosas que no caben aquí por falta de espacio) había compilado de la extensa y dispersa obra periodística del maestro Álvaro Cunqueiro. Este ramillete de rosas rojas como la sangre estaba extraído, muy concretamente, de las revistas de muy breve duración llamadas Bazaar y Primera Plana. Uno de los capítulos trataba del complejo rey Alfonso X el Sabio (Del sabio Alfonso y sus cantigas). Confiesa el mindoniense que, en una comida entre cofrades de la orden correspondiente al mencionado, y mientras le miran las tetas a la camarera, le suelta a su vecino, un filántropo galardonado, unos versos: “Fun eu a poer a mao noutro dia/ a unha soldadeira no covón...” Su contertulio eventual se sorprende, y confiesa su creencia de que el venerado dirigente es autor celebrado sólo a cuenta de las grandiosas Cantigas de Santa María. El poeta le saca de su engaño, y le cuenta cómo “el mismo rey no dejaba de tratar con soldaderas como la famosa María Balteira, a la que daba madera para construir una casa...”

LA JUGLARESA. El autor de Merlín e familia se extiende en precisiones valiosas, como la que afirma que “Llevaba con ella siempre, a lomo de mula, un baulito con cosméticos y con hierbas que daban el apetito venéreo..., y cuando reapareció estaba más joven que antes, más frescachona, más esbelta de cintura, más redonda de pechos, y ahora con la manía, antes de irse a la cama, de hablar de amor...” Bien. Pensando en la famosa soldadera, a quien sus colegas juglares tanto cantaron, diremos que se supone que todo cuanto laudaron de ella era exagerado, y no hay forma humana de reconstruir la verdad. Pero sale ahora un libro precioso, interesantísimo, de María López Villarquide, llamado precisamente La juglaresa, que ha editado Espasa, y cuya protagonista es, precisamente, la Balteira. Su perspectiva es libre, aunque muy bien documentada. Nos plantea múltiples problemas. ¿Fue amante del Rey Sabio? O bien: ¿era en realidad la enamorada, fíjense bien, del verdadero ídolo venéreo de la reina Violante (para muchos, era quien realmente mandaba), el muy conocido, también, como poeta y juglar Pedro García d’Ambroa? En resumen: una historia apasionante en una época complejísima, comandada por el controvertido Sabio, su padre Fernando III el Santo o su suegro Jaime I el Conquistador...