Cuchilladas en el socialismo gallego

Luis Pérez
A Praza de Galicia require humanizarse a fondo. Foto: Fernando Blanco

El PSOE coruñés ofreció esta semana un espectáculo bochornoso, vergüenza ajena, falto de ética e incluso de dudosa legalidad en algún aspecto al que referiré. Veamos. Formalmente, la alcaldesa Inés Rey retiró de manera fulminante a la concejala Eva Martínez las competencias de gobierno asignadas, dejándola a dos velas salarialmente. La causa fue no dar palo al agua, además de practicar un contumaz desacato. La destituida, nada menos que la jefa local del socialismo coruñés y del sector Caballero, reaccionó inmediatamente afeando a la alcaldesa y resto de ediles socialistas, siete, de no apoquinar al partido las cuotas. “Nadie está por encima del partido”, se revolvió la agraviada, a lo que cabría añadir, en línea con el pensamiento Luis XIV, en esta plaza “el partido soy yo”. Sólo faltaban las navajas.

No voy a entrar en quién tienen razón en la disputa cainita. Es pataca menuda, como diría Diego Bernal que había dicho Caneda, el expresidente que llevó al Compos a Primera, obviamente en clave humorística propia de placentera sobremesa. El fondo es mucho más preocupante. En primer lugar para los propios socialistas y por extensión para todos los gallegos, como partido de clara vocación institucional que lo fue hasta el presente. Rechina el planteamiento de superioridad partidaria que hace Martínez Ocón, pues por encima de la organización debería situar al Ayuntamiento, institución de todos los herculinos, y no digamos los derechos individuales, los derechos humanos en definitiva. Decía que en el asunto podría haber visos de ilegalidad toda vez que imponer a los cargos públicos a satisfacer una cuota suplementaria detraída del salario que perciben de la institución anima a subirse el sueldo para desviar una parte al partido. O sea, financiarse con los impuestos de los ciudadanos. Es una película muy vista. Cosa diferente sería si las aportaciones fueran voluntarias.

El fondo del feo asunto es más inquietante. El poder institucional gallego está, salvo la Xunta y Diputación de Ourense, sobre todo en manos socialistas. Los barones locales y provinciales aparentan estar con Sánchez y Caballero. No podría ser de otra forma, pero la incomodidad es evidente. Cierto que falta para los municipales, aunque dos años y medio vuelan. Y a día de hoy, el secretario general de los socialistas gallegos lleva gravada en la frente la señal de perdedor. Puede cambiar su suerte. O ir a peor. No le ayuda exhibir un sanchismo mayor que el de Sánchez, máxime en este momento, con unos presupuestos lesivos para Galicia y el polémico acuerdo con Bildu, aupado el brazo político de ETA a la “dirección del Estado”, en palabras del vicepresidente Iglesias y justificadas por el presidente.

La contundente acción de la alcaldesa coruñesa la veo en esa clave: distanciarse de los bandazos de Sánchez y de su escudero Caballero para centrarse en su ciudad. Es la primera pero no será la última.