Darias mete la pata, o no

Luis Pérez
Felipe VI inauguró el I Congreso Mundial Xacobeo. Foto: A. Hernández

LOS persistentes rumores sobre cambios en el Gobierno probablemente dejen pronto de serlo para convertirse en realidad. Lo anticipó hace unas semanas la flamante heredera de Iglesias, la ferrolana Díaz, cuando anunció que la legislatura comenzaba ahora. La crisis política en ciernes coincide en el calendario con el tercer aniversario de la asunción de Sánchez al Gobierno, celebración acompañada del tarifazo eléctrico y un balance de tres años de mandato que solo Rajoy aplaudirá. Excluyendo la pandemia, la peor gestionada de Occidente tanto en lo sanitario como en lo económico, el trienio ha sido de retroceso general, con especial muestra de ineficacia en la crisis con Marruecos y el suicida propósito de negociar con el independentismo catalán, cuyos dirigentes confunden a sabiendas negociación con cesión, aunque alargarán el paripé porque tanto ellos como el PSOE y Podemos saben que mientras dure la función seguirán en el poder.

Con esta música de fondo el Gobierno continúa la estrategia sobre la gestión de la pandemia. Ahora, cuando la curva se aplana a ras de suelo, entra como elefante en cacharrería para imponer unas normas que corresponde dictar a cada administración autonómica. Mientras tanto no ejerce sus responsabilidades donde tiene competencias. Por los aeropuertos entran como perico por su casa las variantes de todos los virus habidos y por haber o quiere imponer restricciones a sectores económicos ya muy castigados sin compensarles con ayudas, como advierten organismos internacionales. España lidera en Europa la escasez de apoyo directo a las empresas.

Hay muchas dudas jurídicas sobre las competencias del Consejo Interterritorial de Sanidad. El asunto es carne de tribunales, pero mientras tanto habrá que apelar a la sensatez. Acordaron que sus decisiones se tomaban por consenso pero el Gobierno, incapaz de lograrlo, cambió al modo de las mayorías y aun así sobre la última decisión votaron a favor los que no representan ni a la mitad de la población. No es justo que el voto de Andalucía, con 8 millones de habitantes, tenga el mismo valor que La Rioja, con 315.000.

La errática política sanitaria del Gobierno nos induce a pensar que la ministra Darias, de perfil más bajo que su antecesor Illa, metió la pata. Sus propuestas solo sirven para castigar al sector del turismo y la hostelería, porque de la salud se encargan otros. Por eso, si hay cambios en el Consejo de Ministros, es candidata segura a dejarlo. Y si así no ocurre habrá que entender que el enfrentamiento con las autonomías viene de más arriba. O sea, del asesor Redondo, quien habrá convencido a su jefe que politizando la pandemia se olvidarán los indultos y la mesa de negociación, esa que considera igual al Gobierno de la nación que el de una comunidad autónoma. En este caso, la ministra merece premio.

Trasladado el asunto al ámbito político gallego, no sorprende el apoyo entusiasta de Caballero a que desde Madrid se controle todo, máxime cuando despuntan potenciales competidores suyos en el horizonte -Besteiro, Miñones,...- pero extraña más la suspicacia de Pontón ante la posición del presidente de Galicia. Ah, si fuera de Galiza...