Dolores

Firmas
Xurxo Fernández

Encabezando el último libro de Dolores Redondo nos encontramos con una frase muy significativa de James Ellroy, perteneciente al epílogo de su obra maestra La dalia negra. Dice así: “La historia es mi musa. Reescribir la historia bajo mis propios requisitos es mi trabajo como novelista. Yo distorsiono, reviso, reimagino y saqueo la historia, y la vuelvo a recomponer como una pintura a gran escala...” La lectura del perro diabólico de las letras norteamericanas siempre nos ha servido como una suerte de faro que nos ha puesto al tanto de la situación de los lugares más funestos y de los personajes más abominables de que hayamos tenido noticia. El lucidísimo narrador llegó, incluso, a escribir (tras pensárselo media vida) sobre el asesinato de su propia madre... Nuestra queridísima amiga Dolores ha hecho, en esta última obra, profesión de fe de esa afirmación tan sólida y nos regala algo que se llama Esperando al diluvio, y acaba de ser editado por Destino. Todos ustedes la han leído antes. Ella es, como dijo en alguna oportunidad Carlos Ruiz Zafón, la reina del thriller literario. Lo demostró en su iniciática Trilogía del Baztán (El guardián invisible, Legado en los huesos y Ofrenda a la tormenta), que mutaron en materia cinematográfica (en Netflix), y lo hizo asimismo en aquél cuadro galaico con el que ganó el Planeta, Todo esto te daré, y en La cara norte del corazón...

DE GLASGOW A BILBAO. En esta última, la narradora de Donostia echa mano de un caso muy famoso que jamás fue resuelto, pero con el que juega... y gana. Hace lo mismo de Ellroy. Basándose en detalles precisos y exhaustivos, rescata a un personaje que fue (o es) un asesino en serie especialmente bestia, que odia hasta extremos inimaginables el olor de la sangre menstrual y que inicia su abominable carrera en Glasgow entre 1968 y 1969. La prensa escocesa lo bautizará como John Biblia. Se destinan a su captura un elevado número de policías, pero nada de lo puesto en marcha dará resultado. Aunque años más tarde, a comienzos de los ochenta, un investigador obsesionado con el caso, Noah Scott Sherrington, siguiendo docenas de pistas y su peculiar intuición, muy proclive a las corazonadas, casi le echa el guante. O, más bien: sí que lo atrapa, pero en ese momento (y no diré nada más al respecto) el policía sufre de un ataque de... ¡¡¡muerte súbita!!!, y el asesino logra huir. El bueno de Noah consigue reponerse y lo perseguirá hasta un sitio harto curioso: Bilbao. Y se da la casualidad de que llega en un momento histórico: aquél en que esa ciudad tan parecida a Glasgow está a punto de ser devorada por una tormenta de proporciones épicas. Tengan a mano algo (coñac) o el shock será automático...