El círculo del miedo

Otilia Quireza

LA pandemia que nos ha tocado vivir, se ha convertido en todo un desafío que ha puesto a prueba nuestro equilibrio emocional y nuestra salud mental. Muchas personas han acudido al médico con cuadros de ansiedad, miedos y hasta crisis de pánico.

El miedo es una de las emociones básicas del ser humano que surge ante la amenaza de un peligro, y que activa nuestro instinto de supervivencia. El problema surge cuando este miedo se vuelve crónico, se mantiene en el tiempo, aunque ya no exista una amenaza real. Esta situación nos predispone a padecer trastornos psicológicos y problemas físicos.

Para entender este mecanismo, pensemos en el cerebro como un ordenador en el que vamos instalando diferentes programas que nos harán pensar, sentir y comportarnos de una manera u otra. El cerebro da las órdenes a través de los pensamientos y, según sean estos, vamos a sentir en el cuerpo diferentes emociones en sintonía con ellos, condicionando nuestra conducta. Por ej: si pienso “no puedo ir a ese lugar porque me puedo contagiar”, siento angustia, miedo... y decido entonces no ir.

El trío pensamiento, emoción y conducta están presentes en nuestra vida 24 horas al día. Están interconectados entre sí y se influyen continuamente. Lo complicado es que estos tres elementos se coordinen para conseguir un estado de bienestar.

El miedo crónico es una emoción tóxica y funciona como un círculo que se retroalimenta a sí mismo.

Círculo del miedo

Primera fase: Pensamiento

La imaginación exagerada repleta de pensamientos negativos ante una situación en la que tendemos a pensar que algo catastrófico va a ocurrir, es el primer paso para entrar en el círculo del miedo. Cuando nos ponemos en lo peor, el catastrofismo nos bloquea y paraliza, y para nuestra mente, la situación es imposible de solucionar. Aunque no olvidemos que todo empieza con lo que pensamos.

Segunda fase: Emoción

Esa gran imaginación y pensamientos negativos va a activar emociones como el miedo, que en este momento empieza crecer. Es importante tener presente el diálogo interno, lo que nos decimos, y ya que las emociones se sienten en el cuerpo, podemos empezar a sentir que el corazón se acelera, que las manos sudan, que nos estamos mareando etc.

Las emociones en sí mismas no son ni buenas ni malas, depende la situación. Es importante ser conscientes de nuestro diálogo interno para saber que nos quieren transmitir.

Tercera fase: Conducta

Como resultado se esos pensamientos negativos y de todo lo que estamos sintiendo en el cuerpo, empezamos a notar el miedo en todo su esplendor. En este momento el miedo o nos paraliza o bien nos hace salir huyendo, pero en dirección equivocada. Y podemos llegar a hacer cosas ridículas porque en ese momento el miedo nos controla.

Si rechazamos el miedo, éste se hará más fuerte y resistente, y será más difícil superarlo. Así que lo primero que debemos hacer es aceptar lo que sentimos.

Detrás de los miedos podemos encontrar las inseguridades infantiles, malas experiencias, baja autoestima, heridas emocionales, etc. Cuando el miedo domina la situación, las decisiones no son muy efectivas.

La frase de la científica Marie Curie: “Dejamos de temer aquello que empezamos a conocer”, tiene mucho sentido, pues nuestros temores, muchas veces, se originan ante algo que desconocemos, pero, cuando afrontamos conscientemente las causas que lo provocan, es posible desprenderse de él. No olvidemos que los pensamientos son los verdaderos interruptores del miedo.