El Gobierno no iba a
dejar a nadie atrás

Luis Pérez

HOY se cumple exactamente un año en que la titular de Economía y vicepresidenta Calviño hizo aquella previsión tan disparatada: “El impacto económico de la epidemia será poco significativo y transitorio”. A los pocos días Sánchez decretaba el estado de alarma y confinaba en sus domicilios a la población pero, eso sí, “no vamos a dejar a nadie atrás”, sostenía. Un año después ya ven como estamos: más de cuatro millones de parados, cerca de otro millón más en ERTE y decenas de miles de autónomos a punto de quebrar. Todo lo contrario a sus predicciones.

Con estos antecedentes, aun siendo la ministra gallega lo más sensato del numeroso equipo, no resulta fácil confiar en la capacidad del Gobierno para afrontar el futuro. Lo primero que uno se pregunta al contemplar la situación actual de España es: ¿cuál es la prioridad? No cabe duda de que debiera ser la pandemia, pero la realidad es que desistió de su responsabilidad para traspasarla a cada una de las 17 comunidades autónomas, a las que ni siquiera logra coordinar. Se limita a comentar los datos cada tarde por medio del mediático doctor Simón y a organizar el traslado de las vacunas como si de una empresa de logística se tratara.

La siguiente actuación, en orden de prioridades, debiera ser la económica. Tampoco es así. O si lo es, las cifras denotan un rotundo fracaso. España no es solo uno de los países europeos con los peores resultados en la lucha contra la COVID, también lidera en negativo los datos económicos. Evidentemente, no solo la culpa es del Gobierno, pero al igual que cuando el país crece algo tendrá que ver.

Y nos salva en buena medida la pertenencia a la Unión Europea, cuyo Banco Central avala las ingentes cantidades de deuda con las que se aborda el ingente gasto ocasionado. Algún día habrá que devolver lo prestado, pero tampoco es el momento de pensar en ello ni a los gestores políticos de hoy les preocupa. Serán otros quienes afronten lo adeudado.

Las epidemias, sanitaria y económica, no figuran pues entre las principales preocupaciones del Gobierno. O lo disimulan muy bien. Basta con un somero seguimiento de la actualidad para comprobar que las prioridades son otras. Por ejemplo, cómo se celebra el 8-M, si de manera telemática o bien en concentraciones de 500 personas; si las infantas Elena y Cristina se vacunaron en el extranjero, si los okupas tienen más o menos derechos que los propietarios de sus viviendas, si Bárcenas y Villarejo son héroes o villanos, si los condenados por el procés han de volver o no a prisión, si debe rebajarse el precio de los alquileres incautándose de los inmuebles o bien aumentando la oferta pública de vivienda, si la denominada ley Trans es cosa de la parte de Podemos o de la del PSOE o si el órgano de gobierno de los jueces puede o no hacer nombramientos cuando está en funciones.

En fin, que hay más de una docena de asuntos a los que el Gobierno dedica bastante más atención que a la salud y a la economía. Todo importa, nadie lo cuestiona, pero hay un orden de prioridades. Aunque, quién sabe, porque dado lo que pronosticaban hace un año y visto el balance, tal vez lo mejor sea que Iglesias continúe con sus historias para no dejar dormir a Sánchez. A los ciudadanos, el sueño se lo quita no llegar a fin de mes.