|| La otra jugada ||

El mundo del deporte da la cara

Víctor Tobío
LeBron James. Foto: ECG

EL MUNDO asiste estos días entre sobrecogido e indignado a la invasión de Ucrania por parte del ejército ruso. La totalidad de los especialistas en este tipo de conflictos están de acuerdo en que Vladimir Putin lleva años preparándose para ello y que ya contaba con las sanciones adoptadas por los diferentes organismos internacionales por lo que, ciertamente, le harán daño a la economía del país pero no tanto como podría preveerse porque para eso ya ha adoptado las medidas correctoras en tiempo y forma.

Con lo que previsiblemente no contaba el líder ruso era con la reacción que el mundo del deporte en general ha tenido desde que el primer tanque traspasó la frontera con el país vecino. Tanto a nivel individual como desde los distintos organismos deportivo se condenó sin paliativos la invasión pero, además de todo ello, no tardaron en adoptarse medidas tendentes a hacerle llegar al premier de la antigua Unión Soviética su repulsa por lo que estaba haciendo, invadiendo un país soberano bajo argumentos falaces.

No está claro que todas estas reacciones hagan meditar a Putin sobre las consecuencias de sus acciones, pero de lo que no cabe la menor duda es que a nivel de imagen le hacen un daño terrible, que se viene a sumar al ya de por sí daño sufrido con las sanciones de que ha sido objeto estos últimos años por la práctica sistémica del dopaje en el deporte.

Puede que a más de uno no le guste la utilización del deporte como arma contra la violencia. Pero de lo que no cabe la menor duda, en contra de lo que más de un purista defiende, es que no se puede desligar el deporte de la política y más si como es el caso, se puede utilizar ante un conflicto armado.

Es curioso y de ello hay que congratularse, que ya desde el primer minuto que se conoció la invasión de Ucrania, el mundo del deporte se manifestó como una sola voz en contra de Putin, condenando la agresión y reclamando medidas para presionar en un intento por evitar un mayor derramamiento de sangre.

Uno de los primeros en tomar partido fue el delantero polaco del Bayern Munich, Robert Lewandowski, que rechazó de plano acudir con su selección al partido que a finales de este mes les tendría que enfrentar a la selección rusa en la repesca para el Mundial de Catar. A todo ello no se hizo esperar la reacción de la federación polaca que en sintonía con su goleador, se negó a disputar el partido, al igual que hicieron las otras dos selecciones implicadas en el grupo, como fueron las de la República Checa y Suecia.

Asimismo, una de las las medidas que más dolieron al presidente ruso ha sido la adoptada por la UEFA que a las pocas horas de comenzada la guerra decidió que la final de la Champions League no se disputara en San Petersburgo como se había decidido meses atrás. Además tanto FIFA como UEFA decidieron expulsar a los equipos rusos de todas las competiciones internacionales. También en esta misma linea LaLiga Santander acordó en todas sus retransmisiones televisivas poner un cartel bien visible con un “No a la guerra”. Mientras, en Italia, se guardaba un minuto de silencio en la totalidad de competiciones deportivas.

No hay que olvidar tampoco las presiones a nivel individual adoptadas desde distintos estamentos políticos pero que afectan también a personas relaciones con el deporte como es el caso del magnate ruso Roman Abramovich que se ha visto obligado a renunciar a la presidencia del Chelsea y poner en venta el club. Y puede que uno de los mayores gestos, por lo que significa como soporte económico para mantener al club, lo haya protagonizado el club alemán del Schalke 04 que ha renunciado al patrocinio del consorcio ruso Gazprom.

Todo esto hace retrotraernos a los tiempos de la guerra fría en la que el deporte era utilizado por determinados países, sobre todo los del llamado ‘telón de acero’ para vender una imagen ante la opinión pública mundial que distaba de ser la real, hasta que en 1980 y motivado por la invasión de la antigua Unión Soviética de Afganistán, un total de 67 países, con Estados Unidos a la cabeza, decidieron boicotear los Juegos Olímpicos de Moscú. Y, cuatro años después la URSS y sus países satélites hicieron lo propio con los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. De aquella experiencia, los rectores del país comunista tomaron buena nota y se cuidaron de no molestar en lo que a deporte se refiere hasta que ahora nos encontramos con lo de Ucrania y en este punto habría que recordar unas palabras pronunciadas en 2014 por la que fue directora general de la Unesco, la búlgara Irina Bokova, cuando dijo que “El deporte es una forma esencial de expresión humana capaz de acrecentar la dignidad humana y de fortalecer las sociedades en su conjunto. Esta es la razón de que el deporte sea tan importante... para edificar la paz y sentar las bases de un desarrollo...”.