En la casa de Felipe González o en la de Fraga

Xosé Ramón R. Iglesias
Bertín y Feijóo, tras las horas de sofá, salieron a estirar las piernas

Vaya sorpresa se llevó Bertín Osborne con Feijóo en Mi casa es la tuya (eso sí que es teletrabajo), por el hecho archiconocido desde hace años de que el actual líder del PP nacional votó a Felipe González en las elecciones generales del 82. Fue un pasmo doble, primero cuando alguien de su equipo se lo chivó para grabar el vídeo con el expresidente socialista, y después una segunda vez, algo más en diferido, cuando fingió asombro al escuchar la respuesta de su invitado en ese manido sofá suyo que, si pudiese hablar, tal vez no le haría falta seguir haciendo más programas. Fue una situación absurda, como cuando alguien extravía el teléfono móvil y pide que le llamen para poder encontrarlo y, una vez que suena y lo localiza, coge la llamada entrante y pregunta quién es.

Bertín se sorprendió dos veces, igual que Feijóo, que se sepa, votó dos veces a Felipe González, en el 82 y en el 86. Si no hubo una más, el aún presidente de la Xunta en funciones podría aplicarse a sí mismo aquel proverbio árabe que reza “la primera vez que me engañes, será culpa tuya; la segunda será culpa mía”. Y, entonces, a la tercera se iría con Fraga, aunque como don Manuel a esas alturas ya no se presentaba para el Gobierno de España, sino para el de Galicia, su sufragio se lo llevaría José María Aznar. Eso en el caso de que dejase de votar a González, que dicen que no hay dos sin tres, y ahí está el quid de la cuestión que el Bertín dos veces sorprendido no supo ver: lo interesante no era si Feijóo había votado a González ni por qué, que eso ya era sabido, la pregunta pertinente era ¿cuándo y por qué dejó Feijóo de apoyar en las urnas a Felipe?

Cuándo descubrió Feijóo que el PSOE de González era una vía política equivocada y entonces decidió refugiarse en el partido fundado por Manuel Fraga es un misterio más de su insondable vida que por ahora seguirá sin resolverse, pese a la gran oportunidad de la que gozó Bertín en esta entrevista en que le tuvo a tiro, jugando literalmente en su casa y con todo a su favor. Como uno de tantos votantes más, en un momento dado Feijóo se rectificó a sí mismo y giró hacia la casa del padre Fraga, pero nunca se arrepintió de su urna primigenia, como dejó claro el sábado en ese sofá de matices ufológicos al que sólo le falta el símbolo del toro de Osborne. Yo mantengo mi duda sobre quién de los dos estaba más perdido en ese llamativo episodio que ahora se cuenta simplemente a modo de anécdota, si sería Feijóo el que se confundió votando a González o si sería el propio González el que no se hallaba en el partido que le correspondía.

La historia demostró que no hay tanta distancia entre González y Feijóo como puede haberla entre González y Sánchez, por ejemplo, con lo que se puede concluir que la coherencia del presidente gallego no se ve comprometida por su pasado voto al histórico líder socialista. En cambio, González llevó al PSOE a posiciones ideológicas templadas cayendo en innumerables contradicciones con la tradición de su partido, al que condujo, entre otros puntos de coincidencia, a concordar con Fraga en la conveniencia de entrar en la OTAN. Si González guió al PSOE a posiciones ideológicamente templadas, fue precisamente para ganar votos como el de Feijóo, que, sin embargo, justo le dio la espalda al Partido Socialista cuando más aceleró este proceso y más se empezó a parecer al Partido Popular donde acabaría encontrado acomodo.

Es posible que, de pronto, Feijóo se viera envuelto en el típico dilema de tener que elegir entre la copia y el original, como tantas veces ocurre en política, y de cómo resolvió su duda tal vez se pueda sacar alguna pista para conocer cómo llevará ahora que es presidente nacional del PP su relación con Vox. Si lo copia, ya sabe lo que le puede esperar. Por eso, mejor recordar su voto del 82 y ensayar una acercamiento al PSOE de González, que actualmente espera mejores representantes, porque ahí hay un mayor caladero de sufragios y si consigue fundir su imagen con el poso nostálgico de esa marca, siempre podrá decir que ahora el original es él y no Sánchez. Luego, si las encuestas certifican sus posibilidades de ganar, el voto periférico más ultra volvería a su casa por el propio peso del vehemente deseo de derrotar al social-comunismo.

Puede, también, que todo sea más pedestre y el cambio –lema de FG en el 82– se debiese a que fue el conselleiro popular Romay Beccaría quien le brindó la oportunidad de ascender del funcionariado gris a la emoción de la gestión política en una Xunta que para Fraga era como su hogar. En esta interpretación cabe que, si en vez de Romay fuese el socialista Laxe, quién sabe si Feijóo hubiera llegado a ministro de González y hoy en día seguiría siendo el primer opositor a Sánchez, pero desde dentro del PSOE. Y llegados hasta aquí, como en tantas otras veces, los caminos de Feijóo se hacen inescrutables.

La única verdad es que ahora aspirará a derrotar al PSOE más rojo que se recuerda desde un centro derecha moderado, que es donde mucho pescó Felipe. Dicen que tiene la suerte de caer siempre de pie, pero no es cierto, a la jefatura de Correos llegó en la época en que se dejaron de escribir cartas. Lo recordó con Bertín y tiene razón. La gente ya no escribe cartas, ahora envía vídeos, como el que le mandó González, vía Mi casa es la tuya, para advertirle en broma que no se le ocurra volverlo a votar como en el 82. Cuarenta años no es nada.