Ganaron los míos

Firmas
Carlos Luis Rodríguez

TRAS un debate como el celebrado el lunes todavía hay quien cree en la objetividad de los espectadores y pregunta quién ganó. Una encuesta así es una forma más de entretenimiento que, sin embargo, tiene escaso valor informativo. No se trata de un partido de fútbol donde un gol es un gol y el resultado es objetivo, inapelable, va a misa, y sólo queda debatir en las tertulias sobre qué equipo jugó mejor, algo muy distinto a obtener los puntos. Ganar y jugar bien en ocasiones coinciden y en otras no. Trasladado a los debates políticos, sucede a menudo que se gana sin debatir bien, o se debate bien sin ganar.

Aquellos debates que provocaban movimientos sísmicos en las campañas son cosa del pasado. Buena culpa de ello lo tiene la aparición de bloques compactos con pocos puntos de intersección. Cuando había un duelo a dos entre un centro derecha y un centro izquierda, existía un nutrido electorado oscilante al que había que seducir y que inclinaba la balanza.

El núcleo de fieles que hacían del voto una comunión con una ideología casi religiosa, era pequeño en comparación con el votante veleta e inconstante que aplicaba a las elecciones el mismo criterio que el que se cambia de ropa según la temporada. Ahora los territorios están más marcados. Las veletas no están bien vistas. Por eso la respuesta a la pregunta de quién ganó el debate, suele responderse de forma simple: el mío. ¿Que tuvo errores, que vaciló, que se aturulló en tal respuesta? Es igual, es el mío y es suficiente.

Volvamos al debate del lunes. No faltarán expertos en telegenia que otorguen a Beatriz Pino la medalla de oro. Ella estaba en su medio natural, ante cámaras, luces y parafernalias que fueron su hábitat durante el tiempo que ejerció de periodista televisiva. Cualquier de los otros parecía un aprendiz a su lado. A los presentadores sólo les faltaba darle paso como se hace con una compañera en la conexión de un informativo. La cámara la quería, era su cómplice, una vieja amiga con la que se reencontraba la candidata de Cs. A pesar de ello las encuestas que se han divulgado le asignan una posición discreta, una prueba de que los encuestados dieron como ganador al suyo.

Es muy raro que un debate así produzca un trasvase entre un bloque y otro, o en nuestro caso entre el PP y el bloque polifacético de la izquierda. Pudiera haberse dado entre un PP en solitario y un Partido Socialista soltero, pero el PSOE no es aquel centro izquierda que encandilaba al centrista oscilante, sino que forma parte de un trío o cuarteto. Es dentro de ese holding de izquierda donde sí pudo haber producido alteraciones el debate.

En Galicia el mundo electoral progresista funciona como los vasos comunicantes. El elector es un farmacéutico que unas veces fabrica una composición con más socialismo, o más nacionalismo o más rupturismo, sin variar el excipiente ni el objetivo del tratamiento: echar al PP o impedirle gobernar. El elector los ve como factores cuyo orden no altera el producto.

En fin que el espectador que el lunes se sentó ante la pantalla siendo de izquierdas, se habrá despertado después con la misma bufanda, igual que el del PP. Todo ello a pesar de las grandes dotes de Beatriz Pino.