A Nadia Calviño, vicepresidenta tercera para asuntos económicos del gobierno de españa

Guante de seda, puño de hierro

Caetano Díaz
Foto: GERALDINE ARESTEANU

Algo especial debe tener, doña Nadia, para doblegar a Pablo Iglesias, curtido en el juego de tronos de la política española, y conseguir que Unidas Podemos renunciase esta semana que termina con aroma a consenso a uno de sus proyectos estrella: el impuesto a los ricos. Va a resultar que es usted la Madre de Dragones de este Gobierno de coalición obligado a practicar el funambulismo para sobrevivir. Cuentan los cronistas que manejan información fiable –un bien que escasea en estos tiempos inciertos, pero esa es otra historia– que se travistió de Daenerys de la Tormenta, La que no Arde, Rompedora de Cadenas, y obligó a Pedro Sánchez y al señor Iglesias a una negociación agónica para diluir los puntos más conflictivos de su agenda económica y social.

Ganó, señora Calviño, y despejó de obstáculos el puente hacia el consenso en la comisión para la reconstrucción. De paso, sale reforzada para acometer el enorme reto de presidir el Eurogrupo, donde su estrella brilla con fuerza. Tiene el apoyo de Alemania y también el del PP, aunque Pablo Casado y su gente no sean especialmente entusiastas, y roza con las yemas de los dedos ser la primera mujer en gobernar una institución clave para el control de las políticas económicas y sociales de la Unión Europea.

Sabemos que está casada y que tiene cuatro hijos, que es discreta y reservada, que siente pasión por el chocolate, que está enamorada del cine del Hollywood de los años 50 y que le gusta perderse por el alucinante paisaje leonés de Las Médulas. Es la indiscutible vigilante de la ortodoxia presupuestaria, el ancla de la estabilidad. Tiene auctoritas, doña Nadia, y su puño de hierro en guante de seda le ha convertido en la mujer fuerte del Ejecutivo español.

Se ganó el respeto de sus colegas europeos con una gestión impecable al frente de la dirección general de Presupuestos, clave de bóveda de las políticas económicas comunitarias. No solo ha resistido los embates podemitas –no disimula don Pablo que es usted una de sus bestias negras–, sino que ha ganado las grandes batallas en el Consejo de Ministros para cumplir los compromisos adquiridos con Bruselas.

Su palabra va a misa y eso tiene un valor incalculable en la gestión de lo público: aseguró que no se aniquilaría la reforma laboral de Mariano Rajoy, y no se va a derogar; dio un golpe en la mesa para frenar la tasa a las grandes fortunas, y esa bomba desapareció de las propuestas del Gobierno. En pocas palabras, es una excelente candidata a presidir el Eurogrupo, señora Calviño. Garantizaría rigor presupuestario, inversiones eficaces y gasto ajustado, todo ello envuelto en el celofán de su sentidiño gallego. ¿Quién puede ofrecer más? Siga con salud.