Kafkiana situación política

Luis Pérez
Cuando Sánchez e Iglesias se abrazaban al menos el gallinero estaba tranquilo

A medida que se acerca el final de la XIV Legislatura se acrecientan las tensiones en el interior del Gobierno, agravadas por su elevado número de miembros, en el que discrepan más que coinciden varias familias. Pareciera como si la futura derrota del modelo de coalición estuviera descontado, presagio que se disparó tras la debacle andaluza. El temor a que Feijóo replique el resultado de Moreno, y precedente en Galicia, genera nerviosismo tanto en el sector socialista como en el de Podemos, con desconcierto para los no alineados de Díaz, cuyo proceso político lleva varios meses sin superar la fase de preescucha y con muchas probabilidades de que no pase de ahí. El ruido de los votos en las urnas de Andalucía, de eco incesante, interfiere en la música con la que esperaba ser agasajada.

La situación política resulta esperpéntica. La parte podemita del Ejecutivo ataca cada día a la socialista mientras esta hace oposición al PP en respuesta a los ofrecimientos del líder popular, pero que a las dos semanas el presidente anuncia como de su autoría fueran. Por su parte, Díaz trata de mantener una equidistancia suicida entre los suyos y el PSOE, salvo que definitivamente tome partido por los socialistas, sin más dilaciones.

De esta manera es imposible trazar un plan de futuro, o sea, gobernar. PSOE y Podemos debieran haber suscrito un programa serio y riguroso antes de tomar el mando. Es lo que hacen los gobiernos de coalición en el resto de Europa. También lo hizo en Galicia el bipartito, de 2005 a 2009, y las desavenencias internas en el tramo final fueron una de las causas de la pérdida del poder, lección que debieran tener en cuenta los actuales gobernantes salvo que ya den por hundido el barco y opten por el sálvese quien pueda.

La indecente propuesta del PSOE de modificar una ley para controlar el Poder Judicial después de haberla cambiado hace poco más de un año en sentido inverso pero con idéntica finalidad es una muestra más de la degradación política del momento, solo entendible por el nerviosismo que se ha instalado en la parte socialista del Gobierno. La otra ya se echó al monte. Así se visualizará en la semana que entra, con sus pancartas en la calle contra la OTAN y las políticas europeas de defensa.

Mientras Sánchez no comprenda que el problema principal es la cesta de la compra no habrá cumbre ni presidencia europea que lo rescaten. A falta de Iglesias, con quien al menos podía abrazarse, aunque fuera a lo Judas, y mantener el gallinero tranquilo, más le valdría sentarse con Feijóo que con sus actuales socios, de coalición y parlamentarios. Y mejor a los ciudadanos. Pronto será tarde.