Las empresas telefónicas

Firmas
Rosa Elvira Caamaño Fernández

DIGO empresas y no compañías, porque de tal calaña, cuanto más lejos mejor. También pido disculpas por relatar una situación personal, aunque si incurro en ello es debido a que acontecimientos similares le ocurren, a todas horas, a millones de españoles, a los que pandillas de filibusteros organizados saquean impunemente, con el mayor descaro.

El caso es que hará algo más de seis meses cuando ante las tarifas abusivas de la empresa nacional, después de haber pasado por sus establecimientos, en reiteradas ocasiones y obtener siempre respuestas ambiguas, sin soluciones, decidí pasarme a otra de las más conocidas. Eso sí, después de asesorarme con amigos y vecinos, que coincidían, por unanimidad, en no hablar bien de ninguna y en afirmar que pasada una temporada de bienestar todo se volvían inconvenientes.

Fue darme de baja en la citada empresa, cuando empezaron a lloverme llamadas, y no de contestador, con todo tipo de ofertas a cual mejor, aunque después de años de estafa la única respuesta era colgar el teléfono. Efectivamente, la nueva compañía después de esos seis meses en los que todo iba muy bien, con un precio estupendo, la felicidad se fue al garete, adiós fibra óptica y conexión a internet. Llamé a su número, no recuerdo ni las veces y cuando conseguía hablar con un ser humano, todo eran vaguedades.

Encontré otro teléfono a nombre de la misma empresa y unas operadoras orientales, como no entendían el castellano hablaban muy bajito de forma que no se las oyera, mientras corrían los minutos a tres euros cada uno, hasta completar la factura, que me pasaron, de 115. Al final después de montones de reclamaciones escritas y amenazas, espero haber conseguido, al menos, no tener que abonar el contrato de permanencia, que, como así sea, a buen seguro devolveré.

Entonces acordé con la empresa nacional una tarifa más normal, ya que según mis amigos era la mejor. Y digo era, porque si sigue siéndolo que ¡Dios nos acompañe! , ya que lejos de terminar mis problemas estos se agravaron.

Resulta que esta empresa subcontrata instaladores, que, además de ser unos grandísimos incompetentes, deben de cobrar cada vez que van a un domicilio, porque el primero deja algo mal, el segundo estropea lo que hizo el anterior o funcionaba, el tercero como no sabe no hace nada, estoy pensando si solicitar el cuarto.

Porque por mucho que reclame, ha caído usted en un laberinto, al que hay que añadir contestadores automáticos, marcado de números que conducen a otros, operadores extranjeros que no se aclaran, y seguir pagando mientras le desinstalan el ordenador, luego la impresora, le arrancan el cable de la alarma, el del teléfono fijo y así todas las variantes del desastre, que harán que su vida se vuelva cada día un poquito peor. Todo ello salpimentado con llamadas grabadas, “marque del 0 al 5 su nivel de satisfacción por la atención recibida” y cuantos más 0 más llamadas.

Esta es la nueva realidad. Tampoco se fíe del que va a revisarle la caldera de gas, y por supuesto no se meta en ninguna reparación, por pequeña que sea, si no es con gente de absoluta confianza, y aun así. Este país se ha convertido en un nido de ratillas roedoras, orquestado por pésimos gestores, que lo único que buscan es sacarle su dinero, sin la mínima dignidad y con la máxima desvergüenza.

Los malos políticos en vez de formar al pueblo, mediante una televisión manipulada y su mal ejemplo, le están dando unas infames enseñanzas, y en esas sí salen alumnos aventajados.