Macarthismo a la española

Luis Pérez
Néstor Rego (BNG), en la tribuna del Congreso de los Diputados. Foto: EP

SI sustituimos el término comunista por fascista o machista, ya tenemos algunas claves para hacer un diagnóstico del clima turbulento en el que se mece la política española. El momento actual recuerda al que se dio en los Estados Unidos de América en la década de los 50 del pasado siglo. Promovida por el senador McCarthy, se lanzó una campaña difamatoria contra determinados sectores de la sociedad bajo la falsa acusación de comunistas al servicio de la Unión Soviética, con especial persecución a funcionarios, medios de comunicación, artistas e incluso militares, a quienes se señalaba para poner en la picota.

Estos días hemos visto y oído como desde el Gobierno y por líderes de partidos independentistas se califica a jueces, artistas y periodistas de fascistas y/o machistas. Y también se les apunta con el dedo. Rufián acusó directamente de comulgar con Musolini nada menos que a todos los miembros del Tribunal Supremo que por unanimidad condenaron a los promotores de la independencia de Cataluña al margen de la ley. “Le hemos quitado a los jueces fascistas el juguete de la sedición”, alardeó desde la tribuna del Congreso.

Las acusaciones de machismo, también con los jueces en la diana, parten directamente del Ejecutivo. Lleva la voz cantante la ministra Montero, promotora de la ley del solo sí es sí, cuyas deficiencias técnicas provoca un goteo diario de excarcelaciones y reducción de condenas a delincuentes sexuales ante el estupor e incredulidad de la mayor parte de la sociedad y en especial de las víctimas. La ministra ataca a los jueces y juezas por aplicar una ley de su Gobierno, de cuyas consecuencias habían advertido previamente el Consejo General del Poder Judicial y otros órganos consultivos del Estado.

Para tratar de enmendar el entuerto, aunque negándolo, el Gobierno echó mano del fiscal general - “¿La Fiscalía, de quién depende?”, recordemos- con el fin de evitar el bochorno y a continuación pasa la pelota al Tribunal Supremo para que unifique doctrina lo cual, en román paladino, significa que interpreten la ley como la señora Montero quiere o aténganse a las consecuencias. No hace falta ser muy perspicaz para percibir que la campaña de acoso a los jueces tiene por objeto intimidarles para que tanto en el asunto independentista como en el la ley del solo sí es sí se comporten en función del interés de PSOE y Podemos. Y si no fuere así, ya saben lo que les espera: McCarthy a la vuelta de la esquina.

Entre tanto jaleo pasó desapercibida la última encuesta del CIS. Tal vez porque al no ofrecer estimaciones de voto goza de credibilidad y deja de interesar. El caso es que en los últimos cinco años se desplomó la confianza de los españoles en los partidos y los sindicatos. Resulta que lo más valorado por la ciudadanía es la Constitución y después la justicia. Sobran comentarios.