Manel

Firmas
Xurxo Fernández

¿Recuerdan el principio de La muerte en Venecia de Thomas Mann? El ilustre creador de La montaña mágica nos narra las cuitas de Gustav von Aschenbach (trasunto obvio de Gustav Mahler), sobreexcitado, nos dice, por el difícil y azaroso trabajo matinal, que le exigía justamente en esos días un máximo de cautela, perspicacia y voluntad de rigor... Y añade que no había podido, ni siquiera después de la comida, detener en su interior las expansiones del impulso creador, de ese motus animi continuus, en el cual reside, según Cicerón, la esencia de la oratoria... Por una serie de coincidencias muy extrañas, el martes pasado recordé con absoluta claridad estas palabras, justo después de la presentación del último libro de uno de los grandes narradores españoles de estos tiempos, y exactamente después, también, de una formidable comida de prensa en el Carretas con él. Posteriormente, nos fuimos todos a los tejados de la Catedral, para que el novelista nos enseñase alguno de los escenarios reales que aparecen en su obra (por la mañana ya había avanzado a todo el colectivo otros más, incluido un paseo desde el Monte do Gozo hasta la propia Catedral). Pero la frase de Mann me sugería algo fundamental: las expansiones del impulso creador de este autor, que se han multiplicado por mil desde la época de su primera novela, Apocalipsis Z...

ESENCIA DE LOS NEFANDO

Me estoy refiriendo a Manel Loureiro y a su nueva y magnífica lección de tinieblas, publicada ahora, como siempre, en Planeta, y que lleva el curioso título de La ladrona de huesos. Y si la penúltima, La Puerta, de hace aproximadamente un año, era ya magistral, esta la supera con mucho. Se lo he dicho a él, y lo repito aquí: es lo mejor que ha escrito en su vida. Es muy difícil describirla, pero sería acertado denominarla un catálogo idóneo de pesadillas insufribles que discurren a lo largo y ancho del Mundo. Hay una parte esencial que transcurre en la actualidad durante un tramo del Camino de Santiago a partir de Pedrafita do Cebreiro, en la entrada a Galicia del Camino Francés. Otro de los escenarios, y fundamental, que tiene lugar treinta años antes, discurre en un siniestro lugar cerca de Moscú, en Peredélkino. Otro más, en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en México. Y en varios lugares de Estados Unidos. Incluso en una zona poco conocida del desierto saudí. Y la escena más infartante, al final, tiene lugar ni más ni menos que en la Catedral compostelana, donde la protagonista, Laura, tratará de robar... los huesos del Apóstol... Con estos mimbres, vuelvo a repetir, Manel construye algo que parece una utopía: superar no ya lo difícil, sino lo estrictamente imposible...