¿Merkel sin Merkel?

Firmas
José Miguel Giráldez

NO, no exactamente. La huella de Merkel ha quedado, en las formas, en la búsqueda de acuerdos y en esa serenidad... pero muchos dicen que Alemania se ha estancado. Con la proclamación del nuevo canciller, Olaf Scholz, la coalición gira hacia posturas inéditas, pero los socialdemócratas estuvieron doce años de los dieciséis de Merkel en la jefatura, componiendo eso que se da en llamar ‘la gran coalición’, tan extraña en algunos países, pero tan normal en otros.

No faltan los analistas que consideran que Scholz tiene maneras de Merkel, aunque políticamente sea otra cosa. Pero sabe que urge un rearme económico, también una modernización, al menos a la luz de los datos. El corresponsal de Televisión Española aseguraba ayer que Alemania necesita mejorar, y no sólo en las cifras de la pandemia. Hay más. Sobre todo, si consideramos que sobre sus hombros ha descansado parte del prestigio de Europa durante mucho tiempo. ¿Ya no es así? Nada es para siempre.

Lo que algunos juzgan un exceso de ‘merkelización’ de Alemania tiene un lado positivo: su pasión por el diálogo y las maneras poco espectaculares, en línea opuesta con el populismo tuitero y sus gustos maniqueos. El lado negativo, dicen, está en una cierta falta de dinamismo ante los nuevos retos. Reconocida incluso por sus rivales, Merkel accede al retiro político como una política de referencia, aliada del espíritu europeo y poco amiga de cualquier forma de aventurerismo. Dicho eso, parece que este tiempo demanda posturas más enérgicas, ante la complejidad del nuevo orden y ante los retos, nada fáciles, que aparecen. Y eso le va a tocar a Scholz.

Por supuesto, el nuevo canciller se encuentra con la necesidad de acometer una política transformadora en su propio país, intentando sacudirse lo que algunos ven como una cierta parálisis. Pero Alemania no ha dejado de estar en el corazón de Europa, y va a seguir ahí, a pesar de los achaques o debilidades que puedan advertirse en los últimos tiempos. Es un seguro, como se demostró ante lo que fue uno de los peores momentos para la Unión, el ‘brexit’, en conexión con París, la ciudad a la que Scholz se dispone ya a viajar para subrayar el armazón central de Europa. El compromiso europeísta se agradece, cuando surgen (en Francia la preocupación es cada vez más grande) movimientos disgregadores y populismos anti-Bruselas.

No es raro que Scholz quiera mantener ese lado más propio del gestor que del líder apocalíptico, siguiendo a Merkel en las formas (tiene fama, también, de hombre tímido). En su coalición están Los Verdes, que matizarán su gobierno, por ejemplo, con la nueva ministra de Exteriores, partidaria de menos moderación y más severidad con quienes no respeten los principios democráticos. La posición de los liberales, la otra pata que le apoya, también influirá, evidentemente, sobre todo en el programa financiero, aunque Los Verdes también participarán en economía.

Es probable que corresponda a Baerbock el papel más vigilante en unas relaciones internacionales que se están complicando en las fronteras de Europa. Scholz se ha apresurado a mostrar su sintonía con Biden, pero sabe que caer en una nueva guerra fría, en tiempos de crisis, sería un error. ¿Cómo evitarlo? Sin duda, Scholz se enfrenta a un momento complejo, dentro y fuera de su país. Por otro lado, Europa necesita reafirmarse en el contexto global, para que la Unión sea más fuerte y para no quedarse atrás en un orden mundial que cambia a gran velocidad. Combinar solidez y moderación, pero sin caer en la parálisis, puede parecer casi la cuadratura del círculo.