Otra guerra sucia

Firmas
Carlos Luis Rodríguez

HASTA el momento se habían visto varias modalidades de las comisiones de investigación parlamentarias. En unos casos la ceremonia se celebró antes de que la Justicia examinara los hechos, y en otros de forma simultánea. Felipe González tiene el triste honor de inaugurar una versión todavía más aberrante que consiste en examinar de nuevo acontecimientos que ya fueron juzgados. Se pasa así del prejuicio a un posjuicio en el que se quiere corregir, sin garantías, una sentencia dictada con todas las garantías, en este caso sobre la guerra sucia contra el terrorismo.

En este afán iconoclasta que se apodera de algunos sectores no sólo se quieren derribar estatuas físicas, sino también símbolos vivientes de la historia reciente del país. La demolición persigue fomentar la idea de que la transición democrática fue un periodo negro que hay que desmitificar cubriendo de oprobio a sus protagonistas principales, muertos o vivos.

El objetivo de la comisión no es tanto Felipe como lo que sigue representando: una socialdemocracia a la europea, ajena a revanchismos y alejada de la izquierda ruda. Ese otro PSOE estorba y de ahí que se apile la madera no para otra noche de San Juan, sino para un auto sacramental en el que ardería definitivamente el felipismo, sus pompas y sus obras.

En esa tarea es lógico que colaboren todos los que ahora maldicen la transición y que son los mismos que quisieron frustrarla cuando sólo gateaba. Los extremismos de hoy son herederos de aquellos otros que hicieron todo lo posible para que el proceso democrático naufragara, con la notable diferencia de que el radicalismo actual tiene carteras en el Gobierno y forma parte de la mayoría que aupó a Sánchez, en tanto que sus antepasados vivían extramuros del poder.

El ensañamiento con González es un instinto básico de estos sectores, pero producen extrañeza los titubeos de quienes siguen siendo sus compañeros. La tibia defensa que hacen del expresidente es legalista y muy poco cálida, como si fuese una figura molesta ante la  cual no se sabe muy bien qué actitud adoptar. Se debaten entre el impulso de matar al padre o defender su herencia. Hacer caso de la teoría de Freud supone suprimir del historial del PSOE su capítulo más glorioso, pero asumir el legado entra en contradicción con el socialismo vigente y sus alianzas.

La parte socialista del Gobierno parece avergonzarse de un pasado brillante, mientras que la mitad populista alardea de una trayectoria con más sombras que Grey. Finalmente los socialistas han parado el proceso inquisitorial que se quería celebrar en el Congreso con la ayuda de la derecha y contra la opinión de sus aliados.

No han matado a su padre ni tampoco lo defienden con entusiasmo. Lo indultan sin que eso suponga que lo vayan a visitar de vez en cuando o le hagan caso en lo que dice sobre el camarote de los hermanos Marx. Sea como fuere el Felipe al que se quiere derrocar a destiempo llegó a la cumbre y a partir de su marcha la sigla no ha dejado de descender, a causa de muchos factores entre los cuales hay uno que cantaba Raimon y decía que quien pierde los orígenes pierde la identidad. Aquella guerra sucia ya fue juzgada. Ahora se libra otra.