Pellicer

Firmas
Xurxo Fernández

No había contemplado más que maravillas desde que los Hijos de Partolón atracaron en el Extremo Occidente. ¡Qué tierra más extraña! ¡Qué distinta a todo cuanto conocían! Los lugareños la llamaban Oestrimnis, que significa región escarpada; y era un nombre acertado, pues allí se sucedían valles, colinas, barrancos, bosques y costas serenas algunas, acantiladas otras. Un rincón hermoso en este mundo...” Este es un fragmento de un libro que acabo de leer y que me ha transfigurado. Es una sorpresa mayúscula y un gozo inenarrable. Una crónica que podríamos llamar absolutamente lógica, cuando no totalmente verídica, si tenemos en cuenta la frase que encabeza el volumen y que firmó en su día el patriarca J. R. R. Tolkien: “La Historia se parece a menudo al mito debido a que ambos, en última instancia, están hechos de la misma materia”. Es decir: una cadena de acontecimientos singulares que demuestran algo que, a priori, se nos antojaría fantástico. Ni más ni menos que lo siguiente: que los orígenes y tradiciones de Irlanda no son precisamente autóctonos, sino que provienen prácticamente, en su mayoría al menos, del otro extremo del orbe conocido. ¿Y cual sería ese lugar? Pues Creta, señores y señoras. Sí. La del Laberinto. La del Minotauro. Cuya época de emergencia se remontaría al minoico neopalacial, es decir, del 1700 al 1350 a.C.

LERNA

Con ese nombre, y un subtítulo que reza El legado del minotauro, Javier Pellicer se ha cubierto de gloria. Lo ha publicado Edhasa, y les juro que será una auténtica revelación para todos ustedes. No sólo es amenísimo (y profundamente adictivo; ¡ojo!: busquen el momento ideal para leerlo, porque abandonarlo es metafísicamente imposible a lo largo de sus casi 600 páginas). Es que, además, es pedagógico. Es, con las consabidas licencias literarias, muchas de ellas incluso cronológicas, para cubrir vacíos y enhebrar con muy buen gusto una narración coherente, una simbiosis clara entre historia y mito. Los hechos que se describen influirán en Homero, entre otros, y, con el tiempo, harán correr océanos de tinta. Y están recogidos en viejos manuscritos, como los que conciernen al Ciclo Feniano, como el Lebor na hUidre, primer peldaño de la tradición irlandesa. Y oiremos hablar del inmortal Tuan mac Cairill, que era capaz de vencer a la vejez encarnándose en múltiples y sucesivos animales, y así vio transcurrir los siglos. Y nos pasmaremos con las andanzas de los oestrimnios, nuestros antepasados galaicos, que tendrán un importante papel en esta crónica. Y con el testimonio que aportan los petroglifos de Oia, mostrando barcos mediterráneos... Alucinante...