Saludando a Xi

Firmas
José Miguel Giráldez

MIENTRAS Putin se complica con la invasión de Ucrania, mientras nos adentramos en el barro del invierno, Joe Biden ha ido al G-20 en Indonesia con la mano de saludar preparada y la sonrisa puesta. Ha quedado guapamente en las fotos, portadísimas, porque allí se estaba jugando el mundo. Biden ha sujetado la mano de Xi como un entrenador de baloncesto, mi mano sobre tu mano, moderno y tal, un gesto cálido que podrá ser poco oriental, demasiado táctil incluso para un anglonorteamericano, pero te diré que Xi estaba en su zona de confort y viene de situarse como líder indiscutible de la China. Todos saludando a Xi, que sonreía, creo.

Lo que se está representando en Nusa Dua es el futuro que viene, mucho Indo-Pacífico, las grandes ciudades asiáticas que tendrán que levantar la bruma de la época del carbón y del acero y sumarse a salvar el mundo. Lo que se representa allí es una reunión que mira en la distancia lo de Putin, aunque Xi sea aliado, como un asunto viejo, del siglo pasado, algo que ya no nos pertenece, algo que ya no se entiende, un residuo del trágico siglo XX y del perfume de los imperios. Han hecho una declaración de rechazo, en la que dicen que no quieren que sea esta “una era de guerra”, aunque es justamente lo que tenemos. Biden niega incluso que vuelva la guerra fría.

El G-20 tiene su poder, por más que Putin haya seguido con la lluvia de misiles sobre Ucrania en lo más oscuro de noviembre. Allá en Indonesia se están atando cabos para el nuevo mundo, algunos dicen que están parando la guerra con indirectas, aunque no hay noticias. Se mueven las diplomacias. La amenaza nuclear ha acelerado las conversaciones y Putin corre el peligro de quedar al margen de casi todo, cuando parece que muchos líderes ya están pasando pantalla. Xi se ha cargado de poder, maneja la pasta de parte del mundo occidental, ha aumentado, dicen, su influencia en África. Biden lleva muchos meses que sólo mira hacia China, que es ahora su rival, pero también su interlocutor. El mundo se juega en un nuevo escenario, la vieja política empieza a resultar ridícula, nadie quiere dar esa imagen de antigualla. Es un momento en el que chocan dos mundos, dos maneras de estar, cuando menos en Europa, y quizás lo que sucede es que no llega el tiempo nuevo.

Biden ha ido a Indonesia con la sonrisa y la mano de saludar. Xi lleva días haciendo portadas, la penúltima con Sánchez, que le pidió que pare la guerra. Mientras todo esto pasa, la población mundial alcanza los 8.000 millones de personas, pero China va a ser superada por la India como país más poblado. Los problemas planetarios son tantos, y tan graves, que apenas podemos perder el tiempo matándonos, porque el planeta nos matará a nosotros si seguimos agotando los recursos y envenenando el aire y el agua. Este es el reto primordial, pero desgraciadamente aún estamos en los viejos asuntos territoriales y en la lucha tribal.

Aún florece el instinto atávico de la supremacía, aún marcamos territorio, aunque no sea meando en los árboles. La prioridad debe ser rebajar la tensión, porque nunca estuvimos tan mal. Xi y Biden se reconocen en el escenario, aunque dos gigantes no se abrazan quizás sin propinarse rasguños. Biden querría cerrar con Xi, en su mandato, el asunto de la invasión de Ucrania, pero está por ver si eso es posible. La influencia de China en Rusia (y Corea del Norte) aún es una incógnita.