Sánchez, Iglesias, Bildu y los ‘caladiños’ gallegos

Luis Pérez

HAY que reconocer que lo de Iglesias tiene bemoles. El líder de Podemos consiguió en las últimas semanas colocarse al frente de las principales iniciativas del Gobierno. Y también de algunas de la oposición, que sigue ejerciendo. Me recuerda lo que decía Ismael Rego, el portavoz parlamentario socialista del bipartito, sobre ciertos comportamientos de los socios de Touriño, de la parte del vicepresidente Quintana. “Por la mañana gobiernan y por la tarde hacen oposición”, se quejaba con tanta razón que en buena medida fue causa de la pérdida del poder. Iglesias acaba de alcanzar el culmen de la deslealtad con la enmienda a los presupuestos que él mismo defendió en su presentación conjunta con el presidente. Más que Dúo Dinámico, pues el dúo político desafina, parecían los Hermanos Calatrava.

En España, a diferencia de otros países, las coaliciones tienen grandes dificultades para gobernar. En Galicia conocemos la experiencia. Al contrario que en el resto de Europa, el entendimiento no es fácil. Lo vemos en comunidades como Madrid y Cataluña, por citar las más pobladas, y cada día más en el Gobierno central. Lo que no se entiende es porque Sánchez le sigue la corriente a Iglesias en cuestiones tan espinosas como la de Bildu. No vamos a recordar la promesa de que jamás pactaría con el brazo político de ETA, pues curados de espanto estamos ante las característica del personaje: el bandazo, la rectificación y los incumplimientos.

Sorprende el pacto con Bildu porque no lo necesita. Con Ciudadanos tenía de sobra para sacar adelante las cuentas. Arrimadas se muestra dispuesta a ceder ante Podemos e incluso ante ERC, pero colocarse al lado de quienes no condenan la actividad terrorista de ETA sería un suicidio. Con cualquiera, de Bildu a Vox, se puede coincidir en poner una farola o hacer un hospital. O incluso aprobar unos presupuestos, una propuesta de ingresos y gastos. Pero no va de eso la cosa. Se trata de integrar en la “dirección del Estado”, en palabras del vicepresidente, a quienes quieren acabar con ese Estado, ahora desde dentro tras fracasar con el asesinato y la extorsión.

Iglesias no oculta sus intenciones. Quiere crear un frente, supuestamente de izquierdas, en el que se integre el PSOE para gobernar España a la manera del populismo latinoamericano, sin opción a la alternancia. Su modelo de éxito sería el de Venezuela. No puede extrañar que la asunción de esta estrategia por parte de Sánchez cause perplejidad en buena parte de la familia socialista, aunque el silencio de muchos dirigentes –otros no– los haga cómplices por omisión de una deriva que alejaría a España de la cultura política europea.

Entre los caladiños por las maniobras de Iglesias se encuentra la mayoría, sino todos, de cargos públicos socialistas gallegos. Y no solo por Bildu, si no por las consecuencias que para Galicia tiene el pacto también con ERC, cuya intención es “doblar el brazo al Gobierno”, en preclara expresión de Rufián. El resultado salta a la vista: “Unos presupuestos de mier..”, que diría aquella ministra de Zapatero. ¿Recuerdan?