Senador Feijóo

Luis Pérez
Caos circulatorio y de movilidad en el entorno del CHUS. Foto: ECG

CON la toma de posesión en la Cámara Alta, Feijóo culmina los procesos de relevo en el Partido Popular de España y de la Xunta. Su relación institucional con Galicia queda reducida, de momento, a su escaño en el Senado, al que accedió dentro del cupo en representación de la Comunidad Autónoma. Junto a él, Tellado, quien dejó el Parlamento de Galicia y la secretaría general del PPdeG para ocupar el mismo puesto en el nuevo equipo de Feijóo en Madrid. El tercer senador autonómico es el socialista Leiceaga, quien había cedido en su día la portavocía de su partido en el Parlamento de Galicia para que la ocupara Caballero, a la sazón nuevo secretario general del PSdeG, y para que quien sería candidato a la Xunta pudiera confrontar directamente con Feijóo.

Las causas del salto a Madrid de estos tres políticos, como las de otros en anteriores ocasiones, son parecidas. En unos casos responden a premios eméritos y en otros buscando una plataforma desde la que ejercer con mayor eficacia su tarea política. Mas allá de estas consideraciones, es evidente que cada uno de los tres citados posee una autoridad política superior a la de cualquier otro senador gallego elegido por sufragio directo. Sorprende, por si constituyera precedente, la falta de apoyo por parte de los grupos de la oposición a los candidatos del PP. En el futuro podría impedirse de la misma manera el nombramiento de senadores de partidos minoritarios, aun teniendo derecho.

Desde su nuevo escaño Feijóo podrá medirse directamente con Sánchez al menos una vez al mes. Es la frecuencia con que el presidente del Gobierno se somete al control del Senado. Resulta de lo más natural que el presidente del Ejecutivo y el de la oposición se vean y digan las cosas a la cara, aunque de las sesiones de control poco se saca en limpio. La deriva parlamentaria hacia la propaganda hace que los partidos y sus dirigentes, comenzando por el líder del PSOE, utilicen los hemiciclos como platós de televisión con afán de protagonismo. Ni siquiera los plenos monográficos aportan luz. Lo tenemos bien reciente esta semana. La comparecencia de Sánchez para informar sobre los pinchazos telefónicos del caso Pegasus fue absolutamente estéril. Al menos sobre lo que se trataba. El presidente del Gobierno no contestó ni a una de las numerosas preguntas que le plantearon desde todos los ángulos. La sesión se transformó en un insulso debate de campaña electoral.

Con la llegada de Feijóo al liderazgo de la oposición renace la esperanza de sosegar el clima político nacional. Abascal y el propio Sánchez no lo pondrán fácil. Cito a los dos no por casualidad, sino porque en las encuestas los ciudadanos los señalan como principales responsables de la crispación. En medio de ambos, el senador Feijóo habrá de ir con tiento para no caer en la trampa. Sentidiño.