Señales de humo electoral

Luis Pérez
Un año después del abrazo, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se acuchillan

LA necesidad que tienen las dos facciones del Gobierno de repetir cada día que su coalición no peligra es indicador de lo contrario. Tanta insistencia es síntoma de que la legislatura podría tener los meses contados. Las desavenencias se multiplican y agravan, sospecho que de manera forzada para ir preparando el terreno hacia una un inevitable adelanto electoral. Las discrepancias, que pueden considerarse lógicas entre dos partidos distintos e incluso dentro de una misma formación, se han convertido en fuertes encontronazos, con episodios de mutua deslealtad muy difíciles de revertir. El deterioro de la relación, un año después de consumado el matrimonio de conveniencia, parece irreversible. E igual que les convino estar juntos sin quererse, romperán en cuanto perciban perjuicio. La dedicación exclusiva de Iglesias a visualizar las diferencias con la parte contraria tiene como objetivo provocar la ruptura.

Las diferencias internas dentro del Gobierno español no tienen parangón en ningún otro ejecutivo de coalición de los muchos que hay en Europa. En Italia, lo más parecido a nosotros, buscaron una salida pragmática. Digamos que una solución técnica, inspirada por la Unión Europea. Se deposita la confianza en alguien solvente, sobre todo en esta hora de gestionar los fondos europeos. No es la primera vez. En España no tenemos ningún Draghi. Tampoco los grandes partidos se atreven con la gran coalición. Ni tampoco tenemos una Merkel, que se adelantó a la historia alcanzando acuerdos con los socialdemócratas que no solo beneficiaron a su país sino que salvaron a la UE. Por el contrario, aquí tenemos un vicepresidente cuya prioridad, con la que se nos viene encima, es pedir al indulto para un rapero multidelincuente.

Sánchez puso a Tezanos a hacer horas extras para influir en las elecciones catalanas. Su principal consecuencia fue el ascenso de Vox. Ahora estará trabajando para calcular cuando le conviene al PSOE romper con Podemos e ir a las urnas. Será, de hecho, otra repetición electoral, pues este año transcurrió centrado en la pandemia, con cuyo peso cargan las autonomías. No le dará tiempo a que los fondos europeos sean efectivos, pero el simple anuncio le basta.

Aprovechará también el desconcierto existente en el PP con el errático liderazgo de Casado, cuyas últimas ocurrencias causaron estupor incluso entre los más próximos. Cuenta Sánchez además con dos aliados externos de calado y encima gratis: Bárcenas y Villarejo, de quienes se esperan unos cuantos titulares explosivos en las próximas semanas.

Y además de lo dicho, el Gobierno puede prorrogar los ERTE en tanto el BCE avale la deuda española, con lo que podría sentirse con fuerzas para intentarlo por tercera vez en los próximos meses. Apostaría por el otoño. ¿Le convienen elecciones a España? No, pero a Sánchez es muy probable que sí.