LOS REYES DEL MANDO

‘The Crown’, la excelencia

José Miguel Giráldez

ES POSIBLE que la Historia se narre mejor desde la ficción que desde los documentales. Desde la ficción siempre podremos imaginar cosas que nunca, nunca, nos dirán. Y, finalmente, las cosas no son como son, sino como las imaginamos. Las monarquías pueden ir más allá de un guion de película, no creo que nadie tenga dudas, pero ‘The Crown’ mezcla tan bien lo real y lo supuesto, lo oficial y lo caballero, y también lo menos caballero, que da gusto verla. La cuarta temporada se abre camino ahora en Netflix y es, seguramente, su mejor producto, y también el más celebrado por el público. Y ya ven, sin salirse de la realidad, al menos no excesivamente. ‘The Crown’ es, al menos para mí, algo muy parecido a la excelencia.

Nadie va a preocuparse porque conozcamos el final de la historia. Aquí la grandeza está en recrear lo que sabemos y en imaginar lo que no sabemos. Los británicos han hecho mucho cine de la realeza, en realidad su mejor literatura pende del nombre de reyes y reinas. Shakespeare descubrió pronto que allí había un gran nicho para el negocio del teatro, la posibilidad de conocer vidas de seres que tenían que aceptar su condición semidivina, queriendo o sin querer, y, al tiempo reconocer que albergaban todas las debilidades humanas. Ese choque es tan fascinante que llega hasta nuestros días.

Como siempre se dice de estas producciones, la ambientación se le supone. Y es verdad que es extraordinaria, aunque seguro que alguno le habrá buscado las cosquillas. Pero, en conjunto, deslumbrante. Por lo que se refiere a los actores, me quedo especialmente con esa composición que Helena Bonham Carter hace de la princesa Margarita, y, desde luego, comprendo el debate en torno a las interpretaciones que Olivia Colman y Claire Foy hacen de la reina Isabel II (me quedo con la segunda, que fue la primera). Elencos tan amplios y complejos merecerían un tratamiento pormenorizado para el que no hay sitio en esta columna.

Se podrá hablar de mejores y peores parecidos con el personaje original, o de que, como ha dicho la BBC, Emma Corrin se lleve de calle toda la nueva temporada gracias a su interpretación de Lady Di, justo esa que parece que ha causado cierta polémica en palacio. Supongo que es inevitable disentir a veces si estás viendo en detalle el relato de la vida doméstica de tu familia, que tan bien conoces. Pero la imaginación no debe ser desdeñada nunca.

Aunque recuerdo con nostalgia el despliegue escénico de la monarquía británica a principios de siglo en esta serie, el viaje de Isabel y Felipe a África, donde ella se entera de la muerte de su padre y de su ascenso inmediato al trono, reconozco que esta nueva temporada, más cercana a nuestras vidas, ofrece poderosas lecturas que les recomiendo. Como el viaje retrospectivo a los años de hierro de Margaret Thatcher (la colisión con Isabel II se dibuja con toda evidencia, especialmente después de que Michael Fagan se colara en las estancias reales para hablar diez minutos con la reina: memorable episodio). Y, por supuesto, la revolución que supuso Lady Di. ‘The Crown’ es tan ambiciosa como brillante. Demuestra que la Historia es apasionante cuando puede mirarse, o imaginarse, como si, al igual que Fagan, te hubieras colado en sus habitaciones.