Tratos y retratos en esta España infiel

Xosé Ramón R. Iglesias
Pedro Sánchez y su homólogo argentino, Alberto Fernández, escoltados por soldados de gala, en una rueda de prensa en Buenos Aires. Foto: E.P.

“El que quiera fotos, que lleve una cámara con un gran angular”, dice Rosa Díez, una política que tuvo sus años de relieve en el PSOE y en UPyD y que ahora devino en una de las organizadoras de la manifestación del domingo en Colón. ¿Qué otra cosa, entonces, buscan los que se juntarán allí más que una fotografía que muestre fielmente un sentir político, que ellos creen mayoritario, contra la “magnanimidad” sanchista que amenaza con indultar a los soberanistas catalanes encarcelados? Todo acto político no es nada sin su correspondiente foto y propaganda, y Rosa Díez lo sabe mejor que nadie, porque en cuanto dejó de salir en ellas ya no tuvo más remedio que marcharse para su casa, de la que ya sólo sale, precisamente, por la añoranza de esos retratos que ya no le hacen y de los que habla con ese falso desprecio y desdén.

Tal vez lo que más le moleste a Rosa Díez sea que ella sí tendrá que llevar su cámara si quiere tener una instantánea que guardar como recuerdo de su paso por Colón, porque los objetivos de los fotoperiodistas no la buscarán a ella, sino a los líderes políticos de la derecha, a los que perseguirán bien atentos por si se diera el caso de que, en medio del fragor de la bandera, el himno y los cánticos patrióticos, protagonizaran el abrazo de la reconciliación.

En principio, a Abascal es a quien más beneficia esa foto con Casado, porque aunque no es organizador, sí supo situarse estratégicamente como el gran anfitrión del acto, y como hace meses que el presidente popular renegó de él desde la tribuna del Congreso, el posible reencuentro amigable entre ambos se vería como una rendición del sucesor de Mariano Rajoy ante el líder de Vox. Éste, por lo tanto, intentará en todo momento hacerse el encontradizo, con el consiguiente riesgo de convertir la movilización en una comedia de enredo: Casado escapando de Abascal, éste persiguiéndole como despistadamente para que sus ansias no le delaten, y los periodistas detrás de ambos para no perderse ese metro cuadrado cero de la plaza de donde podría salir la foto de portada de todos los medios, el lugar exacto de convergencia de futuras peregrinaciones conservadoras salidas de todos los puntos de España si el abrazo cuaja y con el tiempo se consolida como el instante cero del desalojo de Sánchez de La Moncloa.

Menosprecia Rosa Díez esta posible foto de Colón y estamos viendo en este humilde análisis que todos los caminos conducen a ella, si se da, o a la ausencia de ella, si Casado finalmente la evita para no parecer el perrito faldero de Abascal. Lo de menos, en todo caso, parece ser el motivo que allí los reúne, concentrarse contra la “magnanimidad” del presidente socialista que, en un momento de debilidad emocional, se muestra dispuesto a apostar por la reconciliación, sacando de las cárceles a Junqueras y compañía.

Pero en esas fotos de Colón habrá también ausencias. La más notoria, una vez más, será la del presidente gallego, Núñez Feijóo, al que sus obligaciones con el legado póstumo de Jacobo de Zebedeo le llevan ese mismo día a Roma para entrevistarse con el Papa, una figura históricamente muy relacionada con indultos e indulgencias, de los que ahora tan necesitada anda su Iglesia por sus incontables casos de pederastia.

Y si Feijóo quiere abrirle la puerta de Santiago al Pontífice argentino, el presidente Sánchez ya se encuentra en Buenos Aires para franquearle la española al país austral en sus relaciones con Europa. Allí, en la Casa Rosada, su homólogo Alberto Fernández se tomará a broma los problemas de Sánchez con los indultos, después de la Ley de Punto Final que libró a los militares argentinos de sus responsabilidades en la desaparición de treinta mil compatriotas suyos, a muchos de los cuales los tiraban vivos a los tiburones.

Cuando acabe la semana, tendremos las fotos internacionales de Feijóo con el Papa Francisco y de Sánchez con el presidente argentino, mientras que Casado, que todavía no inauguró oficialmente su agenda de relaciones exteriores, deberá conformarse con el retrato con Abascal o con el vídeo huyendo de él. Y a la pobre Rosa Diez, siempre le quedará hacerse un selfie con Savater, su fiel compañero de fatigas.