Tren, peajes y Santo Tomás

Luis Pérez
Nadia Calviño enfría las expectativas económicas. Foto: M. Fernández

HACE 29 años -abril del 92- entraba en funcionamiento la línea entre Madrid y Sevilla del AVE. Después llegaría a Cataluña y Comunidad Valenciana. El Noroeste quedó relegado en el plan español de modernización ferroviaria, con visado y fondos europeos, en un país históricamente retrasado en materia de comunicaciones. Con nuestros vecinos del norte ni siquiera compartíamos ancho de vía. Hoy, tras el último encuentro del ministro Ábalos y el presidente Feijóo hemos de ser algo más optimistas. Parece posible que antes de alcanzar las tres décadas de marginación los gallegos nos igualaremos a los andaluces a la hora de viajar en tren.

A nadie se le escapan algunas de las circunstancias que provocaron los retrasos. Entre otros, la gran recesión de 2008, que redujo los recursos disponibles para realizar las obras. Pero las disculpas técnicas no son admisibles. Los romanos ya conocían las dificultades orográficas de estas tierras. No hay justificación alguna para una demora que supera los doce años sobre la fecha comprometida por Zapatero y su ministra del ramo, Magdalena Álvarez, de tan infausto recuerdo para los gallegos.

Con la llegada de Ábalos, en 2018, saltaron las alarmas. Aunque prometió mantener la fecha del 1 de enero de 2020, de la época Rajoy, su procedencia mediterránea aumentaba la desconfianza, un temor agravado por las reverencias de Sánchez al independentismo catalán. Los primeros movimientos del Gobierno ratificaron las sospechas. Inyecciones económicas para el Este e incumplimientos con el Oeste, entre otros los del AVE a Galicia.

¿A qué se debe el viraje de Ábalos? En primer lugar, a que ya era hora. También a la insistencia de la Xunta, que tanto en tiempos de Touriño como ahora, siempre estuvo incordiando a Madrid. Y supongo que la coyuntura política general aconseja un cambio de estrategia en el PSOE. Al menos será lo que piensa la parte del socialismo con alma socialdemócrata, frente a la populista. Desconozco en cual mora Sánchez. Quizás en las dos, según sea de mañana o tarde.

A Ábalos, número dos del partido, le interesa exhibir una buena relación con Feijóo. Aporta al Gobierno y a su partido ese plus de moderación que va a necesitar en el futuro inmediato si Sánchez pierde ante Ayuso, si el problema catalán se enquista, si la economía se deteriora aun más e Iglesias se echa al monte. El cambio de actitud del ministro es palpable. Dijo amén a la propuesta de la Xunta sobre los peajes de la AP-9, el tren al puerto exterior coruñés y casi todas las reivindicaciones del gobierno gallego.

Entiendo el cabreo del BNG, cuyo voto fue esencial para hacer presidente a Sánchez a cambio de unos compromisos escritos que Ábalos rubrica con Feijóo. Comparto alguno de los temores de Pontón sobre futuros incumplimientos. Dados los antecedentes, ni las nuevas promesas ni el buen rollo entre ambos me impide citar a Santo Tomás: lo creeré cuando lo vea.