“Vamos a contar mentiras, tralará...”

Luis Pérez
El presidente Pedro Sánchez presentó esta semana en Moncloa el plan ‘España 2050’. Foto: Moncloa

DESPUÉS de presentar al menos una decena de veces, la primera en octubre del año pasado, el “Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia” -con el agradecido apoyo de Vox para excluir a las autonomías- sin que todavía sepamos muy bien de qué se trata porque una cosa en lo que pone el papel enviado a Bruselas y otra lo que dicen los ministros al día siguiente, Sánchez hizo lo propio esta semana con el plan “España 2050”. ¿Cuántas veces lo presentará en los treinta años de vigencia?

El documento consta de 676 páginas, que no aconsejo leer. No por la extensión, que aun contraria al refrán de que lo bueno, si breve, dos veces bueno, podía ser un tocho de tomo y lomo, sí, pero útil. Y no lo es, en primer lugar porque se trata de un compendio de obviedades, buenas intenciones y algunas ocurrencias cuyo trasfondo recuerda la canción de las excursiones escolares que desde el pasillo del autocar dirigía el profesor: “Vamos a contar mentiras, tralará...”. En esta percepción incrédula coinciden la mayor parte de los analistas económicos, políticos y entidades independientes del país. La presentación incurrió además en el grave defecto de lo inoportuno. Cada cosa a su momento. El país no está hoy para frivolidades propagandísticas. La crisis del Covid sigue causando estragos en la salud y acaba de iniciar su escalada en el económico. De las ayudas europeas, que no son gratis, todavía no recibimos un euro. Todo el gasto va a cuenta del endeudamiento. El desafío independentista catalán vuelve a coger brío. Marruecos aprovecha la debilidad y torpeza del Gobierno para chantajearnos. Y la espantada de Iglesias, al contrario de lo que pudiera parecer, probablemente amplificará el caos interno. El bando de Podemos carece de líder, un don, una cualidad o un bien que no se otorga mediante herencia. Díaz ha de ganárselo.

El fracaso de la presentación del plan es absoluto. No lograron siquiera hacerse notar, como pretendían Sánchez y su cerebro gris, el señor Redondo. Apenas tuvo repercusión. En todo caso, negativa. No puede el presidente del Gobierno en momentos tan críticos para su país abdicar de sus responsabilidades, evadirse de la dura realidad e irse de excursión al país de las maravillas entonando canciones infantiles. Aunque acierte en la letra.