El futuro de los niños del triple crimen de Valga está ahora en manos de la justicia

Los menores, de 5 y 8 años, se encuentran a cargo de la Xunta, aunque residen con su abuelo materno, en la modalidad de acogimiento familiar // La abuela paterna también ha reclamado la custodia
Ángela Precedo
sucesos. Domicilio de la madre de J.L. Abet en O Carballido. Foto: ECG

¿Qué futuro les espera a los niños, las otras víctimas del triple crimen machista de Valga? La custodia legal de los hijos de Sandra Boquete, primera víctima del asesinato perpetrado por su exmarido, José Luis Abet, continúa en manos de la Xunta cuando va a cumplirse un año del terrible suceso: el próximo miércoles 16 de septiembre. El juicio para se sigue contra el autor todavía está en fase de Instrucción y las diligencias previas se retomarán a lo largo de la próxima semana. Posteriormente se decidirá, también en sede judicial, la custodia de los pequeños al haber diferencias entre las familias.

Con todo, según fuentes vecinales han informado a E CORREO GALLEGO y tal y como confirmó la Consellería de Política Social, los niños, de 5 y 8 años no fueron ingresados en ningún centro, sino que se encuentran en la modalidad de acogimiento familiar, residiendo en la actualidad con su abuelo materno, Fernando Boquete, en la parroquia de Cordeiro. Sin embargo, la familia paterna también ha reclamado la custodia de los pequeños y el abogado de la familia Abet, Manuel Franco Argibay, desvela que la abuela paterna está llamada a declarar el próximo miércoles 23 de septiembre.

Seis vecinos de casas adyacentes a la del crimen afirman que los pequeños residen con su abuelo, que es otra de las víctimas psicológicas de este asesinato, marido de una de las fallecidas: María Elena Jamardo, madre de Sandra.

Acercándonos por las inmediaciones de su domicilio podemos observar desde las afueras que en el jardín se encuentran objetos de juego de niños. Hasta la fecha, y periódicamente, los Servicios Sociales realizan inspecciones para comprobar que los pequeños se encuentran bien y que son cuidados correctamente. Tal y como confirman desde Política Social, hasta el momento no ha habido incidencias reseñables y la convivencia con el abuelo se considera positiva.

BUENA CONSIDERACIÓN VECINAL DEL ABUELO. Fernando Boquete es una persona muy querida en la zona de Valga, donde ejerció un cargo en el ayuntamiento hasta que este suceso le llevó a pedir la jubilación anticipada, por la evidente carga psicológica que conlleva el haberse quedado sin su mujer y sin sus dos hijas de la noche a la mañana, como hemos conocido a través de vecinos allegados.

“Eu non sei en qué quedará o asunto, e a familia paterna non ten a culpa, pero oxalá os nenos queden en mans de seu avó, é unha maravillosa persona que sempre mirou por eles, xa antes de todo”, relata el vecino de la casa adyacente a la de la familia, Carlos Sanjurjo.

Y es que, tal y como indicaron los vecinos a este periódico, cuyas versiones son coincidentes, ambos progenitores trabajaban, Sandra Boquete en STAC y José Luis Abet en Exlabesa, empresas del sector del aluminio de la zona, de manera que no disponían de tiempo completo para poder atenderlos, por lo que “sempre estaban cos avós”.

LA TÍA TRABAJABA CON NIÑOS. La tercera víctima dentro de este crimen, la hermana de la madre de estos niños e hija de Fernando Boquete, Alba Boquete, había abierto una clínica de logopedia en Pontecesures (Pontevedra), el ayuntamiento vecino, llamada Falando, y colaboraba con la Asociación Amencer-Aspace.

Su última publicación en la red social Facebook, realizada el 10 de septiembre, seis días antes del asesinato, precisamente, versaba sobre la adquisición de unos “cuentos infantiles breves ideales para iniciarse en la lectura y comprensión”, para tratar a niños con dislalias y problemas de expresión oral. Alba estaba muy acostumbrada a tratar con niños con problemas y, en estos momentos, habría supuesto un gran apoyo psicológico para sus sobrinos.

familia poco sociable. Tal y como relatan los vecinos de las casas próximas a la del crimen con los que ha hablado, EL CORREO la familia Abet Boquete “non era moi dada a relacionarse con nós, cos veciños”. “Sempre foron moi para sí, moi recelosos da súa intimidade, por así dicilo, non tiñan contacto con ninguén”, asegura Carlos Sanjurjo.

El único contacto que mantenían era por parte de José Luis Abet, de temperamento fuerte y que “tiña problemas co 90% dos veciños”, advierte el matrimonio de la casa colindante, que añade que “Sandra tamén era bastante extraña”.

Sin embargo, Sanjurjo explica que “con Sandra nunca houbo roces nin nada polo estilo, pero si é verdade que ela volvía sempre polo seu marido nos conflictos, cousa que podo chegar a entender, pero non debeu facelo”.

Esta falta de relación con los vecinos se hace extensible también a los pequeños, en aquel entonces de 4 y 7 años. Valga es un ayuntamiento de menos de 6.000 habitantes donde todos se conocen, prácticamente, y donde se conserva la relación vecinal de antaño en la que todos se tratan como familia. En el caso de los niños, todavía se puede ver en sus calles esa costumbre preservada de antaño (ahora ya perdida en las grandes ciudades) de jugar juntos. Si bien, los niños no formaban parte de estos encuentros.

“Nunca os vimos saír da súa finca, só os víamos pasar para o colexio e de volta para a casa, ou xogando no xardín cando as árbores non tiñan follas e había visión dende a nosa ventá”, comentan los habitantes de la casa de enfrente. Carlos Sanjurjo también se manifiesta al respecto y se muestra tajante: “Creo que o día que mellor coñecín a eses nenos e que tiven máis trato con eles foi o do asesinato”.

Sus nietos son poco mayores y, sin embargo, nunca habían tenido trato con ellos, algo bastante inusual entre los niños de la zona.

DÍA DEL ASESINATO: EL MAYOR SE DA CUENTA DE TODO. Los niños lo presenciaron todo. “Cando saímos á calle e vimos os corpos tirados boca abaixo frente ao portal e aos nenos alí sentimos un alivio moi grande, foi como: menos mal que están ben”, expresa Sanjurjo, que fue quién los acogió en su casa cuando huyeron asustados. “Parámolos no camiño e xa os metemos na nosa casa”, dice.

“O pequeno non se daba conta de moito, pero o maior si, estaba en shock, vomitara por el e tuvemos que cambialo, dímoslles de almorzar e houbésemoslle dado todo o que nos pedisen, imaxínate, como non ibamos a facelo? Habería que ser moi desalmado para non”, relata Sanjurjo, todavía apesadumbrado por los recuerdos de aquel día.

Sus nietos, los niños de edad relativamente similar a estos pequeños, “tamén se daban de conta de que algo estaba pasando, e volcáronse con eles, non os deixaron sós nin un momento”, explica este vecino, que vive justo al lado de la finca de la familia Abet Boquete.

“Nunca olvidarei esa imaxen do Policía preguntándolle ‘cuéntame, ¿qué pasó? ¿Qué viste?’ e ao maior dicíndolle entre lágrimas: ‘papá mató a mamá’; esa imaxen parteume a alma”, recuerda Sanjurjo, que no puede contener la emoción.

NULA RELACIÓN DE ABET CON LOS NIÑOS. “Tras a separación de Sandra e José Luis (unos dos años antes del crimen), ao principio, el viña e metía o coche hasta dentro da finca, collía aos nenos e marchaba, sen deixarse ver moito, pero despois deixou de aparecer”, asegura el matrimonio de la casa de al lado, que añade que “coméntase que Sandra xa non lle deixaba ver aos nenos pola súa mala actitude”.

Sea como fuere, lo cierto es que tras el divorcio José Luis Abet se vió económicamente muy perjudicado, hasta el punto de, según nos relatan las fuentes vecinales, “acabou vivindo nun coche medio destartalado que tiña baixo un puente”.

LENTITUD DE LA JUSTICIA. Al final, como suele suceder en estos trágicos casos, los niños son los que pagan las consecuencias de los actos de sus progenitores. La lentitud de la justicia y el desentendimiento de los medios del foco de la cuestión una vez que pasa el ‘boom’ de los días posteriores al suceso hacen que, todavía un año después, estos niños no tengan a alguno de sus familiares como tutor legal y que se abra la puerta a la posibilidad de que, como ocurre en este caso, acabe siendo un juez quien decida si siguen con el abuelo materno o se van con la abuela paterna.